La economista y profesora titular del Departamento de Economía (DECON) de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad de la República (Udelar), quien se desempeña en el Área de Economía de la Salud, conversó con La Mañana acerca de los impactos que ha tenido la pandemia sobre el sector y remarcó la necesidad de avanzar en la mejora de la eficiencia, calidad, gobernanza y regulación del sistema.
¿Qué la llevó a especializarse en economía de la salud?
Dentro de la economía, siempre me gustó más la microeconomía que la macroeconomía. Diría alguien por ahí: “microeconomía es lo que saben los economistas y macroeconomía es lo que les gustaría saber”.
A la vez, siempre me desafiaron los sectores que presentan “fallas de mercado”, como externalidades, asimetrías de información, y el sector salud es uno de ellos, con los desafíos regulatorios que conlleva. Además, creo que estar casada con un ginecólogo me fue llevando cada vez más a interesarme en temas comportamentales, con especial hincapié en aquellos que pueden ser alterados a través de políticas, así como evaluar políticas públicas en salud.
De todas las investigaciones que realizó en esa área, ¿cuál destacaría y por qué?
Creo que el primer trabajo importante en el área lo hice junto a Máximo Rossi, hace unos 15 años; investigamos sobre el impacto del sistema de remuneraciones de los médicos en las cesáreas de Uruguay, pero también sobre el estado de salud y sus determinantes en diversos grupos poblacionales.
Luego, el desarrollo de mis investigaciones se vio muy favorecido por la construcción de fuertes redes académicas y el intercambio con investigadores de otras universidades nacionales y extranjeras. En ese sentido, debo destacar mi trabajo con Jeffrey Harris, del Massachusetts Institute of Technology, médico y doctor en Economía, que me ha enseñado muchísimo sobre ambos mundos y hemos publicado artículos en las mejores revistas de la disciplina.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo, analizamos la campaña antitabaco seguida por Uruguay desde 2005, el impacto de la cesación de fumar de las mujeres embarazadas en la salud neonatal y cuestiones relacionadas con la elección de los fumadores para colaborar en el diseño del empaquetado plano de cigarros.
En alguna de estas líneas trabajé con Ana Balsa, de la Universidad de Montevideo, otro intercambio muy enriquecedor tanto a nivel personal como académico, y aquí destaco también el análisis que hicimos sobre el impacto de los controles prenatales en la salud neonatal en la población atendida en el Centro Hospitalario Pereira Rossell, y el impacto del Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) de 2007 y su expansión del seguro público a las adolescentes en la salud neonatal, acceso a cuidados, en la fecundidad adolescente y la mortalidad infantil.
“El gasto per cápita de salud pública ha aumentado en términos reales, achicándose la brecha que existía con el sector privado”
Otra línea que he tenido el privilegio de desarrollar junto a José Ignacio Antón, de la Universidad de Salamanca, es la evaluación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en la fecundidad, lo cual dio como resultado un importante artículo en Health Economics.
Debo nombrar otras personas con las que he trabajado, como Todd Jewell, de la Universidad de North Texas, o actualmente con John Cawley, de Cornell University, con el que pretendemos analizar nudges (empujones) de alimentación saludable y el impacto del nuevo etiquetado frontal de alimentos.
Por último, debo agregar un trabajo realizado con Cecilia González, donde analizamos la inequidad en el acceso a los cuidados médicos en Uruguay y los resultados de la encuesta sobre salud y acceso a cuidados médicos durante la pandemia en Uruguay que realizamos en el Grupo de Economía de la Salud del DECON-FCS-Udelar.
¿Cómo se encuentra Uruguay en materia de salud a nivel mundial?
En términos generales, gastamos (invertimos) cerca del 10% del PIB en salud. Si nos comparamos con el mundo no está nada mal. En Estados Unidos, país que más gastó en 2018, fue el 17% del PIB. Alemania, Francia, Suiza y Japón destinaron cerca del 11% del PIB. Basta nombrar estos países para entender que este indicador encubre sistemas de cobertura y realidades muy distintas.
