El ritmo acelerado y vertiginoso con el que viene avanzando el cambio climático y con él la magnitud del esfuerzo que implica la descarbonización de la economía puede llevar a importantes cambios en los patrones de crecimiento. Se trata de una problemática que tiene diversos puntos críticos y dimensiones a considerar.
Enfoque reciente
La economía ambiental comenzó a desarrollarse hace cinco o seis décadas, existiendo algunos antecedentes, pero durante un largo tiempo no se evidenció ningún vínculo entre la economía que abordaba los temas ambientales y la macroeconomía tradicional. Fue más recientemente que se comenzó esta articulación necesaria con los temas referidos a la economía circular, la bioeconomía y la economía verde. Es solo hace relativamente poco tiempo que los principales informes de política económica de organismos internacionales (FMI, OCDE y la Comisión Europea entre otros) abordan el tema en forma cabal.
Se pueden identificar elementos tanto de corte intelectual como de política económica que justifican esta disociación. Por una parte, a nivel más intelectual, la economía ambiental se desarrolló inicialmente en el marco de la economía pública en lugar de un marco macroeconómico. Por otra parte, la razón política es que la descarbonización se consideraba un tema a largo plazo, y por tanto de relevancia solo más allá del horizonte macroeconómico habitual.
El ejemplo de la UE: abordaje de CC desde la medidas macro
Recientemente la nueva agenda planteada por la UE cambia la perspectiva económica del abordaje del cambio climático. Se vuelve prioridad en la agenda siendo compatible con objetivos que hacen al crecimiento y equidad. Por la magnitud de los esfuerzos involucrados y el ritmo de transformación que implica, la transición acelerada a una economía neutra en carbono tendrá consecuencias inmediatas y relevantes.
La Comisión Europea (2021) postula que “lo que es bueno para el planeta es bueno para las personas y la economía”. Según las estimaciones en base a simulaciones de escenarios con un cambio muy modesto, el PIB real de 2030 oscilaría entre −0,7 por ciento y +0,55 por ciento, según el modelo y la configuración de la política. Pero se afirma que pequeños cambios agregados en un horizonte de 10 años pueden ocultar interrupciones en el camino, dado que la acción climática implica una serie de regulaciones, subsidios, incentivos, medidas en frontera, gastos gubernamentales e impuestos se dan consecuencias macroeconómicas que son ciertamente difíciles de precisar.
La descarbonización equivale a poner precio a un recurso que se utilizó como libre. Este puede ser explícito (a través de impuestos) o implícito (a través de regulación), pero ambos tipos de medidas tienen el mismo efecto de desencadenar una obsolescencia acelerada del capital social existente y con ella la necesidad de innovación y cambio técnico y mayores niveles de inversión.
Por tanto, la descarbonización puede considerarse como un choque de oferta adverso, muy parecido a los choques del petróleo de la década de 1970. Al menos a corto plazo, es probable que afecte negativamente a la producción potencial. Esto no significa necesariamente que el crecimiento disminuirá, pero sí cambiará su composición porque serán más recursos dedicados a la inversión y menos al consumo. No hay dudas que en el largo plazo los consumidores estarán mejor, ya que se verán beneficiados de un clima más preservado, pero en el corto plazo lo más probable es que su bienestar reciba un golpe. A su vez, las finanzas públicas también se verán afectadas. Dado que los impuestos al carbono son regresivos, podrán existir esfuerzos de parte de los gobiernos para amortiguar los impactos en los sectores más vulnerables. En lugar de proporcionar los medios para reducir otros impuestos (y por ende aumentar la producción potencial), los ingresos tendrán que financiar transferencias. También se necesitarán más transferencias para compensar las consecuencias de regulaciones más restrictivas y se requerirá inversión pública en investigación, infraestructura y rehabilitación de edificios. Es probable que en los primeros años el impacto neto en los presupuestos gubernamentales sea negativo. Pero desde el punto de vista del endeudamiento las economías cobran posibilidades ya que no implica un costo intergeneracional. Pero es una realidad que los costos de transición son altos a pesar de que existe un optimismo de largo plazo por lo que es muy importante que quienes definan las políticas económicas definan el camino adecuado. Se trata un conjunto de políticas para adecuar la naturaleza y magnitud de la economía y en el proceso de transición y no en las consecuencias de largo plazo.
Importa destacar tres aspectos de este tema. En primer lugar, la perspectiva macroeconómica reciente del cambio climático. En segundo lugar, la naturaleza y magnitud de la transición hacia una economía carbón neutro como centro de atención más que los resultados finales. Tercero, que avanzar en esta línea puede de acuerdo a las herramientas que se apliquen ser totalmente compatibles con mejoras en los ingresos, bienestar y distribución. Finalmente, no hay pasaje a carbono neutro sin cambios de relevancia en las estructuras económicas y sin impactos en las finanzas pública.
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