Según parece, los países “hostiles” (ndr: así definidos por Rusia) tienen dos mecanismos para comprar el gas ruso. Uno consistiría en utilizar aquellos bancos rusos que no han sido bloqueados por SWIFT. El otro parecería ser pasando bancos o bolsas formales o informales de terceros países, siendo India y China los mejor posicionados para cumplir ese rol. Los diplomáticos estadounidenses seguramente presionarán a la India para que imponga sus propias sanciones a Rusia. Pero incluso su primer ministro Modi ve los obvios beneficios que supone la posición geopolítica de la India respecto a Rusia y la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de China, en relación con lo que Estados Unidos tiene para ofrecer. En los años sesenta, Occidente comerciaba con la Unión Soviética utilizando el trueque, que se convirtió en un gran negocio bancario. El trueque es la típica “etapa final” del deterioro de una economía monetaria que se rompe. A mediano plazo será necesario crear una nueva organización financiera internacional como alternativa al dolarizado FMI, que permita gestionar esas transacciones intrabloque en el nuevo mundo multipolarizado de hoy.
Frente a la disyuntiva de tener que pagar en rublos las compras de petróleo y gas o perder el 40% de sus fuentes de energía, la Unión Europea optará por pagar. De lo contrario, los gobernantes serían destituidos. Si cortaran sus importaciones de energía de Rusia, el precio del gas se dispararía a niveles extraordinarios, provocando una drástica escasez que perturbaría toda la economía europea. La energía es fundamental para la productividad y para los niveles de actividad. Para Rusia, sin ninguna duda, esta es una oportunidad para forzar la ruptura en lo inmediato –en lugar de dejarlo para más tarde– y dejar que la OTAN asuma la culpa de la interrupción del suministro. De esta manera, si yo fuera Rusia, no tendría apuro por ayudar a resolver el problema de cómo pagar por las compras de energía. Lo mismo ocurre con las materias primas no petroleras, desde el neón hasta el paladio, pasando por el titanio, el níquel y el aluminio. En efecto, a Rusia ya no le sirven ni los dólares ni los euros, porque Occidente se los puede apropiar. Por el contrario, necesita lograr un control total sobre cualquier activo monetario que reciba, ahora que las normas del derecho internacional y las históricas políticas financieras ya no son aplicables.
El petrodólar continuará utilizándose entre Estados Unidos y sus aliados. Pero junto a él, coexistirán acuerdos entre Arabia Saudita y el yuan, y entre la India y el yuan para el comercio de petróleo, minerales, productos industriales y, probablemente, inversiones internacionales. El comercio de estos productos podrá realizarse en varias monedas, probablemente mediante varios intercambios. Para supervisar y regular los acuerdos financieros y comerciales resultantes, se necesita una alternativa al FMI. Estados Unidos no se unirá a ninguna organización en la que no tenga poder de veto, por lo que veremos una división del mundo en diferentes áreas comerciales y monetarias. El resultado no es tanto un conflicto como dos filosofías de funcionamiento bastante diferentes mientras el mundo no estadounidense desarrolla su alternativa al neoliberalismo financiarizado.
En lo que refiere a los activos rusos confiscados por Occidente, Rusia no tiene nada que perder. No parece que vaya a existir mucha inversión bilateral ruso-europea por mucho tiempo, ya que Rusia ha finalmente renunciado a sus esperanzas de “volverse occidental”, después de 1991. Fue un sueño que se convirtió en una pesadilla, y el presidente Putin y Lavrov han expresado su disgusto por el hecho de que Europa actúe de forma tan incivilizada. Así que para Rusia -y cada vez más para otros países- la Europa de la OTAN y Norteamérica son los nuevos bárbaros en las puertas. Por supuesto, este es precisamente el objetivo de la política estadounidense: encerrar a Europa en su propio orden neoliberal dolarizado, bloqueando cualquier posibilidad de una prosperidad recíproca que se logre comerciando con Rusia, y más adelante, con China. Las sanciones actuales probablemente se harán permanentes para los próximos años, así que Rusia necesita mantener en funcionamiento las empresas que antes eran propiedad de los países de OTAN. Los inversores de la OTAN deberán recuperar sus inversiones a través de las reservas rusas que los Estados Unidos se han apropiado.
Michael Hudson, entrevistado por “The Saker”. Profesor distinguido de economía en la Universidad de Missouri (Kansas City), Hudson es un especialista en finanzas internacionales. Es autor de varios libros, entre ellos “Superimperialismo: la estrategia económica del imperio americano”, publicado por primera vez en 1968
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