EE.UU. establece políticas en materia energética que buscan administrar su transición hacia la energía solar, a fortalecerse en términos de seguridad y soberanía energética, a mejorar las condiciones laborales, y a mejorar los costos de suministro. Para ello el Senado de ese país acaba de aprobar una legislación sobre cambio climático tendiente a impulsar la fabricación de componentes de la industria de energía solar en EE.UU., buscando un camino de autonomía frente a China. La normativa incorpora un conjunto de beneficios fiscales tendientes a impulsar esa industria. Sin embargo, varios estudios ponen en dudas que este sea el camino adecuado.
En los últimos 10 años la energía solar se ha posicionado como un nicho emergente en las industrias maduras de energía, ganando cada vez más peso. El informe sobre Energía Fotovoltaica publicado en febrero de 2014 por el Departamento de Energía de EE.UU. estima que para 2035, “la energía solar podría satisfacer el 40% o más de la demanda de electricidad de EE.UU., acelerando drásticamente la descarbonización de edificios, transporte e industria; y, si las tendencias tecnológicas actuales continúan, podría hacerlo sin aumentar el precio de la electricidad”. Este trabajo, entre otros, destaca que la aceleración de la expansión de la energía solar es cada vez mayor y que generaría beneficios en términos ambientales, económicos y sociales tanto para la población en general como para la mano de obra directa e indirecta.
Estas medidas se fundamentan en la importancia de lograr seguridad y autonomía energética, principalmente de China, avanzando en la transición hacia energías limpias e impulsando una industria con importante capacidad de generación de empleo calificado y con buenos niveles salariales.
Sin embargo, algunos analistas advierten que incentivar un aumento en la producción estadounidense de módulos solares puede ser una medida contraproducente si el objetivo es disminuir la dependencia de China, el principal productor y exportador de los insumos críticos para su fabricación. Una medida de este tipo podría terminar provocando una debilidad estratégica, ya que China domina la cadena mundial de producción de energía solar. En pocas palabras, no existe forma que EE.UU. transite por el camino planteado sin aumentar su dependencia de China y de sus filiales en el sudeste asiático.
Este tema queda expuesto en los informes presentados por el Departamento de energía de EE.UU. donde se analizan los diferentes sectores y hasta se proponen esta medida. En un artículo reciente publicado por el Peterson Institute for International Economics, el experto Cullen S. Hendrix concluye que la normativa constituiría un gran avance en lo que refiere al cumplimiento del ambicioso objetivo de la administración Biden de reducir las emisiones en un 50% para el 2030. Pero para Cullen, esto no garantizaría la seguridad de la cadena de suministro solar.
La realidad es que el gigante asiático se ha constituido en el principal proveedor de cualquier transición energética posible, lo que le permite ejercer una posición dominante para fijar los precios globales de la tecnología.
TE PUEDE INTERESAR