Posición dominante
La preocupación con la inflación se debe principalmente al hecho que nuestros ingresos van a la zaga de los precios, causándonos una pérdida real en el valor de nuestro consumo e impactando nuestra capacidad de ahorro. Dado que la inflación se caracteriza como un alza generalizada de los precios (generalmente de origen monetario), es normal combatirla con las herramientas macroeconómicas al alcance del gobierno, típicamente la cantidad de dinero, el tipo de cambio o la tasa de interés.
En cambio, existen otras alzas de precio que responden a un origen microeconómico, pero que impactan con igual o mayor intensidad en el presupuesto familiar. No son generalizadas, sino que se circunscriben a mercados específicos caracterizados por estructuras vulnerables a su control por participantes que adquieren –ya sea individual o grupalmente– una posición dominante. La carestía de sus productos responde más a un afán de lucro que a las condiciones generales de la economía.
Por supuesto que ningún gobierno dispone de los recursos para monitorear los miles de mercados de distintos bienes y servicios que componen cada economía, ni de la autoridad para imponer topes a los márgenes de utilidades u otros parámetros que limiten el entusiasmo empresarial. Siempre habrá excesos, pero corresponde a las autoridades determinar cuáles casos ameritan una intervención oficial. A estos efectos siempre es útil disponer de legislación habilitante y de una defensoría del consumidor con suficientes poderes y recursos para detectar las prácticas abusivas e imponerles coto.
Históricamente se han enfocado los mercados de importancia estratégica. El desmantelamiento de monopolios (“trust-busting”) en los EE.UU. apuntó a la Standard Oil de los Rockefeller, la red financiera de J. Pierpont Morgan y décadas después a la telefónica Bell. Hoy en día se comenta que están en la mira las megaempresas digitales. En Uruguay, los monopolios generalmente han sido estatales, justamente para evitar posiciones dominantes del sector privado en áreas sensibles.
Más micro y menos macro
Una de las ideas más persuasivas de la economía como disciplina académica es que, si se logra aplicar las reglas correctas para el funcionamiento de cada mercado individual, el funcionamiento de la economía en su conjunto (producción eficiente, precios y salarios adecuados, inversión necesaria, distribución apropiada, pleno empleo, desarrollo nacional, etc.) se dará por añadidura.
Pero la experiencia, por otro lado, nos muestra que los mercados individuales raramente son libres, competitivos y eficientes. Salvo que haya regulación preventiva, rápidamente se produce la concentración del poder en pocas manos y los resultados distan de ser óptimos desde un enfoque social. Las más veces, sin embargo, la regulación (o su ausencia) tienden a perpetuar las condiciones de privilegio. En muchos mercados el diablo está en los detalles, oculto entre los decretos especiales y edictos olvidados, desde donde ejerce una posición dominante. Es notoria la dificultad de ingresar al país productos que puedan competir con los intereses ya establecidos en el rubro.
De todas formas, en nuestro país parece predominar una actitud prescindente en cuanto al abuso de posición dominante en los mercados, especialmente cuando toma la forma oligopólica (más de una empresa integrante). Quizás sea por la reducida dimensión de algunos mercados, o por la complejidad legal de los regímenes vigentes.
Tampoco es fácil identificar el rango intermedio donde coexisten el incentivo empresarial de producir y la satisfacción de las necesidades del consumidor a precio razonable, ya que requiere un conocimiento detallado de cada mercado. Si bien la información suele estar al alcance de los participantes en el mercado, muchas veces excede la capacidad de recabar y procesar datos por parte del Estado.
Las exigencias de la importación –especialmente para artículos de índole alimenticio y medicinal– pueden transformarse en verdaderas trabas tanto en tiempo y recursos para quienes no estén familiarizados con las decenas de miles de posiciones en el código aduanera, especialmente las que contemplen productos competitivos con otros importados que ya figuran en plaza.
La acción colectiva
Quizás un ejemplo real de la vida cotidiana ilustre las enormes diferencias de precio que existen dentro de Uruguay y en comparación con otros países. Un popular antihistamínico (antialérgico), cuyo ingrediente activo es la cetirizina, se vende bajo receta en Uruguay en las grandes cadenas farmacéuticas en dos versiones: una importada de suiza ($2.547 la caja de 30 comprimidos) y una versión genérica nacional ($576 la caja de 10 comprimidos). En los EE.UU. –donde son muy estrictos en la venta de medicamentos– se consigue sin receta otra versión genérica en el supermercado en un frasco de 365 comprimidos por el valor de US$ 11.89. A continuación se presenta el comparativo en pesos, que muestra sin duda que las diferencias exceden largamente el impacto del atraso cambiario.
Precio Comprimido Cetirizina 10mg precio de venta al público en pesos (por unidad) | |
Origen suizo | Ur$ 84.90 |
Origen nacional | Ur$ 57.60 |
Origen USA | Ur$ 1.27 |
Una pregunta final: ¿qué pasa si intentamos importar el genérico desde los EE.UU. para abaratar el costo de vida para los alérgicos en Uruguay? Seguramente en algún momento nos toparíamos con algún impedimento administrativo cuyo costo de superación ya no haría tan rentable la iniciativa.
Es el llamado problema de la “acción colectiva”. Juntar a diez mil alérgicos para manifestar por la avenida 18 de julio en reclamo de un medicamento barato es mucho más complejo y costoso que coordinar a tres “lobbyratorios” para hacer frente común a favor de medidas que le dificulten la operativa a potenciales competidores. Y ni hablar de las canastas navideñas.
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