Durante su juventud se despertó su interés en estudiar economía, motivado por la inquietud de buscar soluciones para los problemas que atravesaba Uruguay en ese entonces. Fue así que se formó en el exterior y continuó su extensa carrera en diversos organismos nacionales e internacionales. Actualmente Coates es docente universitario y columnista en La Mañana. Esta vez, en el papel de entrevistado, el economista analizó la situación de la economía uruguaya y los principales desafíos que enfrenta el país, entre los que destacó el endeudamiento de las familias y el atraso cambiario.
¿Cuál fue su motivación para estudiar economía?
El Uruguay de mi adolescencia atravesaba grandes problemas internos y me costaba entender por qué estábamos en una situación permanente de crisis política y económica. Ello me despertó el interés de estudiar economía para ver si en algún otro lugar del mundo podíamos encontrar las respuestas que necesitábamos. A los 19 años me fui becado a estudiar a Estados Unidos donde hice mi estudio de grado, y después tuve la enorme suerte de que la Universidad de Stanford me ofreciera otra beca para seguir con mis estudios y llegar al doctorado. Luego entré al Fondo Monetario Internacional (FMI) en el 77 y estuve un par de años aprendiendo la parte práctica de la economía, en contraste con los aspectos más teóricos que uno aprende en la academia. Más tarde me invitaron del Banco Mundial (BM) a unirme a la oficina del director ejecutivo que representaba a los países del Cono Sur.
¿Cómo describiría su experiencia en la Universidad de Stanford?
Las clases eran chicas, de 15-20 alumnos, y los profesores eran gente de mucho nivel, muy reconocidos, premios Nobel, por ejemplo, Joe Stiglitz y Mike Spence. Mi comité de tesis doctoral incluía a Ron Mckinnon y Pentti Kouri, dos grandes de la economía internacional. Stanford y California fueron experiencias inolvidables.
¿Cómo fueron los años trabajando en el FMI y el BM?
Allí tuve la posibilidad de poner en práctica todo lo que había ido aprendiendo. Es un gran shock pasar del mundo académico al mundo real, hay cosas que uno tiene que aprender en el terreno. Tanto en el FMI como en el BM tuve un aprendizaje muy importante y estuve mucho más cerca de los problemas de la gente que necesitaban solución práctica y no simplemente recitar conceptos teóricos. En el 81 volví al Uruguay donde trabajé en la Asesoría Económico-Financiera del Ministerio de Economía. Cuando comenzó el problema de la deuda externa en 1982 integré un equipo de coordinación entre el Ministerio y el Banco Central (BCU) para tratar el tema y comenzar a negociar con nuestros acreedores en la reestructuración de la deuda. Con el regreso de la institucionalidad en 1985 volví a Washington en calidad de director ejecutivo del BM nombrado por el nuevo gobierno. Más tarde inauguré nuestra oficina de representación financiera en dicha ciudad.
Fue director general del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla). ¿Qué recuerdos tiene? ¿Cómo esto contribuyó con su formación?
La experiencia de México fue muy enriquecedora, pasé casi una década allí en ese cargo. El Cemla es básicamente la asociación regional de todos los bancos centrales de América Latina y el Caribe. Su misión es promover la cooperación entre los bancos centrales de la región y apoyarlos en los aspectos técnicos de sus responsabilidades. Para ello contábamos con mucho apoyo de los bancos centrales europeos y de Norteamérica, lo cual me permitió familiarizarme más con sus actividades y apreciar mejor las complejidades de su papel en las economías. En contraste con mis años del BM y el FMI donde el énfasis era más sobre los aspectos del crecimiento y desarrollo económico, con la banca central ingresé en un área donde la estabilidad adquiría mucho relieve. Fue una época muy formativa.
Contaba que había elegido la economía por esa inquietud de entender y resolver los problemas que tenía Uruguay. ¿Cómo ha influido en su enfoque sobre la economía su participación en estas organizaciones?
Uno empieza a entender mejor cómo funciona el mundo y va adquiriendo más conocimientos en cuanto al proceso de toma de decisiones, en especial la interacción entre las autoridades nacionales y los organismos internacionales. Al mismo tiempo, cuando uno se pone a pensar cómo podemos hacer para que nuestros compatriotas tengan más oportunidades y acceso a empleos de calidad para levantar su nivel de vida, para eso hay que saber bien de qué se trata el Uruguay, qué tipo de economía es, hay que conocer la historia de la economía uruguaya y evaluar el presente. Existe una tendencia a que los tratamientos recomendados por organismos sean muy parecidos, pero los países son muy distintos.
¿Cómo lo evalúa usted?
Uruguay es un país único, no estamos tan mal como la mayoría de los países de América Latina, pero nos falta bastante todavía para llegar al nivel promedio de ingreso per cápita de los países de la Unión Europea (US$ 34.000). Seguimos dependiendo básicamente del sector agropecuario, mientras que el sector manufacturero ha ido desapareciendo. Seguimos apostando cada vez más al agro, que es el sostén del país, pero el problema es que no es suficiente para generar empleos de calidad en todo el territorio nacional. Hay que buscar otras actividades, tratar de fomentar mayor industrialización en los procesos, no exportar tanto en una etapa muy primaria de la producción, sino ir agregando valor. Pero lograr consensos para el cambio es muy difícil en función de que todo cambio implica ganadores y perdedores, y los potenciales perdedores tienen poder de veto. Por ejemplo, en la reforma jubilatoria no logramos unanimidad, por más que en el fondo todo el mundo sabía que había que hacerla.
