Las perspectivas para la economía uruguaya son “buenas” y se fundamentan en un contexto externo positivo, entre otros factores. Sin embargo, el país debe enfocarse en una tarea pendiente desde hace décadas: una reforma educativa que apunte a capacitar a la mano de obra de modo que logre tener las habilidades que hoy requiere el mercado de trabajo. Así lo planteó a La Mañana el economista, y explicó cuáles son las otras grandes transformaciones que Uruguay necesita.
¿Qué perspectivas ve para la economía uruguaya?
El desempeño de la economía en 2021 va a terminar siendo bastante mejor al esperado: vamos a culminar con un crecimiento superior al 4% en el promedio anual, cuando el gobierno preveía un 3,5% y los analistas cerca de un 3%. Los dos aspectos más relevantes que explican ese aumento son el dinamismo exportador y un impacto de la pandemia menor al esperado en el segundo trimestre, en particular, en comercio y servicios. En el primer trimestre de 2022 se va a sumar, más allá de lo que pase con la variante ómicron –que por ahora no parece tener mayores efectos en la economía- el impacto positivo del turismo.
En el corto plazo el crecimiento va a estar asegurado. Las perspectivas para la economía son buenas, fundamentadas en un contexto externo positivo, quizás no tanto como lo fue en 2021, pero sí vamos a tener buenos precios de commodities y tasas de interés todavía en niveles históricamente bajos.
¿Cuáles son en su opinión los principales riesgos?
Los principales riesgos o donde existe más incertidumbre en torno a la economía uruguaya es en lo que pueda suceder con Argentina y con Brasil, que atraviesan situaciones bastante complicadas. Por uno o dos años no vamos a tener noticias buenas. Argentina recién tuvo elecciones y por lo menos hasta 2023 no parece que habrá nada nuevo, eso implica que se va a mantener muy barata en términos históricos en relación a Uruguay, lo que va a afectar desde el punto de vista del turismo. A su vez, en octubre hay elecciones en Brasil, lo que genera incertidumbre fiscal, por un lado, por lo que pueda hacer Bolsonaro para incentivar el gasto y tratar de ganar y, por otro lado, Lula ganaría con un mandato más orientado a recuperar ese estado de bienestar que supondría mayor gasto. Eso hace que el real se mantenga muy débil, lo cual nos encarece en términos relativos.
Y por fuera de la región, ¿qué riesgos percibe?
Un riesgo para todos los países emergentes es lo que pueda suceder con las tasas de interés en Estados Unidos, producto de la persistencia de las presiones inflacionarias. Es decir, cada vez existe un grado de incertidumbre mayor en cuanto a que la Fed va a tener que elevar las tasas de interés antes de lo que estaba previsto. Eso genera impactos negativos para los países emergentes vía mayores tasas de interés o depreciación de sus monedas.
¿Qué podría hacer el gobierno para fomentar una mayor tasa de crecimiento?
Los factores que nos permitirían lograr un crecimiento sostenido tienen que ver con la llamada agenda de reformas procrecimiento. En primer lugar, a pesar de que la recuperación del mercado de trabajo haya sido muy rápida en estos últimos meses, la situación del empleo todavía es complicada.
¿En qué sentido?
Me refiero a que los puestos de trabajo que se van generando requieren de nuevas habilidades que nuestra mano de obra en muchos casos no tiene. Hoy tenemos un porcentaje de egresos de la educación secundaria muy bajos, lo que complica cualquier inversión o desarrollo de negocios. No es posible recuperar de forma sostenida el salario real si no mejoramos la capacidad de los trabajadores, y eso a la larga impacta en el consumo interno de la economía. Si bien las reformas educativas tienen efectos a largo plazo, es una tarea pendiente de los últimos 20-30 años adaptar a los jóvenes al mundo laboral.
Por otra parte, ahora está todo en pausa por el referéndum de la LUC (Ley de Urgente Consideración), pero hay espacio para avanzar en las reformas que le brindarían un poco más de competitividad a la economía, sobre todo, en el sector no transable.
¿Por ejemplo, qué reformas en concreto?
Está arriba de la mesa la reforma de los combustibles, en su momento estuvo presente la reforma del Estado y también ha habido propuestas enfocadas en mejorar algunas regulaciones que brinden más competencia, teniendo en cuenta que, por ejemplo, el transporte y la salud son sectores muy regulados.
Después, está la discusión en torno a la apertura al mundo y de qué forma debe encararla Uruguay. Ahí, más allá de la orientación que uno le quiera dar, hay que tener en cuenta que no solo depende del país sino también del resto del mundo. Está el caso de China, que desde su perspectiva puede que sea una estrategia más geopolítica que comercial, y lo mismo con Estados Unidos, Europa y otros mercados. Hay que ser creativos, teniendo en cuenta que los resultados no solo dependen de lo que hagamos nosotros.
En este contexto, ¿qué importancia tiene la reforma de la seguridad social?
Si bien la situación económica ha mejorado bastante en los últimos dos años, la trayectoria a mediano plazo del déficit fiscal y de las cuentas públicas todavía no ha despejado del todo su incertidumbre. Es decir, los factores que hicieron que el resultado fiscal mejorara fuertemente en estos dos años, aún son transitorios. Me refiero, por un lado, al aumento de la recaudación por un consumo mayor de bienes como automóviles y, por otra parte, a la reducción de la inversión pública a niveles históricamente bajos.
