Nacido en Canadá, Louis-Philippe Rochon obtuvo su doctorado en la New School for Social Research y desde hace varias décadas se desempeña como investigador y profesor universitario. Es editor jefe de la revista Review of Political Economy y ha publicado sobre teoría y política monetaria, economía poskeynesiana y política fiscal. En una entrevista que concedió a La Mañana, el destacado economista profundizó acerca de la política monetaria y su efecto en la distribución del ingreso y opinó que para abordar los problemas actuales se necesita un “endeudamiento masivo”.
En lo que va del siglo XXI ha habido fuertes programas fiscales en las principales economías de mercado. ¿Considera esto una reivindicación del keynesianismo?
Sí, pero lo veo más como una señal de desesperación y del fracaso total de la economía neoclásica. Los neoliberales intentaron salvar el sistema en gran medida mediante la política monetaria y dejando la política fiscal en un segundo plano –o adoptando austeridad fiscal–, primero con políticas convencionales –llevando las tasas de interés a cero en muchos países–, y cuando eso no funcionó, para que pareciera que estaban haciendo algo, las autoridades querían demostrar que la política monetaria todavía tenía un papel que desempeñar y adoptaron las llamadas políticas no convencionales. Pero fue un completo fracaso. Nuestras economías no se recuperaron, lo que demuestra precisamente que la política monetaria es ineficiente o insuficiente para abordar nuestros problemas económicos; necesitamos una política fiscal.
Así que, a regañadientes, decidieron recurrir a Keynes, pero no por amor a las políticas keynesianas, sino porque sus propios modelos y políticas fracasaron. Entonces, sí, es una reivindicación de Keynes –y Kalecki–, pero sin darse cuenta de que sus propios puntos de vista y políticas estaban equivocados. En definitiva, estas teorías tratan sobre sistemas estables y convergentes, pero vivimos en sistemas frágiles e inestables y sus modelos son insuficientes para abordar los problemas económicos del mundo real.
Y lo que está en juego es aún mayor hoy. Ahora vivimos una verdadera policrisis, y estas políticas dominantes son tremendamente inadecuadas para tratar problemas simples de demanda agregada, ni hablar de los problemas ambientales y de desigualdad. Por lo tanto, necesitamos más política fiscal que nunca, en todas sus dimensiones posibles. Debemos tener políticas audaces para abordar problemas audaces: tenemos que tratar las cuestiones de desigualdad mediante impuestos más altos a los niveles de ingresos superiores, abordar las finanzas desenfrenadas y controlarlas, y adoptar algunas regulaciones en todos los niveles de actividad económica, empezando por los bancos.
¿Qué impacto tendrá el endeudamiento resultante? ¿Fue demasiado? En el caso de China, ¿muy poco?
La retórica acusatoria habitual es que arruinará al país y provocará una inflación muy alta. Las acusaciones ya apuntan a que las políticas de Biden contribuyeron a la inflación del año pasado. Pero esto no es verdad. Sabemos con certeza que la inflación fue causada por la guerra en Ucrania, los altos precios del petróleo, los cuellos de botella relacionados con la pandemia en el lado de la oferta y corporaciones codiciosas que elevaron el proceso mucho más allá de lo necesario. Pero bajo este argumento hay un mensaje claro: el objetivo final es reducir el tamaño de los gobiernos. Los gobiernos pequeños requieren impuestos más bajos y menos programas. Es el miedo a los gobiernos grandes y activistas.
En realidad, el impacto será un mejor país, si se hace bien. ¿Fue muy poco? Sí, necesitamos un endeudamiento masivo para abordar los problemas actuales. Como dije anteriormente, debemos tratar la policrisis, el problema ambiental, la desigualdad, la vivienda social, la inseguridad alimentaria y mucho más. Por eso necesitamos más préstamos, no menos.
Hay una cita de Keynes que me gusta mucho. Fue en una entrevista de la BBC de 1942: “Todo lo que realmente podamos hacer, lo podemos permitir. Podemos hacer casi cualquier cosa que queramos”. Esta es una poderosa idea de cómo funcionan los gobiernos, y es algo en lo que creo profundamente. Puede que haya algunas limitaciones a lo largo del camino, pero en mi opinión la mayor limitación es encontrar la voluntad política para seguir adelante. Los gobiernos neoliberales siempre nos dicen “no podemos permitírnoslo”, pero sí pueden darse el lujo de conceder incentivos fiscales y reducciones a las clases altas de la sociedad. La simple verdad es que podemos permitírnoslo, pero no queremos hacerlo.
La teoría general de Keynes está implícitamente desarrollada para una economía cerrada. ¿Cree que la hiperglobalización cambia de alguna manera sus principales conclusiones?
Keynes y Kalecki son mapas que nos brindan algunas ideas básicas y muy poderosas. Por supuesto, el mundo tal vez sea diferente en algunos aspectos que cuando Keynes escribía, pero puede que sea incluso más similar a lo que anticipó. Él habló de los peligros del “capitalismo de casino”, que es exactamente lo que tenemos ahora. Por lo tanto, es necesario redescubrir a Keynes y Kalecki, y debemos apoyarnos en sus hombros para abordar nuestros problemas actuales.
En el espectro del activismo social gubernamental, ¿dónde ubicaría al keynesianismo en relación con el socialismo y el neoliberalismo? ¿Keynes es la tercera vía?
Sí, solíamos decir eso de Keynes, incluso había un libro con ese título. Pero, ¿por qué limitarnos a Keynes? Me gusta Keynes, pero reconozco muchas de sus limitaciones y recurro a Kalecki en busca de respuestas. Pero mi enfoque de la economía es un poco ecléctico. Miro diferentes fuentes y tomo lo que me gusta de cada una de ellas. Por lo tanto, debemos leer a Keynes, pero también a Kalecki, Robinson y Polanyi –que es un pensador muy infravalorado pero muy relevante–. En definitiva, todos contribuyeron en algo a nuestra comprensión de las economías contemporáneas de una manera que los economistas tradicionales nunca lograrán hacerlo.
¿Qué opinión le merece el uso de la política monetaria para combatir la inflación?
En primer lugar, la austeridad monetaria solo funciona si la inflación está impulsada por la demanda. La inflación actual está lejos de serlo. Es causada por cuestiones de costos y oferta, por lo que, por su propia definición, la moneda es impotente contra ella. Sin embargo, esto no ha impedido que los bancos centrales utilicen las tasas de interés como armas para combatir la inflación. La verdad es que este último año de altas tasas de interés no fue necesario. Los bancos centrales tenían razón cuando afirmaron el año pasado que la inflación iba a ser temporal. Esto es precisamente lo que ocurrió, y en poco más de un año la inflación se resolvió por sí sola. En todo el mundo ha disminuido de manera bastante dramática. Y los bancos centrales se felicitan por haber vencido la inflación, lo que es sencillamente ridículo.
Además, las altas tasas de interés han impuesto costos dramáticos a los hogares, a través de un mayor servicio de la deuda, al tiempo que han beneficiado a otros mediante mayores ingresos por la propiedad de bonos. En este sentido, la política monetaria y su enfoque de dar prioridad a la inflación configura un conflicto de clases y distribución del ingreso, la evidencia es bastante clara al respecto. No obstante, esto nunca será aceptado por los bancos centrales, que se niegan a ver la redistribución funcional del ingreso resultante de sus políticas.
TE PUEDE INTERESAR: