La nueva ola de las políticas industriales en pleno auge de la inteligencia artificial abre dudas y preocupaciones sobre su efectividad en su plano más tradicional, que es la industria manufacturera. La realidad de Estados Unidos es hoy planteada como un caso de estudio de referencia para pensar políticas mejor orientadas a la reactivación de la economía y la creación de empleo de calidad, impulsadas por el propio cambio tecnológico y la sostenibilidad ambiental.
Tradicionalmente, las políticas industriales eran aquellas intervenciones aplicadas principalmente al sector industrial o manufacturero a los efectos de generar, desde la acción del Estado, el incentivo al incremento de la producción y con ella al crecimiento económico y creación del empleo, apalancando sectores claves. De esta forma, se desarrolló toda una gama de políticas y modelos, acompañados con una corriente de pensamiento que tuvo su momento de relevancia y que fue altamente atacada por las corrientes de corte más neoliberal, en particular en determinadas economías. Otras se guardaron la posibilidad de implementarlas en sectores estratégicos y en su interna. Un caso emblemático es Estados Unidos y, novedosamente, cuando resurge el concepto y la necesidad de intervenciones que se ubican en una nueva ola de políticas industriales, se pone nuevamente en el centro.
En los últimos tiempos, las medidas llevadas adelante para Estados Unidos con la Ley de Competitividad y la búsqueda de mayores niveles de crecimiento se ubican en este universo mencionado y vienen contando con el apoyo a través de importantes incentivos y subsidios que llevan a reconfigurar algunos sectores y generando atractivos. Tal es el caso de la fabricación de semiconductores, que se ha vuelto una industria atractiva. Sin embargo, desde el propio gobierno y desde analistas de referencia se viene poniendo alertas sobre la pertinencia y adecuación de incentivar y hacer esfuerzos en el sector manufacturero como fuente de creación de empleo. La pregunta es si es efectivo y posible la creación de empleo de calidad en este tipo de sectores o en la actualidad la apuesta por los puestos de trabajo debe verse en la rama de los servicios.
La semana pasada, en un artículo publicado en Project Syndicate, el gran economista y referente en el tema de políticas industriales Dani Rodrik planteaba en forma muy contundente que el “renacimiento de las políticas industriales en Estados Unidos” crearía pocos empleos. Concretamente destaca que “las experiencias recientes de muchos países muestran que impulsar el empleo en el sector manufacturero es como perseguir un objetivo en rápido retroceso”. Para el economista, la automatización y la tecnología basada en las habilidades han hecho que sea extremadamente improbable que la manufactura pueda ser la actividad absorbente de mano de obra que alguna vez fue, lo que significa que el futuro de los “buenos empleos” debe crearse en los servicios.
No es posible caer en un análisis simplista y pensar que la política de microchips en Estados Unidos no cumple sus objetivos, ya que va más allá de la creación de empleo y refiere a otros aspectos que en muchos casos también son cuestionados. Pero en los hechos, el planteo tiene que ver con pensar la necesidad de entender los procesos de cambio tecnológico y su regulación y hacerlos parte de las propias políticas que buscan generar reactivación de las economías y fomentar la creación de empleo, que en definitiva sigue siendo un gran desafío que está lleno de nuevas dificultades en términos de la poca capacidad de control y posibilidades que se tienen de intervenir en los avances e impactos reales de la implementación tecnológica en la producción real.
El caso de Estados Unidos muestra que la nueva era de políticas industriales centrada en la Ley de Chips es una herramienta para fomentar la industria, pero sin dudas tiene algunas dificultades concretas a la hora de pensar en impactos de largo plazo en términos de creación de empleos de calidad y reconstrucción de los tejidos sociales que sostenían a los sectores empresariales de menor escala y a la clase media de trabajadores. Estamos en una nueva sociedad y economía donde la realidad tecnológica supera cualquier capacidad de producción humana en diversos planos.
Para el objetivo de crear empleo de calidad parece difícil pensar en los sectores industriales y en particular en los tradicionales. El esfuerzo que pueda hacerse en subsidios e incentivos para crear empleos y reactivar la economía pueden ser una necesidad, pero no resuelven el tema a largo plazo. El propio Rodrik destaca que “el mundo ha avanzado y la naturaleza de las tecnologías de fabricación ha cambiado irrevocablemente”. De esta forma destaca que la automatización y la tecnología basada en las habilidades han hecho que sea extremadamente improbable que la manufactura pueda convertirse en la actividad absorbente de mano de obra que alguna vez fue”.
El mundo tiene un problema en el empleo, y en particular Uruguay, cuando estamos viendo que incluso en etapas de creación de puestos de trabajo se han generado importantes dificultades en mayor formalidad y atención de grupos afectados. Existen sectores que, al igual que pasa en otras realidades, es necesario apoyar y promover como es el caso de las pequeñas y medianas empresas, el comercio minorista, los cuidados, el turismo y diversidad de servicios que terminan siendo los que hacen la diferencia en la creación de empleo. La realidad tecnológica y del empleo necesita más que nunca ser repensada y apostar a sectores que son relevantes y que necesariamente deben ser acompañadas de políticas activas.
TE PUEDE INTERESAR: