El 29 de setiembre, Alemania anunció un “blindaje económico” € 200 mil millones, es decir, un conjunto de medidas para hacer frente al alza en el precio del gas. El paquete presenta tres novedades. En primer lugar, supone un compromiso fiscal mucho mayor que el anterior (el paquete alemán anunciado el 7 de setiembre ascendía a € 65 mil millones, financiados en su mayor parte mediante gravámenes, no con un aumento en el endeudamiento). En segundo lugar, una nueva medida de apoyo, denominada “freno al precio del gas”, está destinada a reducir los precios promedio. Según las estimaciones preliminares, la medida costaría entre € 15 mil millones y € 24 mil millones si se aplicara solo a los hogares. En tercer lugar, se ha desechado un plan para introducir una tasa sobre todo el consumo de gas de 0,027 euros por kilovatio hora a partir del 1 de octubre, ya que “ya no hace falta”, en palabras del canciller Olaf Scholz. Las ayudas a los importadores en dificultades por haber perdido los contratos con Gazprom provendrán, en cambio, del nuevo fondo.
El enfoque alemán acarrea problemas. En primer lugar, hay una falta de coordinación europea. El ministro de Economía alemán, Christian Lindner, dijo que “Alemania utiliza su poder de fuego económico en esta guerra energética”. Al parecer, Alemania está haciendo uso de su poderío fiscal para subvencionar el consumo de gas en su país, haciendo subir los precios y perjudicando a sus vecinos. Esto está molestando a otros países europeos que llevan mucho tiempo presionando para que se encuentre una solución a nivel europeo al problema del alza desmesurada en los precios del gas. En segundo lugar, el paquete eludiría las normas fiscales alemanas. El freno de la deuda alemana está actualmente suspendido, pero el Gobierno se ha comprometido a aplicarlo el próximo año. El principal riesgo es que este paquete altere la equidad de condiciones en Europa. En ausencia de una respuesta fiscal común, los gobiernos con más espacio fiscal inevitablemente gestionarán mejor las crisis. Si esto se hace de forma que tenga efectos positivos en otros países de la UE, puede ser aceptable. Pero si el freno al precio del gas en Alemania permite a las empresas alemanas sobrellevar la crisis mucho mejor que, por ejemplo, las italianas, las disparidades económicas en la UE podrían profundizarse, y la unidad europea respecto a Rusia podría verse socavada.
Simone Tagliapetra y otros, en Bruegel
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