Tal vez la mayor confusión sobre la rápida recuperación de Argentina tras la crisis de 2002 sea la creencia de que fue consecuencia de la devaluación, a través de un aumento de las exportaciones y una sustitución más dinámica de importaciones. Si bien esto último puede haber desempeñado un rol, los volúmenes de exportación en realidad crecieron más lentamente que bajo el anterior régimen de convertibilidad, a pesar que el auge mundial de los precios de las materias primas era aún incipiente cuando la producción tocó fondo en 2002. Por el contrario, el principal motor de la recuperación llegó de una fuente inesperada y políticamente no muy atractiva: las empresas. Al aliviar las deudas de las empresas (con la conversión del peso) y los costes operativos (con los servicios públicos subvencionados y los salarios reales deprimidos), el paquete de resolución de la crisis implicó una transferencia de ingresos públicos y privados a los fondos internos de las empresas, que fueron a su vez reinvertidos en el país. Esto explica como la inversión logró reactivarse en ausencia de un sector financiero que funcionase. A su vez, el crecimiento aceleró la recuperación en el empleo y la reducción de la pobreza, que junto con los nuevos impuestos y el auge de las materias primas, produjo los superávits fiscales y externos que permitieron el significativo aumento en el gasto público de finales de los años 2000.
Eduardo Levy Yeyati, en America´s Quarterly
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