Al mismo tiempo, el compromiso del gobierno de recuperar el salario real va a tensionar en cierta medida las cuentas públicas, porque va a presionar al alza en términos reales el gasto en pasividades y eventualmente en remuneraciones. En ese sentido, más allá de alcanzar más crecimiento, es importante lograr una reforma de la seguridad social con determinado grado de consenso, que permita generar la certeza de que por los próximos 10-15 años las cuentas fiscales se van a comportar de una manera relativamente sostenible.
El economista francés Olivier Blanchard sostiene que en un entorno de tasas de interés bajas como las actuales, es rentable para los países acelerar la inversión en infraestructura financiada con más deuda. ¿Cree que Uruguay cumple esas condiciones? ¿Sería conveniente acelerar inversiones en infraestructuras necesarias, como tendido eléctrico, carreteras, entre otras, en esta coyuntura?
Ahí hay varias cosas a tener en cuenta. Primero, más allá de que la tasa de interés internacional sea igual para todos los países, la situación fiscal no fue la misma durante la pandemia porque, hasta 2019, las cuentas públicas de los países no necesariamente estaban en similares condiciones, y eso ha implicado una reflexión para Uruguay en cuanto al nivel de inversiones que se puede realizar. Como te comentaba, una de las formas de reducir el déficit fiscal ha sido bajando la inversión pública.
En tanto, ese debate en torno al aprovechamiento de las tasas de interés en niveles históricamente bajos para impulsar la economía a través de un mayor gasto en inversión pública, aplicaba para 2020-2021 pero ha cambiado. De hecho, yo era de los que creía que había que elevar un poco la inversión pública para apuntalar el crecimiento en ese momento, pues la pandemia había generado una situación compleja en la economía y en el mercado de trabajo. Pero hoy eso es distinto, no solo en Uruguay, sino en el mundo. Además, las perspectivas son que las tasas de interés van a comenzar a elevarse y eso juega en el sentido contrario.
¿Ya no sería necesario aumentar la inversión pública para consolidar el crecimiento?
El mercado laboral y la economía han recuperado los niveles prepandemia y el impulso que pueda tener la inversión pública en el empleo o en la economía ahora toma otro carril. Como decía, si queremos mejorar el empleo necesitamos mejorar las capacidades de los trabajadores, eso es fundamental, no tanto un empuje mediante la inversión pública.
Otro factor a tener en cuenta es que, si bien la inversión pública ha caído en Uruguay, a través de proyectos de Participación Público-Privada (PPP) aprobados en el gobierno anterior y de los nuevos métodos de financiamiento Cremaf (Contrato de Rehabilitación, Mantenimiento y Financiación) del Ministerio de Transporte y Obras Públicas, la inversión pública se ha vinculado con la privada e incluso en las cuentas públicas este tipo de iniciativa no es catalogado como inversión, sino como gasto de funcionamiento.
En definitiva, la situación actual hace que esta no sea el área en la que hay que poner todas las baterías. Sí es verdad que el gobierno ha apuntado a incentivar la inversión privada vía mayores niveles de certidumbre, como hablábamos antes, para compensar a la inversión pública.
Respecto al empleo, daría la impresión de que la estrategia del gobierno se basa en un retorno al crecimiento que produzca más empleo. ¿Convendría también pensar en medidas microeconómicas que permitan destrabar algunos sectores?
El mercado laboral ha recuperado el nivel prepandemia en términos generales, como mencionaba, pero con cierta asimetría, no solo en términos de puestos de trabajo, sino de salarios. O sea, hay sectores a los cuales hoy no parecería ser necesario incentivarlos, como la construcción, muchos servicios vinculados a las tecnologías, el comercio. Este último se viene recuperando y, en diciembre del año pasado, por primera vez desde que arrancó la emergencia sanitaria, la cantidad de trabajadores del sector en seguro de paro volvió al nivel prepandemia.
De todas maneras, al comparar la situación actual con lo que era el pico de 2013-2014, los factores que llevan a que hoy haya 50.000 puestos de trabajo menos que en ese entonces, no necesariamente están determinados por temas microeconómicos de regulación, sino por lo que te comentaba antes: crecientemente, hay una cantidad de trabajadores que no tienen las habilidades para adaptarse al mercado de trabajo.
¿Qué puede hacer el gobierno con las herramientas que tiene hoy para progresar en ese aspecto?
En ese sentido creo que el Inefop junto con el Ministerio de Trabajo, ANEP, Udelar, UTU y UTEC, tienen que ser creativos y buscar alternativas para que los jóvenes salgan con mejores herramientas que hace 10-20 años, y también para que puedan conseguir empleos con mejor remuneración. Eso es lo sustancial en el mercado de trabajo.
Obviamente, hay oscilaciones vinculadas al ciclo económico, es decir, cuando las condiciones externas son buenas, Uruguay crece más y eso genera más empleo. Esto está relacionado con lo que puede hacer el gobierno para estimular el crecimiento de forma sostenida en el mediano plazo, o sea, la revisión de las regulaciones, la mayor apertura comercial, también aplican para la recuperación del empleo. Todo eso es válido y aporta, pero si no mejoramos la capacitación de los trabajadores, no hay política que haga que el mercado de trabajo tenga el dinamismo necesario.
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