Se podrá debatir ad nauseam los modelos de organización que más convienen a la sociedad, pero la realidad la imponen los hechos y las acciones prácticas. Todo despegue económico requiere un marco estable de políticas de Estado que hagan de “parteras” de la inversión.
“Una nación dividida y paralizada que va
perdiendo terreno en tecnología, infraestructura y educación; un país incapaz
de coordinar sus políticas de gobierno (fiscal, monetaria, industrial y
regulatoria) con un mínimo de coherencia para lograr sus objetivos nacionales”.
El texto citado no pretende describir país alguno de nuestra convulsionada América Latina, aun cuando varios pudieran sentirse aludidos por la cruda apreciación. Se trata de una visión autocrítica de cómo los líderes chinos perciben a los EE.UU. incluida en la memoria anual1 a los accionistas de JPMorgan Chase (el mayor banco comercial norteamericano) por su oficial ejecutivo en jefe, Jamie Dimon.
No sorprende que un influyente agente del sector privado critique públicamente el funcionamiento del sistema político de su país sin temor a exponerse a represalias. Una saludable práctica sin duda, aunque no tan común como uno quisiera (aun en países de prensa libre, pero autocensura preventiva). Sí resulta llamativo el deterioro de la imagen del sector público.
Los supuestos implícitos
Más allá del contenido del texto, interesa resaltar los supuestos que se encuentran entrelineas. En primer lugar, se habla del logro de objetivos nacionales. No viene al caso cuáles sean; existen países con mayor predisposición a asumir protagonismos globales, según su influencia y poderío. Otros, en cambio, optan por enfocar objetivos en el plano doméstico que pueden brindar ejemplos para los demás.
Pero es importante que los pueblos fragüen parte de su identidad en proyectos nacionales que unan a la gente en un desafío común más allá de sus inclinaciones partidarias, sean en el terreno económico o simplemente acordando resolver sus diferencias de manera que no atente contra el bien común.
Otro aspecto del texto a subrayar es el énfasis sobre tecnología, infraestructura y educación como motores del progreso nacional. Esto ya no es materia opinable, sino directamente de sentido común. Una sociedad que incluya como objetivo al aumento de la productividad – y por ende de sus estándares de vida – no puede prescindir de estos elementos ni mucho menos ideologizarlos. Al decir de Deng Xiao Ping (líder de la apertura china al mercado), “no importa el color del gato, sino que cace los ratones”.
Pero quizás lo más relevante del texto citado sea la inclusión de las políticas de desarrollo productivo (PDP, mal llamadas “políticas industriales”) junto a la fiscal, monetaria y regulatoria en el cuarteto de políticas económicas de gobierno. Es revelador del enfoque norteamericano que la innovación, promoción y desarrollo de nuevas áreas de actividad sean consideradas una responsabilidad natural del Estado en apoyo al crecimiento económico.
La necesidad de un marco institucional
Por ello extraña un poco la renuencia en ciertas tiendas nacionales a apoyar la iniciativa de integrar un cuerpo previsto constitucionalmente que pueda servir de plataforma para concitar consensos en cuanto a políticas de desarrollo productivo que los sucesivos gobiernos puedan aplicar en el terreno económico con miras a promover a largo plazo el crecimiento del producto, empleo y niveles de vida de la población.
Tratándose de un cuerpo de consulta y sin atributos vinculantes, se podrían establecer términos de referencia precisos en cuanto a su mandato y temario, de forma de evitar posibles interferencias con la gestión macroeconómica del gobierno de turno.
Dada su conformación representativa e interdisciplinaria, a su vez, lejos de transformarse en un estrado para el enfrentamiento ideológico se buscarían los consensos interpartidarios para respaldar acciones e intervenciones dirigidas a facilitar la inversión.
Su impacto presupuestal en las finanzas públicas serio mínimo debido a su naturaleza honoraria. En caso de identificarse actividades e intervenciones que requiriesen financiamiento, éste se buscaría en organismos regionales e internacionales y su ejecución se tercerizaría.
Todo despegue económico requiere un marco estable de políticas de estado que hagan de “parteras” de la inversión
Preparando el terreno
Siendo por naturaleza un emprendimiento de larga duración, es lógico que la etapa de preparación también lo sea. A continuación se señalan algunas áreas de análisis a los efectos de ofrecer una idea acerca de los distintos componentes que todo marco institucional – independientemente de su origen – deberá integrar a la tarea de diseñar las políticas de desarrollo productivo.
Necesidades de infraestructura: el crecimiento de la producción va de la mano de creciente capacidad de generación y distribución de energía, comunicaciones, transporte, servicios portuarios, almacenamiento, etc. cuyas previsiones deben integrarse a los planes de las respectivas reparticiones del gobierno.
Formación, capacitación e investigación: la interacción con el sector educativo es esencial para identificar las habilidades y especializaciones requeridas para nuevas actividades productivas y expansión de las existentes. Se requiere especial atención para la distribución geográfica de dichas demandas. Por otra parte, se requerirán tareas de investigación para determinar la factibilidad de nuevas actividades y así intensificar la coordinación entre el sector privado y las universidades.
Relevamiento de mercados existentes: es común encontrar que actividades existentes han visto bloqueada su expansión por fallas de mercado u otras razones. En estos casos una intervención estatal puede identificar el problema y analizar posibles soluciones.
Identificación de mercados nuevos: tanto en el plano externo como interno se deberá identificar mercados potenciales con posibilidad de penetración por parte de la producción prevista que hagan rentable la actividad.
1 “Annual Report 2020”, JPMorgan Chase & Co (abril 2021), https://www.jpmorganchase.com/ir/annual-repor
(*) Doctorado en Economía por la Universidad de Stanford. Ex Director Ejecutivo del Banco Mundial.
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