Nacido en Estados Unidos, Douglas Gollin tiene un máster en Relaciones Internacionales y es doctor en Economía. Actualmente se desempeña como profesor de Economía del Desarrollo en la Universidad de Oxford. Se ha dedicado a investigar el crecimiento económico y ha tenido un particular interés en estudiar la productividad agrícola. En una extensa entrevista que concedió a La Mañana, el especialista conversó acerca de los motores de desarrollo económico y el papel de la agricultura en el crecimiento de los países, entre otros temas.
¿Cuáles son los principales impulsores del desarrollo económico?
Es difícil saberlo. Durante mucho tiempo, los economistas asumieron que la clave del crecimiento era simplemente una mayor inversión de capital. A partir de finales de la década de 1950, basándose en el trabajo del ganador del Premio Nobel, Robert Solow, la atención se trasladó a los efectos del progreso tecnológico y el rol de la innovación en las ganancias de productividad.
Los políticos de las economías en desarrollo son a menudo atraídos hacia explicaciones en las cuales el crecimiento deriva de alguna combinación entre inversiones y mejoras tecnológicas. Esto con frecuencia lleva a una fascinación por la inversión extranjera directa (IED) por parte de empresas de alta tecnología. Muchos gobiernos han buscado atraer IED y especialmente inversiones relacionadas con empresas de tecnología. Existe un interés significativo en las startups y en la creación de incentivos institucionales y estructuras financieras adecuadas para fomentar los emprendimientos tecnológicos.
¿Estos son motores de crecimiento, según su opinión?
Para los que estudiamos economía del desarrollo, creo que existe renuencia a aceptar que estos constituyen verdaderos motores del desarrollo. La inversión parece seguir el crecimiento, además de impulsarlo. Los economistas académicos están cada vez más interesados en una serie de barreras y fricciones que limitan el proceso de crecimiento. Los mercados de tierras y de trabajo no siempre funcionan de manera muy eficiente en los países en desarrollo, y las élites a veces se benefician de estas ineficiencias, por lo que puede haber poca voluntad política para cambiar las cosas.
Algunos de los países más pobres del mundo, como en África subsahariana, tienen costos de transporte interno muy altos, lo que dificulta la construcción de cadenas de valor dentro del país. Los mercados financieros también pueden estar poco desarrollados, por lo que los préstamos pueden destinarse a empresas que están bien conectadas en lugar de las que tienen los mayores rendimientos, o a empresarios masculinos en vez de emprendedoras con mejores proyectos.
Por tanto, los economistas se centran cada vez más en la cuestión de qué bienes se producen en los países en desarrollo, en qué sectores y por qué empresas o granjas. Las ganancias de productividad pueden provenir de la mejora de la eficiencia con la que se utilizan los recursos dentro de los países, así como de los cambios tecnológicos.
¿Qué sucede con la distribución de la producción entre los sectores de la economía?
Si se concentran muchos recursos en un sector relativamente improductivo, eso puede conducir a una baja productividad general. Una posibilidad interesante es que, en un mundo en que los costos de comercialización de la comida son caros debido a los altos costos de transporte, muchas personas están produciendo sus propios alimentos, a pesar de que son relativamente ineficientes en ello.
Esto daría lugar a un esfuerzo excesivo en la producción de alimentos, como consecuencia de los altos costos de transporte o la incertidumbre sobre los precios mundiales. Nos preguntamos si algo así podría estar sucediendo en algunos de los países más pobres del mundo, donde gran parte de la población obtiene su sustento de la agricultura de semisubsistencia.
Ha escrito sobre la brecha de productividad agrícola en los países en desarrollo. ¿Puede explicar el significado de este concepto?
En muchos de los países más pobres del mundo, el sector agrícola parece ser improductivo, no solo en términos absolutos, sino en relación con otros sectores de esas economías. Los países más pobres están más cerca del nivel de los países ricos en algunos sectores, como la manufactura o la minería, y más alejados del nivel de los países ricos en agricultura. Esto está estrechamente relacionado con el hecho de que, en algunos países, la producción por trabajador en la agricultura es menor que la producción por trabajador en otros sectores. Es así como definimos eso como la brecha de productividad agrícola.
¿Qué efectos tiene esa brecha?
Los efectos son que debemos examinar mucho más de cerca qué está frenando la productividad agrícola en los países más pobres. Como señalé anteriormente, vemos que estos países tienen gran parte de su población trabajando en la agricultura, y la productividad en ese sector parece ser muy baja.
No creemos que sea una mera función de una mala medición; por lo tanto, debemos comprender qué es lo que provoca esa baja productividad en la agricultura y qué impide que la gente se cambie a otros sectores. La existencia de la brecha de productividad agrícola plantea muchas más preguntas sobre el proceso de crecimiento.
Para ser claros, no todos los economistas están convencidos de que las brechas de productividad agrícola sean realmente importantes.
Una explicación posible a este fenómeno es que los trabajadores agrícolas tengan menos habilidades o sean menos productivos que los trabajadores en otras actividades. Si ese fuera el caso, la presencia de esa brecha estaría reflejando una posible segmentación en el mercado de trabajo.
¿Qué papel tiene la agricultura en el desarrollo económico?
Esta es una pregunta importante y compleja, y pienso que la respuesta simple es que el papel de la agricultura varía necesariamente de un país a otro. Algunos países con tierras agrícolas abundantes y fértiles crecerán sin dejar de ser los principales productores y exportadores de productos agrícolas. Estados Unidos se ajusta a esta descripción, al igual que algunos países europeos. Más cerca de casa para sus lectores, Argentina y Brasil han sostenido sectores agrícolas importantes y productivos a medida que han crecido.
Sin embargo, incluso para estos países, el proceso de crecimiento parece implicar un movimiento de recursos hacia otros sectores, de modo que la participación de la agricultura en el empleo y el PIB tiende a disminuir con el crecimiento.
En la mayoría de los países ricos solo una pequeña fracción de los trabajadores se dedica a la agricultura, e incluso si se agrega todo el complejo agroindustrial, la actividad no llega a representar una parte sustancial del PIB. Algunos interpretan esto erróneamente, como si la agricultura fuera improductiva o se fuera irrelevante. Esto no es correcto, y por el contrario, en esos países la agricultura exhibe altos niveles de productividad, lo que les permite producir grandes volúmenes de productos agrícolas con relativamente poco capital o trabajo.
¿Cuál es la realidad de los países más pobres? Mencionaba que gran parte de su población se dedica a la agricultura, aunque la productividad es muy baja.
Sí. En los países más pobres, la historia es muy diferente. En muchos de estos países, mucha gente vive en el medio rural y se dedica a la agricultura de baja productividad, como parte de una estrategia de subsistencia.
En estos contextos, las nuevas tecnologías agrícolas y los insumos mejores –y más baratos– pueden ayudar a liberar mano de obra de la agricultura de subsistencia. Esto, a su vez, puede hacer posible que las personas realicen un trabajo más rentable, en lugar de dedicar gran parte de su tiempo a ganarse la vida del suelo. Entonces, en estos países, las mejoras en la productividad agrícola pueden jugar un papel realmente importante en el proceso de desarrollo.
Ha estudiado variedades cruzadas y sus efectos sobre la estabilidad del rendimiento. ¿Cuáles fueron sus principales conclusiones?
Gran parte de la preocupación por las nuevas tecnologías agrícolas se ha centrado en la cuestión de si son más riesgosas que las tradicionales o no. Uno podría imaginar que las tecnologías antiguas y confiables –por ejemplo, variedades de cultivos– pueden ser de bajo rendimiento, pero muy resistentes a diferentes tipos de impactos, como enfermedades, plagas o lluvias torrenciales. En ese caso, es posible que a uno le preocupe que las nuevas variedades de cultivos estén exponiendo a los agricultores pobres a mayores riesgos.
Al analizar esto en detalle, hemos encontrado pocas razones para esta preocupación. En un sentido técnico, las nuevas variedades suelen ser más robustas que las antiguas, o al menos igualmente robustas. Pero es un poco difícil saber si las nuevas tecnologías son más o menos riesgosas que las antiguas.
También hemos llegado a comprender que los agricultores tienen muchas formas de lidiar con el riesgo y la inestabilidad de la producción. A partir de la dura experiencia, ellos tienden a diversificar sus carteras para protegerse de muchos tipos de impactos negativos. Pueden producir múltiples variedades y múltiples cultivos, tener animales además de cultivos, y fuentes de ingresos no agrícolas. Por lo tanto, si una variedad de cultivo se desempeña mal, no necesariamente se verá tan perjudicada.
¿Qué impactos ha tenido la revolución verde en el mundo en desarrollo?
