La política industrial, denostada hasta hace poco, está resurgiendo. En Estados Unidos, es la base de dos leyes recientes –la Chips and Science Act y la Inflation Reduction Act (IRA)– y la representante de Comercio estadounidense, Katherine Tai, acaba de conceder una larga entrevista a Foreign Policy para hablar sobre el tema. En Europa, la Comisión, que antes se negaba a hablar de ello, acaba de publicar un plan industrial Green Deal (febrero de 2023) y la correspondiente Ley de Industria Neta Cero (marzo de 2023). En cuanto a China, nunca ha dejado de practicarlo, sobre todo con el programa “Made in China 2025”, lanzado en 2015 para transformar el país de fábrica mundial en una gran potencia económica. No faltan razones para romper con la actitud neutral que ha prevalecido durante mucho tiempo sobre lo que produce un país. La primera es la resiliencia: la crisis sanitaria ha hecho que todos los gobiernos sean conscientes de la vulnerabilidad de depender excesivamente de la capacidad del mercado mundial para suministrarlo todo en todo momento. Los gobiernos fracasaron en su responsabilidad al ser incapaces de satisfacer la necesidad de máscaras y no quieren verse sorprendidos otra vez. La tradicional respuesta de los economistas –redistribuir las ganancias del comercio internacional para compensar a los perdedores de la apertura comercial– no se ha practicado por regla general, y cuando sí se ha hecho, las transferencias monetarias no han solucionado nada. No es casualidad que Biden insista en que su política consiste en crear buenos empleos para la clase media.
Jean Pisani-Ferry, en Le Monde
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