A partir de 2007 tenemos el SNIS, a través del Seguro Nacional de Salud, que se financia con impuestos a los salarios que aportan empleadores y trabajadores, volcados al Fondo Nacional de Salud (Fonasa). Dichos aportes dan derecho a la atención de la salud de los trabajadores, sus cónyuges y concubinos dependientes y sus hijos menores de 18 años en cualquiera de los prestadores integrales, que pueden ser públicos o privados -cerca del 20% ha optado por prestadores públicos y el resto por privados-.
Aproximadamente, tres de cada cuatro uruguayos están cubiertos por el seguro social de salud y el resto por un seguro público con las mismas prestaciones que el social, ya que por ley no hay personas sin cobertura.
El gasto per cápita de salud pública ha aumentado en términos reales, achicándose la brecha que existía con el sector privado.
“Aproximadamente, tres de cada cuatro uruguayos están cubiertos por el seguro social de salud y el resto por un seguro público con las mismas prestaciones que el social, ya que por ley no hay personas sin cobertura”
¿Hacia dónde se debe encaminar el sistema a futuro?
Me parece que es necesario y urgente poder realizar una evaluación de la reforma en diversas dimensiones, en particular, pudiendo determinar el impacto en resultados de salud y equidad, para lo cual es clave tener acceso a datos de calidad y oportunos.
A su vez, creo que es el momento de pensar en una segunda reforma, como la llaman algunos, o en otra etapa de lo iniciado en el 2007. Recomiendo leer a Sebastián Fleitas, que hizo trabajos y columnas muy interesantes en este sentido. Comparto con él que se debe avanzar en la mejora de la eficiencia, calidad, gobernanza y regulación del sistema.
¿Qué impactos ha tenido la pandemia sobre el sector de la salud?
Los impactos son múltiples, y no solo en salud, hay que hacer un esfuerzo para identificarlos, determinar los sectores más vulnerados con esta pandemia, las potenciales profundizaciones de brechas que ya existían desde antes y que tienen efectos de mediano y largo plazo que debemos paliar.
Sobre el impacto en el empleo, hay brechas de género, la tasa de feminización es distinta por sector y los efectos serán diferenciales. En salud, el 77% son mujeres, en educación, el 74%, y en servicios domésticos, el 73%. La presión del trabajo remoto también es diferente por sector y esto está afectado por tasas de feminización, carga mayor de las mujeres en cuidados y tareas del hogar. El sector informal no puede ser el amortiguador de la pérdida de empleo formal como en otras crisis. A su vez, para analizar impactos hay que identificar las diferencias por hogar de la penetración de internet, disponibilidad de computadoras personales, tipo de vivienda, hacinamiento, entre otros.
En la educación, las herramientas para afrontar clases virtuales son distintas en los hogares, depende de la educación de los padres, de las estructuras de hogar, por más que esto encuentra a Uruguay con el Plan Ceibal desarrollado. Aparte, ya se sabe que el 20% de los estudiantes en educación secundaria se desvincularon el año pasado.
Y en materia de salud, ¿qué efectos resaltaría?
Creo que esto puso en evidencia las diferencias organizativas, de recursos humanos y de protocolos entre las instituciones para afrontar una crisis sanitaria de tal envergadura.
La encuesta sobre acceso a cuidados médicos que realizamos en el Grupo de Economía de la Salud del DECON mostró que un alto porcentaje de estudios médicos, procedimientos o tratamientos en curso o previstos fueron suspendidos o pospuestos en los primeros meses de la crisis. En el caso de los niños menores de 12 años, más de la mitad tuvo que retrasar alguna vacuna prevista.
Entendemos que se debe prestar especial atención a la forma en que se definen e implementan las nuevas modalidades de consulta, tiempos de espera máximos y la correcta atención a quienes padecen enfermedades crónicas, para garantizar el acceso a cuidados médicos oportunos y de calidad.
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