No son pocos los economistas que advierten que hay “inconsistencias” en la política macroeconómica y Javier de Haedo es uno de ellos. En diálogo con La Mañana, quien fuera subsecretario de Economía y director del Banco Central del Uruguay (BCU), argumentó por qué entiende que el rumbo que ha tomado la entidad de contralor es equivocado. Además, aseguró que la meta inflacionaria del 3,7% “quedó en el olvido” y opinó que debería reemplazarse por una “más realista”.
Hace tiempo que usted viene hablando de la “inconsistencia” entre las políticas monetaria, cambiaria, fiscal y salarial. ¿Puede profundizar al respecto?
La inconsistencia surge de que se pretende compensar aplicando una de las políticas en mayor medida cuando alguna de las otras no está siendo aplicada. Para graficarlo, imaginate que el médico tiene que darte tres medicamentos combinados, pero hay uno que no está en la farmacia, entonces, él no te va a dar el doble de uno para compensar el que no tiene; eso no lo hacen los médicos y tampoco funciona en economía.
Y si la política fiscal o la política salarial tienen problemas, eso no debe compensarse con más política monetaria, porque a su vez se generan otros problemas. La política fiscal todavía está lejos de llegar a los niveles que debería, porque el gobierno eligió un ajuste gradual de las finanzas públicas, por lo menos hasta ahora ha sido así. En la política salarial es más clara la inconsistencia, dado que el gobierno mantiene plenamente la regla de indexación que había en períodos anteriores, le ha sumado cláusulas de recuperación y les ha pedido a los empresarios que las adelanten en el tiempo, por lo tanto, hay una política salarial que va a hacer más difícil que la inflación baje por esa inercia que le imprime al sistema de precios.
En entrevista con La Mañana, el economista del Cinve, Adrián Fernández, sostuvo que “si el BCU continúa aplicando la principal medida que tiene en su arsenal, es decir, los aumentos de la tasa de interés, corre también un riesgo alto de fracasar: recortar o retrasar la recuperación de la actividad económica sin conseguir una reducción significativa de la inflación”. ¿Coincide con esa visión?
Coincido completamente con Adrián, coincido también con Jorge Caumont, que en sus últimas columnas ha estado hablando de este tema, y con un montón de otros colegas que no han hecho públicas sus posiciones pero que tienen serias discrepancias con la conducción del BCU. No somos dos o tres que un día se nos ocurrió criticar al BCU por lo que está haciendo y por los riesgos que le imprime a la economía, somos varios, y me siento muy bien acompañado por numerosos y valiosísimos colegas en esta tesitura.
¿Se podría decir entonces que no tiene sentido mantener rígidamente el objetivo de inflación al costo de una caída importante del tipo de cambio?
Es que no sabemos cuál es el objetivo de inflación. ¿Es el del BCU que está entre 3% y 6% desde setiembre y que se supone que iba a seguir bajando en el futuro para converger a la meta del Ministerio de Economía (MEF) de 3,7% en 2024? Pues bien, tendrían que haber corregido el rango hacia abajo otra vez para ser consistentes con esa meta. Yo tengo la impresión de que la meta del 3,7% ya quedó en el olvido, lo cual es muy razonable, y sería bueno que en esta Rendición de Cuentas el MEF estableciera una nueva meta más realista.
Pero quedémonos con que el BCU pretende que esté abajo del 6%… le va a costar mucho lograrlo, por lo menos de manera permanente, porque ha estado dentro del rango ocasionalmente. En los últimos 180 meses estuvo 15% de las veces dentro del rango, pero el 85% restante estuvo por encima, y más del 20% de las veces arriba del 9%, entonces, la historia del BCU con la inflación es claramente de fracasos. Que pretendan mostrarse en una posición tan contundente después de tantos fracasos es una cosa que al menos a mí me haría actuar de otro modo.
¿Qué análisis hace con respecto a la caída del tipo de cambio, que implica una pérdida de competitividad para algunos sectores?
Que han provocado su caída de manera extraordinaria y sin fundamentos; el peso uruguayo es de las monedas que más se han apreciado en los últimos meses y desde un punto de partida en el cual ya estábamos caros, o sea, estábamos apreciados. Parte de la apreciación tiene algo que ver con lo internacional, pero es esencialmente una consecuencia de políticas domésticas, lo que ha llevado a los agentes económicos a pasarse de dólares a pesos. Ahí lo que menos importa es la nacionalidad del que lo hace, es tan relevante que lo hagan residentes como no residentes.
Lo del tipo de cambio es un daño autoinfligido y no tiene ningún fundamento lógico ni económico. Da la impresión de que algunos de los que defienden esto piensan que los únicos a los que les es relevante el dólar son los que producen soja, pero hay un montón de sectores que agregan valor industrial en Uruguay y no son exportadores se soja, a quienes cada vez les es más caro agregar valor, o que compiten con productos importados o están en el sector turístico.
Recién decía que usted actuaría de otro modo luego de tantos “fracasos”. ¿Qué debería hacer el BCU entonces? ¿Cuáles son las alternativas posibles?
Caumont ha propuesto que el BCU suspenda los aumentos de la Tasa de Política Monetaria que tiene programados. Para empezar, tendría que hacer eso. Y en todo caso los que tienen que hacer cosas son otros, no solo el BCU. La política salarial, así como está, va a jugar en contra de la inflación hasta el final del período. También es un error que el MEF se lave las manos y diga que la inflación es un tema del BCU.
¿Cómo ve al Uruguay en términos de competitividad?
La competitividad no es una materia monotemática, hay muchas cosas profundas que los países tienen que hacer para ser más competitivos, pero tampoco se excluye la cuestión cambiaria de la que hablábamos antes, porque por más que el país tenga determinadas condiciones de competitividad, si yo deprimo el tipo de cambio un 15% en cinco meses, alguien va a tener algún problema.
El tema es que hay otras cuestiones que hacen a la competitividad que tienen que ver con reformas que mejorarían la productividad del Uruguay, por ejemplo, el capital humano, la reforma de la enseñanza, una mejor inserción internacional, pero nuestro sistema político tiene un ADN lento en ese sentido. Es decir, el propio ADN uruguayo muestra lentitud para hacer todas esas reformas, y sería bueno que fuéramos un poquito más rápido porque hay muchas asignaturas pendientes.
¿Considera de recibo el planteo de revisar el régimen de exenciones fiscales?
Acá hay dos cosas. Una es que el mundo va hacia una discusión seria sobre las zonas de baja tributación, que no están bien vistas porque implican una elusión tributaria a escala global, con alguien que viene a pagar impuestos acá porque son más bajos. Ese es un tema que Uruguay tarde o temprano tendrá que enfrentar. Por otro lado, hace unos años hubo un estudio de un organismo internacional que mostraba que algunas de esas inversiones se hubieran realizado de todos modos, sin esos mecanismos beneficiosos. Lo que hay que hacer es un análisis más fino para detectar cuáles son las inversiones que realmente se realizarían y las que no, para focalizar mejor el beneficio.
Recientemente publicó el libro “Economía para Matías”. ¿De qué se trata?
Es un libro en el cual le cuento sobre la macroeconomía a mi hijo de 14 años de un modo que sea entendible para él y para la gente de su edad, y también para sus padres, porque en estas semanas he encontrado ese eco de muchos adultos que me dijeron que lo compraron para sus hijos, pero que ellos también lo iban a leer. Es un repaso por los distintos temas de la macroeconomía en un lenguaje llano, dando muchos ejemplos, mostrando números y gráficas.
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