El camino que ha emprendido el gobierno en la búsqueda de impulsar la inversión productiva para incentivar la creación de nuevos puestos laborales, “es el único viable a mediano y largo plazo para generar empleo genuino”, según la visión del economista. En conversación con La Mañana, Santo analizó el problema de la diferencia cambiaria con la región y celebró las negociaciones con China por un eventual Tratado de Libre Comercio (TLC).
¿Qué lectura hace de la diferencia cambiaria con la región? ¿Ve posibles soluciones a ese problema?
La diferencia cambiaria más negativa para nosotros la tenemos con Argentina, que está en uno de los peores niveles de la historia, y eso tiene que ver con problemas internos suyos. Nosotros no podemos hacer mucho, sería absurdo que Uruguay tratara de poner el tipo de cambio al nivel que nos deje equilibrados en competitividad con ellos porque el inconveniente no es nuestro, aunque repercute.
Además, no está claro cómo se van a solucionar los problemas que tienen, porque el tema del eventual acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se dilata cada vez más, a pesar de que yo creo que va a terminar habiendo acuerdo; es la apuesta que hace todo el mundo, no sé si por convicción o porque si no hubiera acuerdo las consecuencias serían muchísimo más negativas.
Más allá del tema bilateral, seguimos siendo un país caro en dólares; en una comparación internacional también estamos caros, pero ahí pagamos el precio de temas internos nuestros como el alto nivel del gasto público, que implica un alto nivel de presión tributaria y que hace que la política fiscal no se pueda usar para generar un superávit primario lo suficientemente grande como para contribuir a mejorar el tipo de cambio real.
¿A qué lo atribuye?
Eso es consecuencia de las rigideces que existen en muchos sectores domésticos de bienes no transables que hacen que los precios domésticos de los servicios sean muy altos, también de la indexación de la política salarial y de que la economía uruguaya siga siendo relativamente cerrada para la pequeñez que tiene. Igualmente, aunque se corrigieran todos esos factores, no resolveríamos la falta de competitividad con Argentina, porque es un problema que “importamos” de ese país.
Para mitigar el problema de la diferencia cambiaria, sobre todo de los efectos que esto tiene en el comercio en las fronteras, han aparecido algunas propuestas a nivel del sistema político que apuntan a bajar los precios de los productos en esas zonas. ¿Cree que deberían ponerse en práctica?
Son paliativos muy difíciles de implementar y de mantener en el tiempo porque es muy difícil sostener dos precios tan diferentes en un mismo país. Se ha intentado con las rebajas impositivas de los combustibles, se han hecho propuestas para rebajar el IVA y otros impuestos en el litoral, para ayudar a los comercios de la zona. Lo que se pueda hacer desde el punto de vista impositivo ayudaría a mitigar las consecuencias tan negativas del fenómeno del tipo de cambio tan alto en Argentina.
En ese sentido, además de lo que ya se ha implementado, se podría estudiar alguna otra cosa, teniendo en cuenta que si no hay una política estricta de “cero kilo”, la pérdida de recaudación igual va a ser muy grande porque eso motiva a toda la gente del litoral a cruzar los puentes y comprar en Argentina por la diferencia de precios que hay. Todas estas medidas impositivas ya tienen un costo fiscal importante porque están resignando recaudación, pero si no se mantiene cerrada la frontera por parte de Uruguay para las compras en Argentina, el costo fiscal se va a dar igual, o sea que es de las pocas cosas que se pueden hacer para tratar de mitigar este problema.
¿Cuál es su visión acerca del camino que ha tomado el gobierno para negociar un TLC con China?
Es muy bueno que se esté intentando un TLC con China y que se intenten TLC con todos los países con los que se pueda. El Mercosur en estos 30 años no ha funcionado desde el punto de vista de los objetivos que tenía, entonces, ya es hora de que Uruguay busque otras alternativas. El camino que ha emprendido el gobierno es positivo y no solo se agota con China, porque se ha anunciado también que se han iniciado contactos con Turquía y aparentemente la política es tratar de hacer acuerdos comerciales con todos los países que lo quieran hacer.
En ese aspecto vamos por buen camino, más allá de que son negociaciones difíciles, largas, que hay que ver cuándo se van a concretar y que van a tener costos. El mayor problema interno que podemos llegar a tener es cómo compensar a los sectores que se van a ver perjudicados por los acuerdos comerciales que se van a firmar, a pesar de que para el país en su conjunto va a ser una situación gananciosa.
¿Esto podría llevar a Uruguay a generar una fisura interna en el Mercosur?
Ese es un temor que existe. Por lo menos, mientras el signo político del gobierno de Brasil siga siendo el actual y su postura en materia de apertura externa siga siendo la misma, no creo que se vaya a dar. Si hay un cambio de gobierno en Brasil y va hacia una postura tan proteccionista como la que tiene Argentina, probablemente tengamos problemas. En última instancia, será un costo que habrá que asumir.
¿Los pasos que ha dado el gobierno para impulsar el empleo han sido los adecuados? ¿Qué debería hacer en ese sentido luego de los impactos de la pandemia?
El libreto que ha tratado de seguir el gobierno, de buscar incentivar la inversión productiva para, a partir de ahí, crear más puestos de trabajo, es el único viable a mediano y largo plazo para generar empleo genuino. No es aumentando el empleo en las intendencias ni en las empresas públicas que se va a generar empleo genuino.
Sí se podría buscar la forma de ayudar a que la oferta de trabajo sea más competitiva o adquiera las habilidades que se requieren. Eso tiene aspectos de mediano y largo plazo que están relacionados a la educación. Hemos tenido en los últimos 20-30 años un deterioro pavoroso. Probablemente, también se puedan buscar formas ingeniosas para incentivar desde el punto de vista fiscal o de otro tipo que las empresas capaciten mano de obra con las habilidades que necesitan, y que el Estado contribuya a absorber el costo de ese reentrenamiento del mercado de trabajo, que de todas maneras se va a tener que dar en función de los cambios tecnológicos.
El inicio del 2022, según los principales indicadores, es más auspicioso que el del 2021. ¿Qué se puede esperar?
Por suerte, la situación económica global ha mejorado mucho. Hemos tenido récord de exportaciones, recuperación del empleo, aumento de la recaudación impositiva, mejora de la situación fiscal –a pesar de los gastos que hubo que hacer por la pandemia-, recuperación de la venta de automóviles. Salvo la inflación, que sigue en el eje del 8%, todo el resto de los indicadores macroeconómicos lucen favorables. Eso genera un buen arranque para este 2022, más allá de que aparecen algunas incertidumbres tanto internas como externas que habrá que ver cómo se decantan.
¿Por ejemplo?
La realidad argentina es un factor de incertidumbre regional significativo, básicamente, en cuanto a qué es lo que va a pasar con la negociación con el FMI. La situación de Brasil, cuando comience la campaña política, también será un factor de preocupación.
Desde el punto de vista interno, el déficit hídrico por el que estamos atravesando, es un factor negativo muy importante que afecta a un sector que fue muy dinámico el año pasado como el agro.
Después, tenemos un contexto internacional en el cual el cambio de postura que parece estar confirmando la Fed en Estados Unidos respecto a una suba más rápida y eventualmente más fuerte de las tasas de interés, que ha generado algunas turbulencias a nivel de los mercados financieros en este inicio de año, también es otro factor que hay que seguir mirando con atención, además de la evolución de la pandemia.
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