Jeremy Hunt, actual ministro de Hacienda del Reino Unido, se refirió la semana pasada a las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés) como “una nueva y confiable forma, respaldada por el Estado, de pagar” que probablemente despegue en algún momento de esta década. Por su parte, John Cunliffe, vicegobernador de Estabilidad Financiera del Banco de Inglaterra, declaró que “es probable que en el Reino Unido se necesite una moneda digital de uso generalizado emitida por el banco central, una libra esterlina digital”. Ante el rápido descenso en la utilización de efectivo en el Reino Unido, una libra digital cumpliría la “función de anclaje” que actualmente desempeña el efectivo, permitiendo a sus titulares acceder al dinero emitido directamente por el Banco de Inglaterra, afirmó Cunliffe. También permitiría contrarrestar los riesgos que presentan las denominadas “monedas estables”, que son formas relativamente nuevas de criptomonedas ligadas al valor de una moneda fiduciaria (como el dólar o el euro), al tiempo que garantizaría que un número reducido de empresas tecnológicas no logren monopolizar segmentos del mercado digital con sus propias monedas.
Todas estas son las justificaciones clásicas para lanzar una CBDC. Pero no todo el mundo en la clase política británica está de acuerdo en que constituyan causa suficiente. Al respecto, el exgobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, dijo hace un año que “sin dudas, la pregunta más importante para plantearse es saber cuál es el problema que una CBDC viene a resolver”. Para King hay varios que se han propuesto, pero “ninguno de ellos es muy convincente”. Asimismo, la Comisión de Asuntos Económicos de la Cámara de los Lores concluyó hace poco que “aún no ha oído argumentos convincentes” de por qué el Reino Unido necesitaría una CBDC minorista. Por el contrario, aunque una CBDC “podría ofrecer algunas ventajas”, podría acarrear también “retos significativos” para la estabilidad financiera y la protección de la privacidad. Pero el Banco de Inglaterra y el Tesoro británico no comparten esta postura.
Una de las principales implicancias es el impacto que esto podría tener en el actual sistema bancario. Como señala el economista británico Richard Werner, si los bancos centrales ofrecieran CBDC directamente a particulares y empresas, significaría que todos podrían tener el equivalente a una cuenta corriente en el banco central y esto resultaría más o menos en el fin de la banca tal y como la conocemos. Lo último que querrían hacer los bancos centrales mundiales es acabar con los grandes bancos privados, a cuyos intereses tienden a servir por encima de todo. De hecho, los bancos centrales están trabajando mano a mano con muchas entidades crediticias TBTF (siglas en inglés que significan “demasiado grande para quebrar”) para crear la infraestructura CBDC. En cambio, lo que el Banco de Inglaterra y muchos otros bancos centrales están debatiendo es la creación de una capa adicional de operaciones dentro del sistema financiero. Y mientras que el Banco de Inglaterra (con la ayuda del sector privado) creará la moneda, los bancos privados actuarán como la principal interface pública para esa nueva capa. De modo que es probable que las CBDC no sirvan para reemplazar a todo el sistema bancario privado, como algunos temían. Pero lo que sí podrían hacer, y probablemente acabarán haciendo, es dejar fuera de juego a los pequeños bancos y cooperativas de crédito locales, que no podrán hacer frente a los costos, cargas y complejidades normativas que se añadirán.
Nick Corbishley, Naked Capitalism
TE PUEDE INTERESAR: