Uruguay es un país y una economía con dificultades para avanzar en términos de desarrollo. Sin duda, esos problemas tienen que ver con la falta de crecimiento, la inserción internacional plena y muchas otras dimensiones. Al respecto hay diferentes posiciones. Pero entre todas las problemáticas, hay una que es de las más graves, urgentes y que representa uno de los mayores nudos para avanzar en los caminos del desarrollo pleno: la pobreza infantil y lo que implica la infantilización de la pobreza.
En nuestro país, con algo más de 3,4 millones de personas, existen unos 165.000 niños y niñas menores de cinco años que viven en situación de pobreza. Representan casi el 20% de los niños del Uruguay. Hablamos de infantilización, ya que la incidencia de la pobreza es mayor en niños que en otros tramos de edad. Si bien no es un problema solo de nuestro país, ya que la pobreza en la infancia y adolescencia supone uno de los mayores retos de la actualidad, en las comparaciones internacionales y en lo que es Uruguay, estamos muy mal. Según la Cepal, somos uno de los países que peor está en el ranking de la región en términos de infantilización de la pobreza. Esto debe ser claramente una alerta.
Hablamos de un verdadero problema económico y social que se concreta como una traba para el desarrollo, siendo a la vez una gran problemática social. No solo dimensionarla, sino entender la relevancia que tiene esta terrible problemática es fundamental en tiempos electorales y requiere de un abordaje integral en términos de país, por lo que se debería entender desde el punto de vista económico y del desarrollo la situación para poder demandar propuestas integrales y concretas que la aborden.
La pobreza infantil es un gran problema para el desarrollo por varias razones. Cuando los niños crecen en entornos de pobreza, tienen mayores probabilidades de enfrentar carencias en cuanto a alimentación, salud, educación y vivienda adecuada. Esto afecta significativamente su desarrollo físico, mental y emocional, lo que a su vez puede limitar sus oportunidades futuras. La pobreza infantil también puede contribuir a la perpetuación de la pobreza intergeneracional, ya que los niños que crecen en la pobreza tienen más probabilidades de tener dificultades económicas en el futuro. Además, la pobreza infantil puede impactar negativamente en la sociedad en su conjunto, ya que limita el potencial de los niños para contribuir de manera positiva al desarrollo.
Asimismo, la pobreza infantil es un problema económico grave en sí misma debido a sus amplias implicaciones en el presente y el futuro. Los niños que crecen en la pobreza tienen mayores probabilidades de enfrentar dificultades en su desarrollo educativo, lo que puede limitar sus oportunidades de obtener empleos bien remunerados en el futuro. Esto puede dar lugar a un ciclo de pobreza intergeneracional, en el que los niños que crecen en la pobreza tienen más probabilidades de experimentar dificultades económicas a lo largo de sus vidas y de transmitir esto. Estos niños tienen más probabilidades de experimentar problemas de salud física y mental, lo que puede resultar en mayores costos de atención médica. También es más probable que requieran apoyo social y servicios públicos adicionales, con su consiguiente carga económica. En resumen, la pobreza infantil tiene consecuencias económicas significativas a nivel individual, familiar y social, lo que la convierte en un problema económico.
Pobreza infantil: central en el marco de los ODS
En los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la eliminación de la pobreza en todas sus formas constituye el número uno. En los documentos que detallan los ODS se explica que varios Estados miembros señalaron que la tasa de pobreza infantil a menudo supera la tasa de pobreza nacional, lo que ilustraba la vulnerabilidad de los niños, especialmente en tiempos de crisis. Cuando se adopta un enfoque más integral para mitigar los riesgos a lo largo del ciclo vital, por ejemplo, mediante sistemas de protección de la infancia y protección social con financiación sostenible, los niños quedan mejor protegidos. No somos ajenos y estamos en falta en un tema importante a nivel global.
La dimensión territorial es fundamental para entender la pobreza en la infancia, porque no son solo niños pobres, sino que viven en hogares pobres con determinadas características en ciertos contextos. La propia Unicef destaca la relevancia de este aspecto, afirmando que la pobreza infantil tiene una fuerte dimensión territorial. El organismo con foco en las infancias afirma “que la oportunidad de un niño o niña de realizar todo su potencial o bien de sufrir riesgo de pobreza y exclusión está muy ligada a aspectos como su situación socioeconómica y, también, la ciudad, el vecindario o las características del hogar donde vive”. Está clara la relevancia de este tema a la hora de implementar medidas y abordar esta problemática. Entender la importancia y su dimensión territorial parece un punto fundamental para pensar en soluciones efectivas.
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