Con la fragilidad de las cadenas de suministro diseminadas por todo el mundo, los países están intentando reforzar sus cadenas nacionales o regionales. Para las economías en desarrollo, especialmente los países de ingresos medios, la llegada de la desglobalización supone un nuevo desafío. Después de todo, algunas de las estrategias de desarrollo más exitosas se han basado en las cadenas globales de valor. ¿Cómo pueden las economías seguir desarrollándose –e incluso alcanzar el estatus de ingresos altos– si esa estrategia ya no es factible?
El caso de Malasia puede servir como fuente de inspiración. Los sectores basados en materias primas como el petróleo, el caucho y el aceite de palma se convirtieron en los principales motores de crecimiento, abasteciendo al mercado doméstico y de exportación. No se trata de sectores de bajo valor agregado. Malasia exporta aceite de palma procesado, a diferencia de su vecino Indonesia, que lo exporta sin procesar. Este sector está liderado por empresas de capitales locales, que surgieron y crecieron como resultado de la intervención estatal. En la Malasia colonizada durante mucho tiempo, las plantaciones de aceite de palma (y de caucho) solían ser de propiedad extranjera. Poco interesados en trasladar sus plantas de procesamiento al país, los dueños exportaban el producto sin procesar. Pero, en 1981, Malasia se hizo con el control de tres conglomerados británicos de aceite de palma y caucho que cotizaban en la Bolsa de Londres –un hito en el proceso de descolonización de su economía– y aumentó el interés por el procesamiento local.
Pero la modernización de la industria del aceite de palma fue una batalla cuesta arriba. La Unión Europea impuso masivos aranceles de más del 200% en la década de 1990 –más del doble de los ya elevados aranceles que había introducido en la década de 1970 la Comunidad Económica Europea– para mantener la capacidad de refinación en Europa. Al mismo tiempo, sin embargo, el sector del aceite de palma de Malasia se benefició del aumento en los acuerdos de trueque por los que el gobierno negociaba contratos para exportar aceite de palma procesado a cambio de bienes y servicios. Esto no solo impulsó el rápido crecimiento del refinamiento en Malasia, también permitió agregar más valor no solo a las exportaciones de aceite de palma, sino también a la fabricación de productos nuevos como el biodiesel y las grasas especiales.
Keun Lee, vicepresidente del Consejo Consultivo Económico Nacional del Presidente de Corea del Sur, en Project Syndicate
TE PUEDE INTERESAR: