El contador y economista, consultor en el área macrofinanciera, analizó la situación actual en la que, según afirmó, la economía sufre los efectos de una gestión frenteamplista que recurrió al aumento de la deuda para mantener un bienestar ficticio. También rememoró su experiencia como presidente del Banco Central del Uruguay (BCU) en el año 84, época muy marcada por la crisis del 82.
Fue presidente del BCU en el 84, luego de la crisis del 82. ¿Qué panorama encontró?
La economía había quedado devastada por la crisis. En el año anterior se habían resuelto los problemas de los bancos extranjeros, pero quedaban los nacionales que no habían canjeado sus carteras, lo que era un serio problema para la estabilidad, porque operaban con un nivel patrimonial mínimo. La economía estaba estancada, las empresas no tenían acceso al crédito porque eran insolventes, había un desempleo muy alto, una inflación muy alta, bajos niveles de precios externos y la economía mundial y la región estaban mal. No había mucho para hacer.
¿Cuál fue el objetivo planteado en ese momento?
Llegar a las elecciones del 84 sin producir sobresaltos en la economía. Había incertidumbre cambiaria, la gente no sabía qué iba a pasar con el dólar, existía temor por lo que había pasado dos años antes.
De todos modos, en el ambiente había una expectativa de que iba a venir un gobierno probablemente presidido por el Dr. Sanguinetti, y eso ayudó a que muchos capitales no se fueran del país. Igualmente, el BCU perdió toda su posición y su caja en moneda extranjera; no llegamos a una cesación de pagos, pero estuvimos muy cerca. Conocido el resultado de las elecciones, empezaron a ingresar de nuevo los capitales y eso ayudó a recomponer algo la caja.
Fue un año muy difícil porque las expectativas inestables exigían tener un control monetario muy firme para que el dinero no se fuera a comprar dólares. Más devaluación hubiera implicado la quiebra de los bancos nacionales, lo que en medio del proceso electoral hubiera sido un factor desestabilizante.
¿Hay lecciones aprendidas de esa época que puedan ser útiles para la situación actual?
Ese período nos dio una experiencia y un conocimiento muy grande de que lo mejor que podía hacer un país como el nuestro en materia monetaria era tener una política monetaria firme y dejar flotar al tipo de cambio. Anteriormente se había intentado fijar el precio del dólar con la famosa tablita, pero colapsó. Después que nosotros nos fuimos, la flotación derivó en un tipo de crawling peg, con minidevaluaciones, pero más tarde, felizmente, creo yo, se volvió a la flotación.
En ese año crítico, que fue el 84, hubiera sido imposible llegar a las elecciones si no se flotaba el tipo de cambio y si no se seguía una política monetaria restrictiva. O sea, cuando no tenés reservas ni crédito ni apoyo de los organismos internacionales, la flotación es lo único que podés hacer. Como había un déficit fiscal elevado que se financiaba con emisión, tuvimos que sacar la liquidez aumentando los encajes obligatorios a los bancos y restringiéndoles bastante en su actividad. Felizmente hubo comprensión de las instituciones de que se trataba de algo transitorio hasta las elecciones.
“La economía está agobiada por impuestos y una pérdida de competitividad que cuando se abran las fronteras va a generar más caída de demanda por estar desalineados con la región”
Por el año 99, hubo una conferencia en la Universidad de Montevideo, luego de la devaluación de Brasil, donde usted era el único que defendía la flotación, mientras que otros economistas apuntaban a profundizar la dolarización.
Exacto, me acuerdo de esa conferencia. Obviamente es más fácil manejar la inflación con un tipo de cambio fijo. Pero cuando hay un déficit público muy alto, defender el peso es costoso. Nos aumenta el déficit cuasifiscal a un punto del PBI. Si la economía estuviera totalmente dolarizada, no tendríamos ese costo. Defender la estabilidad de una moneda en la que la gente no tiene confianza es muy difícil. Restablecer la confianza con un alto déficit público y aumento de la deuda pública a niveles insostenibles es muy difícil, porque se teme que en algún momento falte el financiamiento y se devalúe.