Hace muchos años es docente de la Universidad de Montevideo (UM). ¿Cuál es la importancia de la formación de los jóvenes en esta materia?
A mí siempre me gustó la docencia. Cuando llegué al Uruguay en los años 80 di clases en la Universidad de la República, luego una década en la ORT, y ahora hace 10 años que estoy en la UM. También he ido a Estados Unidos como profesor visitante. Me gusta transmitir mis conocimientos y experiencias a las generaciones que tienen esa inquietud en la economía y las finanzas. Para mí es muy enriquecedor y me obliga a mantenerme muy aggiornado. Es una disciplina que cada vez gana más adeptos, creo que movidos por estímulos similares a los que tuve yo, tratando de entender los problemas con miras a solucionarlos. Yo siempre pensé en la disciplina económica como una especie de requerimiento para entrar al sector público para tomar las decisiones que hicieran falta para mejorar los niveles de vida de la población. En Uruguay hay mucha gente que tiene ese deseo de contribuir, pero para eso hay que prepararse, y yo de esta manera siento que también estoy contribuyendo indirectamente al desarrollo del país.
En línea con lo que decía, Uruguay es conocido por su estabilidad económica y financiera dentro de la región. Pero, ¿cuáles son los principales desafíos que enfrenta?
Siguen siendo los mismos de antes. Desde el 2002 en adelante la estabilidad financiera ha estado muy bien controlada. Nuestro sistema bancario es pequeño, pero es sólido, quizás no cumpla con todo lo que uno esperaría en materia de financiamiento al desarrollo e innovación, o sea, el crédito está muy concentrado en sectores tradicionales y faltaría otro tipo de financiamiento, otras modalidades, más uso del capital y menos uso del endeudamiento para startups, para gente que quiere lanzarse en una iniciativa empresarial. Le falta cierta sofisticación y profundidad a nuestro mercado de capital, por eso la importancia del sistema bancario es tan fuerte.
En relación al crecimiento económico creo que no estamos aprovechando las oportunidades, seguimos a la espera de ver si el Mercosur algún día vuelve a enchufarse o si va a seguir siendo un problema en el futuro. Se habla mucho del Transpacífico, de China, lo cual puede solucionar algún problema, pero también puede crear algún otro. Para un país pequeño como Uruguay existen nichos y oportunidades que no explotamos suficientemente. Muchas veces hace falta una combinación del sector empresarial con el sector público para crear industrias nuevas y penetrar en nuevos mercados.
El gobierno ha intervenido en las últimas décadas para traer proyectos grandes al Uruguay, lo hemos visto en el sector de la celulosa y otros, pero en cuanto a llevar proyectos grandes uruguayos hacia afuera estamos donde estábamos hace 50 años: carne, algunos cultivos. A título de ejemplo, sectores como la lechería tienen un potencial enorme. Hace dos años que hay una escasez de fórmula para bebés en Estados Unidos. Uruguay produce leche en polvo de excelente calidad, podría producir mucha más si tuviera los mercados asegurados para colocarla, y así les aseguraría a los tamberos un ingreso mayor. Dentro de la excelente relación que mantienen los gobiernos de Uruguay y Estados Unidos, ¿se ha tocado el tema?
¿Cómo analiza las condiciones del crédito al consumo en Uruguay? ¿Cuál es la experiencia internacional al respecto?
Los topes a las tasas de interés son bastante comunes, un estudio del BM enumera 76 países que los usan. Es un tema de protección al consumidor. El crédito depredador se aprovecha de gente que no tiene suficiente educación financiera para darse cuenta de que se está endeudando en condiciones nefastas que tarde o temprano la llevarán a una situación de incumplimiento. Hay que evitar que esas situaciones proliferen y sean apoyadas por la estructura de tasas en el país. El consumidor generalmente no mira la tasa de interés al endeudarse, lo que mira es la cuota, y si piensa que puede pagarla se mete en ese préstamo. Pero esa cuota puede esconder una tasa de interés del 100% o más, lo que en un país de inflación del 6% sería criminal si no existiera una ley que lo habilita. A mi juicio, si la tasa media del crédito al consumo estuviera en 40%, la tasa tope tendría que estar en el 60%.
Hay instituciones que prestan a tasas muy elevadas y ahí la morosidad es mayor. Terminan vendiendo la parte de la cartera morosa con baja probabilidad de cobro a terceros que se especializan en ello. Si estos “cobradores” compran cartera morosa por un 10% del valor nominal y logran cobrar el 20% ya es un negocio que rinde 100% de ganancia. Esto es lo que a nivel internacional se conoce como los fondos buitres. Acá en Uruguay tenemos nuestro pequeño mercado de pichones de buitre que prolifera. Es un problema grande.
