En el horizonte se vislumbran crisis económicas de todo tipo, desde la elevada y creciente deuda pública, pasando por la elevada y creciente inflación, hasta el insostenible y creciente coste de la vivienda. Pero la crisis más importante a la que nos enfrentamos actualmente es una de la que nunca oímos hablar: el históricamente débil crecimiento en la productividad laboral. Es crucial mejorar el crecimiento en la productividad. Si no lo logramos, las presiones inflacionarias aumentarán aún más, tendremos dificultades para gestionar toda la deuda pública que ya hemos acumulado, y el nivel de vida de las generaciones futuras será mucho más bajo de lo que debería ser. El crecimiento de la productividad cayó significativa y abruptamente en 2007, y no se ha recuperado desde entonces. Desde 2007, la productividad ha crecido solo un 1,4% al año. Pero entre 1948 y 2006, la productividad de los trabajadores había aumentado casi un 2,6% al año. Esta diferencia de 1,2% anual es muy importante, porque con un 2,6%, la productividad, la producción y los ingresos se duplicarán cada 27 años gracias a la magia del crecimiento exponencial. Pero con un crecimiento de la productividad del 1,4% actual, se necesitan casi 50 años para duplicar la productividad, la producción y los ingresos.
¿Qué hacer? Desde hace décadas se sabe que la regulación en Estados Unidos deprime la productividad y resta recursos a los trabajadores, sobre todo a las pequeñas empresas. Pero a pesar de este reconocimiento, no se ha hecho lo suficiente. La Asociación Nacional de Fabricantes calcula que las pequeñas empresas manufactureras (las que tienen menos de 50 empleados) cargan con casi US$ 35.000 en costes de regulación federal por trabajador. El gobierno federal y los gobiernos estatales deberían crear comisiones bipartidistas para evaluar las regulaciones desde la raíz y determinar qué regulaciones no satisfacen una evaluación de coste-beneficio y eliminar las que no están a la altura.
Lee E. Ohanian, en The Hill (Estados Unidos)
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