¿Por qué?
Porque en los últimos 15 años el Frente Amplio (FA) aplicó una política para tratar de pesificar la economía, pero al mismo tiempo aumentó el déficit desde -1,7% a -5%. Es una inconsistencia, porque no se puede defender el peso cuando tenés un déficit de la magnitud que tiene Uruguay.
Si tú tenés un déficit público tan alto, sabés que a la larga tu moneda ya perdió el valor, entonces es ilusorio defenderlo cuando la política fiscal va en la dirección contraria. A la larga vas a acumular una deuda en el BCU que, para eliminarla, o se licúa o se canjea por bonos.
¿Cómo se financió ese aumento del gasto?
Con deuda. En 2020 tendremos caída del producto por la recesión y por un tipo de cambio más alto, lo que hará que el PBI medido en dólares sea menor. Yo estimo que la deuda bruta este año puede subir a cerca de 80% en relación al PBI, un nivel que, si no se demuestra que se está dispuesto a corregir con un ajuste, los acreedores podrían exigir mayor tasa de interés para financiarnos. Nos ayuda que otros países emergentes estén en situación similar o peor. Pero mal de muchos…
En los últimos años la economía se estancó y sin generar riqueza se pretendió hacer crecer artificialmente el consumo. La realidad es que los uruguayos perdieron ese bienestar que se había logrado hasta 2013, porque la deuda ahora hay que pagarla.
¿Es correcto el camino del gobierno hacia la austeridad entonces?
Sin duda. El gobierno no tiene otra alternativa que ser austero, y se lo critica porque se dice que se van a perder los beneficios sociales que se lograron. Lo cierto es que ese bienestar se perdió desde el momento en que se siguió manteniendo un gasto a costa de aumentar la deuda y se destruyeron empleos.
Ese bienestar, que se trató de mantener artificialmente aumentando el gasto público, afectó a la economía, que empezó a perder competitividad y dejar de invertir. El ingreso de capitales fue a colocarse en valores del gobierno, en vez de canalizarse a la inversión privada, que hubiera aumentado la productividad y compensado el atraso cambiario derivado del ingreso de dólares del exterior. La deuda heredada no se puede sostener sin un aumento de impuestos, no podés endeudarte toda la vida porque si los mercados cortan el crédito, se produce una crisis. No es el caso actual, pero no se puede abusar.
El atraso cambiario y aumento de impuestos hicieron que las empresas dejaran de invertir, que la economía se estancara y que se perdieran puestos de trabajo. De acuerdo a las proyecciones de población del Instituto Nacional de Estadística, el FA terminó con más personas desocupadas que cuando tomó el gobierno, y muchos ocupados precarios y subempleados.
“Se dice que se van a perder los beneficios sociales que se lograron, pero el bienestar se perdió desde el momento en que se siguió manteniendo un gasto a costa de aumentar la deuda y se destruyeron empleos”
¿Qué tendría que hacer el gobierno para revertir eso en este contexto, cuando debe también enfrentarse a la pandemia?
Es muy difícil. El gobierno está haciendo lo correcto. Esperemos que aparezca una vacuna pronto y que esta conmoción mundial se calme. Ahora el gobierno va a presentar un presupuesto de guerra, como dijeron, que está muy bien llamarlo así porque es para mostrar que no se puede seguir transitando por el camino que se transitó.
Hay un problema serio con el empleo, con 170.000 personas en seguro de paro y con los despidos aumentando. La economía está agobiada por impuestos y una pérdida de competitividad que cuando se abran las fronteras va a generar más caída de demanda por estar desalineados con la región.
Estamos frente a una situación verdaderamente crítica. Nos favorecen las tasas de interés bajas y una recuperación incipiente de los precios de commodities. Pero no se debería evitar reducir el exceso de funcionarios y de contrataciones superfluas. La emergencia sanitaria demostró que no es necesaria tanta burocracia de funcionarios públicos.
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