¿Cómo ve en este contexto la propuesta de Cabildo Abierto para atender la situación de endeudamiento de las personas físicas?
Son dos problemas distintos, pero muy conectados, es decir, el problema del endeudamiento no existiría si las tasas no fueran tan astronómicas. Lo que busca Cabildo es, por un lado, bajar las tasas y, por otro, solucionar el endeudamiento, lo que implica reestructurar esas deudas ya existentes para sacar de esa situación de muerte cívica a los 750.000 uruguayos que figuran en el registro de deudores irrecuperables del BCU. Se propone un mecanismo o proceso que recalcule la deuda de estas familias a una tasa de interés razonable y les permita hacer frente a ella. De esa forma, después de haber cumplido con los compromisos que asuman para repagar la deuda original, podrían reingresar al sistema económico-financiero normal y acceder al crédito y a otros servicios de los que están vedados por sus antecedentes.
Usted hace tiempo que viene advirtiendo por el problema del atraso cambiario. ¿Qué lectura hace hoy sobre esto?
Hay un atraso fuerte, una pérdida de poder adquisitivo del dólar en Uruguay. La carestía está llegando a un nivel con pocos precedentes, se puede comparar con los meses previos al 2002 y al 82, o sea, estamos en una situación donde salvo algunas actividades principalmente agropecuarias, los márgenes de rendimiento son casi nulos y eso tiene un impacto sobre el dinamismo del país.
¿A qué atribuye esta situación?
Yo sostengo que mucho tiene que ver con el ingreso de capitales que buscan beneficiarse de la diferencia entre la tasa de interés en pesos y la tasa de interés en dólares. Hoy un inversor puede traer dólares al Uruguay, cambiarlos a pesos, colocarlos al 10-11% en Letras de Regulación Monetaria (LRM) y, si durante el plazo de la colocación no hay ninguna depreciación del peso, se lleva como mínimo una tasa de interés del orden del 7% en dólares, lo cual supera bastante lo que podría conseguir en Estados Unidos. Ese ingreso fuerte de capitales presionó hacia abajo el precio del dólar.
¿Hasta cuándo se puede estimar que seguirá así?
Nadie sabe, pero si realmente se quisiera aumentar el dólar, lo primero que habría que hacer sería ir bajando la tasa de interés de las LRM. Ya se hizo un pequeño intento, pero habría que ir haciéndolo con más frecuencia hasta llegar a un nivel del 8%, y ahí podríamos ver un dólar que pase de vuelta el tope de 40 pesos. Acá no solo tenemos topes a la tasa de interés, también parece que tenemos topes para el tipo de cambio. Por otra parte, hay muchos beneficiados por un dólar barato, el primero es el Estado, que necesita juntar US$ 4.300 millones para pagar los intereses el año que viene, y si los puede comprar a 36 o 37 es mucho mejor que comprarlos a 45, además, el impacto inflacionario sería bastante menor.
Se habla mucho de la pérdida de la importancia del dólar en el concierto mundial y el eventual ascenso del yuan. ¿Qué opinión le merece?
Hay mucha gente que se ha fundido pronosticando prematuramente la desaparición o la debilidad del dólar. Si uno mira las gráficas de largo plazo, el dólar se apreció 47% frente al euro en los últimos 15 años. Estados Unidos sigue siendo la economía más dinámica del mundo, el dólar es la moneda a la cual todo el mundo acude en momentos de tensión, de incertidumbre, no es el yuan. Hoy el 60-70% de las reservas de los bancos centrales están en dólares, el 80% del comercio mundial se factura en dólares. Hay intentos para buscar otras opciones y eso es bueno, pero decir que el dólar está en vías de desaparición es una exageración, más bien es una expresión de deseo. Estados Unidos sigue siendo la economía más grande del mundo y China la segunda. Y China tiene el problema de que su moneda no es convertible porque hay demasiados controles sobre los movimientos de capitales chinos, hasta que no abra su mercado de capitales y permita el libre ingreso y la libre salida del yuan, este nunca va a ser un competidor del dólar.
El problema de las fronteras y la economía argentina “a la deriva”
Consultado sobre qué posibles soluciones le ve al problema que atraviesa el comercio en las fronteras, el experto señaló que en parte es una consecuencia de las dificultades abordadas a lo largo de la entrevista y, en el caso de Argentina, el inconveniente se ve agravado por la desestabilización de su economía, “que hace varios años está totalmente a la deriva”. Eso se soluciona con un dólar más fuerte, lo cual bajaría la brecha de precios, agregó.
Sin embargo, opinó que controlar el contrabando hormiga es “imposible” dado que no hay mucho que se pueda hacer sin llegar a medidas “impopulares” y entiende que ningún gobierno quiere eso.
En tanto, consideró que buscar una respuesta fiscal al problema es crear otro problema “igual o peor”. “Vamos a tener que seguir viviendo con esto y rezar para que las cosas en Argentina mejoren, que Brasil no se desestabilice y que Uruguay encuentre la fórmula para volver a un tipo de cambio más acorde con su perfil económico”, concluyó Coates.
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