Durante la emergencia sanitaria, las editoriales y librerías han buscado soluciones para sobrevivir, apostando al comercio electrónico y las facilidades que ofrecen las nuevas plataformas.
Uruguay es de los países con más librerías por habitante, y aunque la mayoría se concentra en Montevideo, también hay variedad en el interior del país. Entre las diferentes ramas de la cultura, la industria editorial fue una de las menos perjudicadas por la pandemia que afecta a la población.
Si bien dentro de los dos primeros meses de la emergencia sanitaria el sector sufrió un gran impacto, prontamente remontaron la situación. Incluso en los meses donde la población permaneció mayormente en sus hogares, varias librerías mantuvieron sus puertas abiertas al público. De hecho, las grandes cadenas son las que recibieron el mayor impacto, como las ubicadas en los shoppings, que cerraron el pasado 18 de marzo y volvieron a abrir el 9 de junio, casi tres meses de cero ventas.
Consultado por La Mañana, Amir Hajjoul, director general de Editorial Planeta, comentó: “En julio ya estábamos alcanzando niveles previstos antes de saber todo lo que iba a ocurrir. Hoy las ventas están como en la ‘vieja normalidad’”.
Las ventas de comercio electrónico se duplicaron
En Uruguay el comercio electrónico no está completamente desarrollado. Esta situación alertó a muchas empresas a comprender su importancia y a invertir en las ventas en línea. Las compras por internet se han vuelto costumbre, y ello obliga a las editoriales a brindar mayor información sobre cada libro, una atención superior en cuanto a las entregas, facilitar la accesibilidad, promover que el autor apoye el libro, entre otras.
Claudia Garín, directora editorial de Planeta resaltó que “este fue el medio de supervivencia de muchas librerías, principalmente de librerías de barrio. Sin dudas dicha herramienta logró generar un impacto más que positivo”.
Aunque las plataformas constituyen muy buenos soportes para diferentes propuestas comerciales, es innegable el hecho de que las redes no pueden sustituir la vivencia o la experiencia del lector sumergido en una librería. El director de Planeta agregó: “Yo soy de los que piensa que el libro tiene algo muy folclórico y muy personal. Cuando uno acude a una librería lo hace a modo de paseo, quizá con la intención de comprarse un libro y termina creyéndose cinco. Por el contrario en el e-commerce no estamos acostumbrados a eso; simplemente vi tal novela que me gustó, entro, la busco, la compro y listo. No hurgas ni en contenido ni en autores”.
El libro en formato papel ha sobrevivido al desafío del libro electrónico
En Uruguay las cifras en cuanto al consumo de libros digitales no son significativas. Sin embargo constituye un factor interesante ya que a nivel internacional es la vidriera más fuerte y se cree que con el pasar del tiempo por medio de los mismos se podrá conquistar más sectores.
Las compras por internet se han vuelto costumbre, y ello obliga a las editoriales a brindar mayor información sobre cada libro
La industria avizora un futuro largo de coexistencia de ambos soportes. A nivel mundial hace una década parecía arrollador el libro electrónico, luego entro en una planicie y el libro impreso, que había caído, comenzó una lenta recuperación. Hay razones como para afirmar que no son sustituibles y que por lo tanto el libro en formato papel no se enfrenta ante ningún tipo de amenaza.
Las obras de autores nacionales
Se realizan campañas constantemente por parte de distintas organizaciones en las cuales el énfasis está puesto en los libros de autores nacionales, a través descuentos en los mismos o por medio de lanzamientos fuertes. Hay un lector que está interesado en obras nacionales, pero a pesar de ello, hay géneros específicos como la ficción en los cuales el consumidor siempre se vuelca más hacia lo que es un best seller internacional, que al fin y al cabo son los que le aseguran al librero su facturación mensual.
Jorge Artola, dueño de Diomedes Libros asegura que “la sociedad uruguaya está orgullosa de sus autores. Lastimosamente eso no se traduce en un apoyo explícito y consciente, más allá de algunos premios, incentivos y becas. Sería interesante ver la experiencia de Corea del Sur que definió a su industria cultural como un sector clave y hoy en día sus autores llenan las ferias internacionales del libro.”
Lo estándar es que el derecho de autor sea de un 10% por libro vendido, ya que en la cadena del libro no participa solo la editorial y el autor, sino que además hay costo de producción, promotores, distribuidores, entre otros. Un best seller local, con las dimensiones que posee nuestro país, puede llegar a vender entre 15000 y 20000 ejemplares, queda en evidencia que no se puede vivir exclusivamente de los ingresos generados por el derecho de autor.
En busca de generar estrategias para atraer a nuevos lectores, un gran impulso sería que el Estado volviera a apostar a fortalecer las bibliotecas a través de licitaciones de libros hacia las mismas, que de hecho en los años 90’ y principios de los 2000 las tenían. Artola agrega que sería interesante que una vez al año esos departamentos culturales además de recibir lectores, puedan ofrecer a los mismos una bibliografía renovada con publicaciones actuales. “Esto sería clave ya que la lectura forma parte de la formación del ciudadano”, explicó.
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