El economista argentino y actual director de la consultora Synthesis Argentina, quien fuera presidente del BCRA entre 2014 y 2015, Alejandro Vanoli, conversó con La Mañana acerca de la compleja situación que vive el vecino país. El especialista, que cuenta con experiencia de casi tres décadas en diversos cargos técnicos y ejecutivos de organismos económicos nacionales, se refirió a los posibles escenarios del próximo gobierno y advirtió que una dolarización generaría una crisis social sin precedentes, aumentando la pobreza y la desigualdad.
¿Qué reflexión hace sobre la situación político-económica de Argentina?
Argentina vive una situación compleja como consecuencia de la yuxtaposición de varios shocks pasados y presentes: la crisis de 2018 producto del modelo de endeudamiento de Mauricio Macri; el impacto de la pandemia que obligó al Estado argentino a apoyar a personas y empresas estando endeudado y en default parcial de su deuda por las políticas de dicho gobierno; la guerra de Rusia y Ucrania que tuvo un efecto neto negativo en términos de intercambio; la sequía de fines de 2022-2023 que tuvo un impacto negativo en US$ 20.000 millones en exportaciones y una pérdida fiscal de 1% del Producto Bruto Interno (PBI). La crisis política del Frente de Todos y su impacto en la gestión completan un cuadro con un círculo vicioso de alta inflación y expectativas cambiarias negativas que agravan la mayor dolarización, tradicional en años electorales, que se potencia por las propias propuestas de maxidevaluación y dolarización de la oposición en sus dos variantes, Milei y Bullrich, que pueden ser gobierno en Argentina.
El momento actual tiene similitudes con la época en la que asumió Menem, dada la hiperinflación del 89, que derivó en el famoso Plan Bonex. ¿Cómo recuerda ese acontecimiento? ¿Cuál es la vigencia de lo que ocurrió en aquel entonces o las semejanzas con la realidad de hoy?
Argentina tiene una elevada inflación, pero muy inferior a la de 1988-1989. El déficit fiscal de 2,4% en 2022, que se agravó este año por la sequía, tampoco es comparable al de fines de 1980, que más que triplicaba ese nivel, como tampoco es comparable el nivel de financiamiento monetario. La política monetaria contractiva en 2022 y 2023 hace muy improbable una hiperinflación. Sí hay un riesgo político si Milei sale fortalecido en las elecciones de octubre y su propuesta de dolarización, tan inviable como insensata, es percibida como posible. Las perspectivas de una conversión forzosa de activos en bonos en un futuro gobierno de La Libertad Avanza serán más probables por la insuficiencia de reservas para convertir todos los pasivos monetarios.
¿Las posibles salidas que ahora están sobre la mesa van por el mismo camino? Porque cuando Milei propone la dolarización está hablando de una salida similar a la de Cavallo, y de hecho sus asesores son Carlos Rodríguez y Roque Fernández, dos de los artífices del plan de convertibilidad.
La dolarización sería una vuelta de tuerca a la convertibilidad, pero más dañina y de más difícil reversión. Ese régimen llevó a niveles de desempleo superiores al 20% en Argentina y una pobreza de más del 50% como resultado de la desarticulación del aparato productivo. Las consecuencias sociales de la convertibilidad solo pudieron ser parcialmente revertidas desde 2002, empeoraron desde la crisis de 2018 y se agravarían de aplicarse dichas recetas que no solo fracasaron en Argentina, sino que no se aplican en ningún país desarrollado o emergente relevante a nivel mundial.
¿No empezaremos a presenciar ahora el proceso hiperinflacionario de licuación? Si para dolarizar primero hay que licuar todos los pesos, ¿no será que el mercado se anticipará a esto previendo una dolarización y se convertirá en una profecía autocumplida, y después de esto no quedará otra alternativa que la dolarización?
Es un riesgo si se percibe que la oposición puede ganar las elecciones e implementar en el gobierno esas políticas, por la dinámica de crisis cambiaria y financiera que provocarían. La propia Patricia Bullrich habló de hacer lo que se hizo entre 1989 y 1991, durante el gobierno de Menem –devaluación, ajuste, reforma del Estado, privatizaciones–, “en menos tiempo”. La devaluación que impuso el Fondo Monetario Internacional (FMI) aceleró la inflación en forma previsible dado que Argentina es un país con ajuste muy rápido de los precios al tipo de cambio. Es imprescindible una estabilización del tipo de cambio y los precios, construyendo un puente hasta diciembre, tras el nuevo daño que generó el FMI con la devaluación en Argentina –como en 2001 y 2018–, y a su vez que el ministro/candidato logre posicionarse como favorito de cara a la casi segura segunda vuelta electoral de noviembre contra Milei para evitar esa dinámica. Un nuevo gobierno de Unión por la Patria podrá aplicar un plan antiinflacionario que evite una hiperinflación y una dolarización que agraven el cuadro social, y que permita alcanzar un crecimiento sostenido.
Más allá de lo que pueda suceder, ¿cuál es su opinión sobre la propuesta de dolarizar? Considerando la experiencia de otros países que han dolarizado su economía, ¿cuáles podrían ser las implicaciones para la estabilidad financiera y el crecimiento económico de Argentina?
Una dolarización implica renunciar a instrumentos de política monetaria y cambiaria que permiten amortiguar shocks y hacer políticas anticíclicas. Las crisis han demostrado que los países con mayores instrumentos de política pueden atravesar mejor las crisis globales. La depresión estructural de Grecia atada al euro sin poder devaluar para mejorar su competitividad, es un claro ejemplo de una trampa que perpetúa el estancamiento y el endeudamiento.
Por otro lado, la dolarización no reduce la inflación. Los precios de los bienes y especialmente servicios no transables y las claras diferencias de estructura de mercado impiden un ajuste automático de los precios a la inflación de Estados Unidos.
Por otra parte, se queda atado definitivamente al ciclo de Estados Unidos o del país de la moneda patrón sin poder compensar los efectos de devaluaciones o apreciaciones de dicha moneda. La dolarización impide tener ganancias de competitividad, situación que puede agravarse si la productividad del país no supera a la del principal país hegemónico, que cuenta con una supremacía militar, financiera y tecnológica que le permite alta productividad. La experiencia de la convertibilidad –que fue un experimento menos profundo que dolarizar–, exitosa para bajar la inflación, pero muy negativa en términos de desempleo estructural, distribución del ingreso, déficit fiscal y externo, además de endeudamiento, es claramente ilustrativa.
Asimismo, la dolarización no reduce la restricción externa al desalentar las exportaciones, suprimiendo el síntoma de los desequilibrios, en este caso el tipo de cambio, pero no el problema estructural.
Con la dolarización no habría un prestamista de última instancia, lo que impide reducir el riesgo sistémico del sistema financiero, ya que es imposible que la Fed acepte ser prestamista de última instancia del sistema financiero argentino como no lo es de otros países.
La dolarización tampoco resolvería de por sí los desequilibrios fiscales, ligados al crecimiento de la economía que depende del consumo, inversión y exportaciones, factores de demanda que se verían comprometidos. Desaparecerían los ingresos por señoreaje y no se solucionarían los problemas de endeudamiento ni el riesgo de default.
Por lo demás, como decía anteriormente, la dolarización solo podría ser posible con una maxidevaluación que licuaría sustancialmente los ingresos populares, generando una crisis social sin precedentes, espiralizando la inflación y luego cristalizando un país fracturado, con desaparición de sectores productivos con valor agregado y aumentando la pobreza y la desigualdad, además del impacto de un mayor peso de la deuda por la devaluación.
¿Cuál sería el efecto de esto para la región y en particular para Uruguay?
Creo que una inestabilidad económica en Argentina no es buena para Uruguay ni para el conjunto de los países vecinos de la región. Más allá de especulaciones de corto plazo o incluso las diferencias en el ámbito del Mercosur, no cabe duda de que un mayor y mejor proceso de integración regional es lo mejor para Argentina, para Uruguay y para todo el bloque.
El ingreso de Argentina a los Brics abre una oportunidad para una integración global de Argentina multipolar que priorice una integración regional que potencie al Mercosur, no solo desde el punto de vista del comercio, sino de la producción, el empleo, el desarrollo científico-tecnológico, la infraestructura, desde una perspectiva de desarrollo que fortalezca a todos los países y especialmente a las regiones y personas que más lo necesitan.
En otro orden, ¿cómo fue en su momento la transición a la administración de Macri? ¿Cómo se generó la deuda? ¿Cómo fue que entregaron la economía con la deuda reestructurada y mínima, y en el período de Macri se liberó el tipo de cambio, pero a base de deuda, por lo que cayó, y se acumuló una deuda enorme a nivel del Banco Central? ¿Cuál es la salida de esto? ¿Cómo se podría normalizar un mercado cambiario? ¿Cómo se podría salir del cepo?
Durante 2015 y estando yo a cargo del Banco Central planteé que la unificación del tipo de cambio debía ser gradual. Argentina tenía una deuda del 45% del PBI –hoy es el doble– y había bajado 13 puntos la inflación de un pico del 38% en 2014 a 25% en octubre de 2015.
Scioli, el entonces candidato oficialista, y Massa, en ese momento opositor, compartían el planteo: había que fortalecer las reservas y cerrar el tema de los fondos buitres, para así eliminar las restricciones cambiarias en un plazo de 180-360 días.
En el equipo de Macri hubo divisiones al respecto, pero finalmente Macri decidió eliminar el cepo de golpe, un cepo mucho más light que el que reintrodujo en 2019, argumentando falazmente que los precios ajustaban al dólar paralelo y no tendría impacto en la inflación devaluar. Las consecuencias fueron funestas, la inflación subió de 25% a 41% anual como resultado de la devaluación. Tanto Bullrich como Macri quieren repetir ese terrible error que beneficia a unos pocos en una economía con el doble de brecha cambiaria, de endeudamiento, y el cuádruple de inflación que ocho años atrás.
Por último, ¿qué lectura hace acerca de la situación actual de Argentina y sus posibles escenarios futuros de acuerdo al resultado que se obtenga en las próximas elecciones?
Más allá de numerosos errores que cometió el actual gobierno, Argentina está ante la histórica encrucijada, pero en una fase crucialmente dramática de la misma. Por un lado, la posibilidad de un proyecto soberano, con un Estado presente para sostener la producción y reparar las desigualdades sociales. Por el otro lado, un proyecto ultraconservador en dos vertientes: una versión autoritaria y recargada del gobierno de Macri y otra fascistoide que quiere eliminar el Banco Central, romper relaciones con Brasil y considera a la justicia social como un concepto “aberrante”.
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