Nuevamente, esta es una pregunta realmente importante. En un trabajo reciente con mis colegas Casper Worm Hansen y Asger Moll Wingender, encontramos evidencia de que la revolución verde generó ganancias económicas muy grandes y positivas a largo plazo en el mundo en desarrollo. No solo aumentó los rendimientos agrícolas, sino que esto parece haberse traducido en incrementos en el ingreso per cápita, en un horizonte temporal de 50 años. Las ganancias fueron mayores en aquellos países que se beneficiaron más de la revolución verde y, específicamente, en los que produjeron los cultivos que fueron el foco principal de dicha revolución.
Un trabajo reciente de otros investigadores ha demostrado que la revolución verde también parece haber contribuido a la reducción de la mortalidad infantil en los países que obtuvieron los mayores beneficios. Aunque los canales de impacto no están del todo claros, parece plausible que la revolución verde haya conducido a una mayor disponibilidad de alimentos y mayores ingresos para algunas de las personas más pobres del mundo, especialmente en el sur y sudeste de Asia.
También se han registrado consecuencias negativas.
Un balance completo del impacto de la revolución verde debe reconocer lo que ciertamente fueron efectos ambientales negativos, en gran parte asociados con el uso de productos químicos agrícolas y el agotamiento de los recursos de agua subterránea y suelo. Estos daños son difíciles de medir, pero muy reales.
A su vez, se ha especulado mucho sobre el impacto de la revolución verde en la desigualdad de ingresos y otras medidas contra el desplazamiento social. Mi lectura de la evidencia aquí es más ambigua y es difícil identificar el contrafactual apropiado. En otras palabras, no sabemos realmente cuáles habrían sido los resultados sociales y de desigualdad en ausencia de la revolución verde.
Esta revolución seguramente haya aumentado la disponibilidad de alimentos para muchas personas pobres y probablemente haya impulsado el crecimiento económico y el desarrollo en algunos lugares. Sin duda, tuvo efectos desiguales entre individuos, grupos y regiones del mundo. Decir que generó enormes beneficios netos para la humanidad no significa que haya generado beneficios para todos.
¿Los medios de vida de los agricultores dependen más de los mercados mundiales o de los desastres naturales?
Depende. Los medios de vida de algunos agricultores, especialmente aquellos que están más firmemente en la subsistencia –y muchos de los más pobres del mundo–, dependen más de si su año es bueno o malo en términos de producción. Un fuerte golpe de lluvia o una muerte o enfermedad en la familia pueden realmente perjudicarlos. Si las plagas o los animales salvajes se comen la mitad de la cosecha, pueden poner en peligro a toda la familia.
Para otros agricultores más integrados en los mercados internacionales, las fluctuaciones de los precios mundiales son más importantes. Un colapso del precio del café, por ejemplo, puede realmente perjudicar a los agricultores que dependen de la venta al mercado mundial.
¿Cómo puede ayudar a los agricultores comprar productos locales?
Eso puede ayudar a los agricultores locales, pero no implica que estés apoyando a los pequeños agricultores o aquellos que siguen prácticas sostenibles. Tampoco significa que estés apoyando a los agricultores pobres. Términos como “local”, “orgánico”, “pequeño” y “sostenible” no necesariamente se superponen. Así que debés asegurarte de lo que estás apoyando con tu gasto como consumidor. Definitivamente tenés que pensar –si podés permitírtelo- lo que decidís comprar. Pero aquí no hay respuestas simples.
Incentivos para permanecer en el campo
Consultado sobre qué políticas podría implementar un gobierno para detener la migración de las granjas a las ciudades, el economista sostuvo que no cree que los gobiernos deban intentar activamente desalentar el desplazamiento del campo a la ciudad.
“El movimiento de personas de las zonas rurales a las urbanas es una parte importante, y probablemente deseable, del proceso de crecimiento. Cuando esto tenga sentido para los individuos, no deberían enfrentarse a demasiados obstáculos”, explicó.
En la misma línea, agregó que lo que sí pueden hacer los gobiernos es brindar mejores servicios y comodidades en las áreas rurales: mejores escuelas y centros de salud, más alumbrado público y electricidad, entre otras cosas, para que sea más atractivo para la población quedarse en esas zonas.
“También podrían intentar crear incentivos con el fin de que más empleadores se ubiquen en el campo. Pero dudaría en definir un objetivo para el gobierno que implique reducir la movilidad de la gente”, subrayó.
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