Guillermo Matamoros Romero hizo la licenciatura y posterior maestría en Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y actualmente es candidato a doctor en Economía por la Universidad de Ottawa (Canadá), donde reside desde hace cuatro años. También ha trabajado como asistente de investigación y de profesor en la institución. En diálogo con La Mañana, analizó el llamado “milagro mexicano” y se refirió al modelo de desarrollo de Hirschman, así como al cambio en la política económica a partir de Miguel de la Madrid y sus consecuencias. En otro orden, habló sobre el futuro de su país tras la pandemia.
¿Cómo explica el “milagro económico mexicano” de la década del 60, en particular, el rol del entonces presidente Adolfo López Mateos y su secretario de Hacienda y Crédito Público, Antonio Ortiz Mena?
Se le llama “milagro mexicano” porque es un período excepcional en la historia de México que conjuga un alto crecimiento económico con estabilidad de precios. El período comprende de la devaluación del peso de 1954 al término del sexenio de Díaz Ordaz en 1970. A su vez, el período se asocia con la figura de Ortiz Mena, secretario de Hacienda y principal responsable de la política macroeconómica de 1958 a 1970. Claro está que el “milagro mexicano” no se explica sin el boom de la demanda internacional ocasionado por el auge de posguerra de los países industrializados, la denominada edad de oro del capitalismo.
Sin embargo, el “milagro mexicano” se explica también por la política económica al interior del país, centrada en una fuerte inversión pública en infraestructura estratégica, como en la industria eléctrica que se nacionalizó en 1960, para servir de arrastre a la inversión privada. Asimismo, el sector privado se comprometió a invertir significativamente si se le proveían incentivos fiscales y si el gobierno se aseguraba de moderar el crecimiento de los salarios. Luego, el gobierno negoció moderación de las demandas salariales a cambio de un importante gasto social y una estabilidad en el costo de vida de los trabajadores. Para esto último fue clave la política de apoyo a la producción agrícola y los precios de garantía en el campo.
¿En qué consistía el modelo de desarrollo de Hirschman y cómo fue aplicado en México?
En su libro “La estrategia del desarrollo económico”, Hirschman propone que el desarrollo no es un proceso lineal que pueda resumirse a un paquete de políticas o de grados de intervencionismo estatal. Para Hirschman no hay una receta: el desarrollo requiere de políticas en constante transformación y sin dogmatismos sobre la participación estatal en la producción. El objetivo último de la estrategia es el fortalecimiento de los encadenamientos productivos entre industrias, es decir, el desarrollo industrial, lo que se traduce en mejores salarios en el largo plazo.
A lo largo de la década de 1980 en México hubo un cambio profundo en la estrategia de desarrollo. Los responsables de la política económica argumentaron que la recuperación del crecimiento con estabilidad requería un cambio de modelo en donde la participación estatal en la producción se redujera al mínimo. Se pensó que el desarrollo sí tenía receta y que básicamente consistía en la desregulación financiera, la liberalización comercial, la privatización indiscriminada y la flexibilización laboral. Fue básicamente lo contrario al modelo de desarrollo de Hirschman.
¿Cuál fue el cambio en la política económica mexicana a partir de Miguel de la Madrid y cuáles fueron las consecuencias? ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Por qué se cambió de dirección económica?
El paquete de políticas del cambio de modelo fue basto. Por ejemplo, la desregulación financiera involucró la liberalización de la cuenta de capital y los tipos de interés, el abandono de la banca de desarrollo, así como la reducción de los impuestos directos. La liberalización comercial trajo la disminución unilateral de aranceles, así como el desmantelamiento de la política industrial —se llegó a decir que “la mejor política industrial es la que no existe”—. La privatización significó la venta masiva de empresas y bienes estatales, y la flexibilización laboral representó la caída en picada del salario mínimo real.
Considero que el tema de fondo detrás del cambio en la política económica fue la disputa por los recursos del Estado. La crisis de los 80 y el desplome del crecimiento económico agudizaron enormemente la concentración del ingreso y la riqueza en un grupo de financieros, comerciantes e industriales, nacionales y extranjeros. Con dicha acumulación de poder económico, era evidente que el paquete de políticas del nuevo modelo beneficiaría principalmente a estos grupos y allegados, lo que profundizó aún más las desigualdades. El debate se centró en el dilema de más mercado o más Estado, pero, en el fondo, la verdadera causa del cambio de modelo fue la transformación del Estado en un botín de los intereses creados.
Sin embargo, hubo una crítica importante al viejo modelo, que consistía en que el desarrollo industrial agravaba la restricción externa, es decir, se avanzaba en la construcción de encadenamientos productivos, pero el déficit comercial (exportaciones menos importaciones) se hacía cada vez más grande —lo que, valga decir, no justificaba el cambio tan drástico de modelo—. Así, pienso que la principal tarea de hoy radicaría en intentar una estrategia de desarrollo como la que propuso Hirschman, esto es, poner la política económica al servicio del desarrollo industrial, social y ambientalmente responsable, aprendiendo de los errores del pasado.
La tendencia al nearshoring a raíz de la pandemia y la guerra en Ucrania es vista por muchos en México como una oportunidad para revitalizar a la economía mexicana, en específico, el Nafta. ¿Qué opinión le merece?
Considero que podría haber ciertos beneficios en términos de inversiones y generación de empleos. No obstante, ni un entorno internacional favorable ni mucho menos un tratado comercial, pueden remplazar una política macroeconómica e industrial orientada a un desarrollo sostenido. De hecho, el Nafta fue “actualizado” en 2020 (ahora se llama T-MEC) para, entre otras cosas, incrementar el contenido regional y salarial en ciertas industrias, como la automovilística. Pero insisto, los tratados son solo instrumentos complementarios o delimitadores de las estrategias económicas nacionales. Actualmente hay señales interesantes en la política económica de México que podrían significar avances notables para el desarrollo futuro.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo, el actual fortalecimiento de las empresas estatales en sectores estratégicos como la energía, permite contar con una base productiva sólida en la cual sustentar el desarrollo de industrias con mucho potencial, como la recientemente nacionalizada industria del litio. Lo anterior, sumado a la política de apoyo a la producción de granos básicos, fertilizantes y precios de garantía, podría relajar la restricción externa para impulsar un segundo proceso de industrialización en el largo plazo.
A todo ello se suma, entre otras cosas, la puesta en marcha de una política de recuperación del salario mínimo, y un programa significativo de inversiones públicas en infraestructura, principalmente en el sureste mexicano, que acumuló rezagos enormes. Estas señales permiten decir que México se encuentra en un período de transición hacia una nueva orientación de política económica que apunta al regreso a una genuina estrategia de desarrollo.
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