El periodista y analista económico Nicolás Lussich dialogó con La Mañana sobre la actualidad y las perspectivas de diferentes áreas de la economía uruguaya y su vínculo con el contexto regional y mundial. El tipo de cambio, la brecha de precios con Argentina, las limitaciones en materia de competitividad, la situación de los agronegocios y el rol de la industria y servicios, fueron algunos de los puntos que analizó el entrevistado.
¿Cómo se perfila este año en materia de actividad, tomando en cuenta el retroceso de la recaudación del año pasado debido a gastos financieros del Estado?
En 2024, seguramente, la economía tenga una recuperación importante luego de un crecimiento relativamente pobre en 2023. Se puede estimar que la economía crecerá entre el tres y el cuatro por ciento, y algunas proyecciones más optimistas ponen el crecimiento arriba del cuatro por ciento. Esto tiene algunas razones muy bien fundamentadas: la primera es que el año pasado tuvimos una sequía que afectó tanto la producción del agro como la generación de energía y se espera que en este 2024 ese efecto quede de lado, de manera que se tenga un aumento del PBI.
Por otra parte, el año pasado hubo un importante efecto negativo de la situación de Argentina, en el sentido de que, dado el escenario del precio relativo, gran parte del consumo de los uruguayos derivó hacia el país vecino, lo que es bastante lógico. En economía los precios relativos son absolutamente claves para la dinámica del consumo, y en general también. Haber instrumentado un cepo en Argentina y generar un dólar paralelo muchísimo más alto hizo que los uruguayos tuvieran la posibilidad de consumir bienes y servicios en ese país a valores mucho menores que en Uruguay.
Más allá de algunos de esos efectos, nuestro país ha logrado recuperar niveles de empleo de manera interesante, volviendo a las tasas de empleo de 2016, aproximadamente, y ha aumentado el salario real, eso dará una capacidad de consumo, en general, que seguramente va a dinamizar la economía en varios niveles.
Sin embargo, aún hay temas por resolver, ¿cuáles serían?
La luz amarilla que veo es en materia de competitividad de Uruguay, en varios aspectos. El primero, en competitividad-precio, es decir en qué medida el país puede sostener los altos niveles de ingreso y de costos medidos en moneda internacional, es decir, en dólares, porque el propio Banco Central reconoce que hay un desajuste del tipo de cambio respecto a lo que son los niveles de tipo de cambio globales. Esto se da por la propia dinámica de la economía y, particularmente, por la estrategia –compartible– de bajar la inflación. Eso ha venido asociado a un atraso del tipo de cambio que encarece los costos internos, que puede complicar la actividad en algunos sectores y limitar la recuperación en 2024.
Por otra parte, más allá de los precios relativos, hoy Uruguay sigue teniendo problemas de inserción internacional que implican un efecto negativo permanente al no poder establecer relaciones de intercambio comerciales más libres y amplias con grandes bloques. Eso genera problemas de mediano y largo plazo. Si bien este gobierno y, en parte, los gobiernos anteriores han intentado definir una agenda de inserción comercial más contundente, buscando acuerdos con China o que el Mercosur se abra y mejore su situación, lo cierto es que se ha logrado poco y el mundo parece bastante menos proclive a estas cuestiones.
El tercer factor de competitividad de la economía que enciende la luz amarilla tiene que ver con la posibilidad de mantener tasas de inversión altas, lo que implica un gran desafío. Uruguay ha logrado en algunos períodos esas tasas de inversión, hoy eso no está mal, hay una buena dinámica en la construcción, en vivienda, por ejemplo, pero para lograrlo, muchas veces, se han aplicado mecanismos de promoción de inversiones que exoneran de impuestos para motivar esa inversión. Eso está muy bien, pero no todos los años se logran grandes inversiones y eso genera cierto factor de incertidumbre.
Así como digo esto, es claro que Uruguay tiene un muy buen perfil institucional y de garantías para los inversores, de manera que hay una base muy importante para lograr lo que comentábamos. La inversión es clave, porque cuando hay inversión a todo nivel se genera más capacidad productiva y, por lo tanto, es la manera que tiene el producto de crecer en el mediano y largo plazo. Además, es inversión en general, y cuando es genuina y está bien articulada, viene de la mano de la innovación y es entonces cuando una sociedad empieza a ser competitiva de manera más sistémica.
Respecto a las cuentas del Estado, ¿cómo está posicionado el país?
Respecto a este escenario, el gobierno se ha planteado una serie de compromisos de mejoras en la gestión de la macroeconomía y en buena medida se ha logrado con algunas cosas que aún están pendientes, pero el déficit fiscal que había estado creciendo de manera preocupante cerró el año pasado algo por debajo de lo que se venía registrando, en un 3,6 por ciento. Es una cuestión que hay que seguir vigilando. Desde el punto de vista del Estado, seguramente hay tareas pendientes en cuanto a la composición del gasto, qué proporción se destina a inversiones y en qué medida se logra o no hacer determinadas reformas que permitan mejorar la productividad de ese gasto. Ha habido un avance bastante claro que fue la reforma de la seguridad social. Si bien eso implicó una negociación que modificó bastante el proyecto original, sin duda fue un avance importante en sí mismo para darle más sostenibilidad a largo plazo a las cuentas de la seguridad social y más espacio de sostenibilidad a la propia cuenta del Estado en general.
Por eso es tan importante la discusión que se está abriendo a partir del plebiscito de la central sindical, Pit-Cnt. Aquí hay algo que pasa a veces un poco soslayado, pero es bastante obvio que los ciudadanos que pueden mantenerse en el sistema, les va a convenir seguir haciéndolo en el régimen anterior. Lo que se plantea con la reforma que se hizo es un mayor esfuerzo de las actuales generaciones para liberar la carga de las futuras, tanto en términos de aporte como de impuestos. Eso a veces queda un poco de lado, pero es bastante obvio que lo que se pide es un esfuerzo mayor ahora para asegurar más sostenibilidad en el futuro.
