A medida que aumentan las tensiones entre China y sus principales socios comerciales, Beijing tiene una poderosa carta que jugar: su virtual monopolio sobre la minería y el procesamiento de una amplia variedad de minerales críticos. Utilizar como arma el comercio de los materiales necesarios para las industrias avanzadas podría acarrear inmensas consecuencias económicas. Y para hacer frente a esto, los países occidentales tienen que redoblar sus esfuerzos para financiar y construir cadenas de suministro alternativas para los minerales críticos. La investigación recientemente anunciada por la UE sobre las subvenciones chinas a los vehículos eléctricos ilustra el fuerte papel de este país en las cadenas de valor de los minerales. En lo que respecta a los vehículos eléctricos, China controla gran parte de la cadena de valor: desde la extracción minera a la refinación, el procesamiento, la fabricación de baterías y la manufactura de vehículos. Incluso los vehículos eléctricos fabricados en el extranjero suelen depender de minerales refinados en China o por empresas chinas. Y a medida que aumenta la demanda de minerales como consecuencia de la transición energética, la influencia de Beijing no hace sino crecer.
Por ejemplo, las tierras raras, un grupo de 17 minerales utilizados para fabricar dispositivos como marcapasos, máquinas de resonancia magnética, drones, aviones de combate, turbinas eólicas y discos duros. China posee el 90% de la capacidad mundial de refinado de estos elementos, fundamentales para los magnetos de gran potencia requeridos en todo tipo de aparatos, desde vehículos eléctricos a iphones. Pensemos en el cobalto, un mineral esencial para muchas tecnologías de baterías. Dos tercios del cobalto mundial se extraen en la República Democrática del Congo, pero estas minas son en su mayoría propiedad de Beijing y el proceso de refinado suele tener lugar en China. Beijing también detenta una fuerte posición en materiales como el galio y el germanio, que se utilizan en la fabricación de respiradores, desfibriladores y motores eléctricos, así como en electrónica. Produce el 97% del galio y el 68% del germanio del mundo.
Pero a pesar que los Gobiernos occidentales han identificado el comercio de minerales críticos como un riesgo, los avances para hacer frente a esta dependencia han sido limitados, con la Unión Europea rezagada respecto a Japón y Estados Unidos. El problema es que, con toda lógica, las empresas privadas buscan adquirir los minerales más baratos disponibles. Al mismo tiempo, la posición monopolística de China le permite fijar los precios de algunos materiales para garantizar que sus competidores no puedan formar negocios viables. Cuando parece que un competidor gana cuota de mercado, China goza de la capacidad de inundar el mercado con el mineral y reducir sus precios. No existe ningún organismo antimonopolio mundial capaz de hacer frente al poder de mercado de China, cuyas ventajas no son geológicas, sino políticas. Las empresas chinas se benefician de los préstamos baratos de sus bancos estatales, las laxas normas medioambientales abaratan la producción y las empresas estatales de Beijing llevan décadas recorriendo el mundo en la búsqueda de concesiones mineras.
Joris Teer, analista del Centro de Estudios Estratégicos de La Haya, y Chris Miller, profesor asociado en la Fletcher School de la Universidad de Tufts y autor de “La guerra de los chips: la lucha por la tecnología más crítica del mundo”. Politico Europa.
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