Recientemente se publicó un registro que da cuenta de la disminución en la brecha de precios entre la frontera de Uruguay y Argentina. ¿Se espera que esta continúe siendo la tendencia con un mercado tan dinámico como el del vecino país?
Es una pregunta con difícil respuesta. Hubo un primer cambio que fue la devaluación de un saldo que hubo en Argentina en el dólar oficial que, en parte, explica esto de la brecha reducida, pero de acá en adelante no es tan claro cómo puede seguir evolucionando y es posible y probable que Argentina siga siendo más barata que Uruguay de una manera apreciable. El problema disminuyó, pero sigue estando.
En Argentina la situación sigue siendo enormemente delicada, entonces no se puede decir que ese país tenga un efecto positivo para el nuestro, pero en comparación con 2023, tendrá un efecto menos negativo y eso puede provocar a cierta mejora del PBI a través de un consumo en Uruguay que se mantenga o suba moderadamente, más retenido en nuestro país.
Más allá de la región, ¿cómo queda Uruguay frente al contexto internacional?
Desde el punto de vista comercial, las oportunidades de atar acuerdos comerciales siempre dependen más de los grandes bloques, de los países importantes, que de lo que puede insistir un pequeño país. Uruguay ha perdido oportunidades en el pasado que sí captaron otros países de la región, por lo tanto, tenemos cierto rezago, porque además es verdad que globalmente hay tensiones que hacen sentir que es difícil el espacio para los avances comerciales relevantes. El Mercosur está muy poco dinámico en ese sentido, siempre puede haber alguna sorpresa, pero no se vislumbra. Hay cierto acercamiento con Estados Unidos y podría haber alguna novedad de cierto tipo de avance, pero son avances acotados en general, no estamos hablando de cosas de impacto real en la economía, como los acuerdos de libre comercio. Es una situación que limita lo que podría ser el crecimiento de mediano y largo plazo.
¿Qué balance puede hacer sobre la producción industrial del país y el área de servicios?
La industria ha cambiado mucho. Hoy, las nuevas industrias que se han desarrollado con gran escala y con unos niveles de competitividad internacional muy fuerte son la de la celulosa y algunos rubros de la industria alimenticia. A su vez, se ve avances en la industria automotriz, farmacéutica y un poco la química, son sectores que están dinámicos. También otros, más vinculados a Argentina, al mercado interno, que si se quiere están sufriendo algo más.
Si bien el último año la recuperación de la industria ha sido más general –lo que es positivo, sigue estando ese desafío del que hablamos en cuanto a que si hay alta inversión en capital y la relación mano de obra-capital es relativamente controlable, la industria puede avanzar. Las industrias de las productividades son más acotadas y si le aumentan los costos internos salariales con grandes plantillas, el asunto se complica algo más.
Esto también les pasa a los servicios. Uruguay está incorporando una dinámica muy interesante de servicios globales, liderados por la informática, pero también entra el diseño y la industria audiovisual, es decir, una serie de actividades, de sectores, de modelos de negocio, de desarrollo empresarial que es muy interesante y, sin duda, le ha aportado a la economía. Pero no escapan a estas exigencias del tipo de cambio real que ha bajado. Cuando la industria informática tiene que ir a competir a Estados Unidos, necesita vender a costos mayores para cubrir los costos locales y entonces puede tener problemas de competitividad. Hay que ver si Uruguay puede seguir sosteniendo ese escenario virtuoso de servicios globales, o ya los costos y problemas de productividad están limitando la continuidad del avance.
¿Cómo ve la situación del agro en este contexto de baja de precios de los granos debido al aumento de las cosechas que se prevé en Brasil y la retracción de la demanda internacional?
Efectivamente, se está dando un ajuste a la baja en algunos precios, no en todos, pero sí en algunos precios importante de granos y, si se quiere, en la carne, con fluctuaciones, porque todo sube y baja. Brasil está con una gran cosecha de soja, particularmente. Argentina, que tuvo una gran seca el año pasado, ahora se va recuperando. Todo eso, de manera muy lógica y esperable, se enmarca en la ley de oferta y demanda que pone el precio de la soja. También ocurre algo parecido en otros granos. Los principales mercados agrícolas –trigo, maíz y soja– están con precios cercanos a los mínimos desde hace varios años. Históricamente, no son precios de derrumbe o de crisis, son precios de normales a buenos, medidos en dólares. Ahora bien, volvemos a lo del principio: los costos en dólares de la economía se han elevado de manera importante, entonces ya no alcanza con tener un precio normal.
En el caso de la carne podríamos decir algo parecido, el precio de exportación ahora está en el eje de los 3800 dólares. Tampoco es un precio malo históricamente, pero, a modo de ejemplo, los costos salariales en la economía, comparados con los niveles prepandemia, están un treinta por ciento arriba; entonces, por los costos de los servicios, por el propio costo de vida de los productores, la productividad tiene que subir un treinta por ciento, o más en algún caso, para poder cubrir esos costos, o generar ese cambio del aumento de los valores en dólares en la economía local. En ese sentido, algunos sectores y empresas lo pueden hacer, pero no todos, y es cuando se pone presión sobre algunos productores.
También en lechería está pasando algo similar, ahora los precios han levantado un poco y salieron de los mínimos, pero no han vuelto a los niveles récord de hace dos o tres años, entonces es lo mismo. Hay algunos sectores que están en circunstancias muy particulares, como el arroz, porque a nivel internacional hay decisiones como la de India de suspender exportaciones de algunos tipos de arroz y eso eleva el precio de manera excepcional.
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