La propagación incontrolada de la variante ómicron añade un nuevo elemento de incertidumbre a la economía mundial. Sin embargo, en lo que respecta a los países emergentes, la opinión de consenso es que las perspectivas de estos países siguen siendo brillantes. J.P. Morgan espera que su PIB colectivo crezca este año un 4,6%, más que su tendencia en el periodo 2015-19. S&P Global Ratings es aún más optimista y proyecta que las economías emergentes crecerán un 4,8%. En realidad, existen muchas razones para preocuparse de que este consenso sea demasiado optimista. En primer lugar, las economías emergentes están ahora más endeudadas. La relación entre la deuda pública y el PIB ya estaba aumentando antes del inicio de la pandemia. Pero ahora han alcanzado niveles alarmantes, por encima del 60% del PIB. Y la carga se hará más pesada a medida que el endurecimiento de la política monetaria por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos y la escasez de capital en todo el mundo presionen al alza las tasas de interés. Además, la deuda pública es sólo una parte del problema. Desde el inicio de la pandemia, las deudas de los hogares y de las empresas no financieras han aumentado casi tan rápidamente como las deudas de los sectores públicos. Es probable que cuando algunas de estas deudas privadas se deterioren, las pérdidas se socialicen y acaben en los balances de los gobiernos.
La segunda razón para ser escépticos con el consenso es la aceleración del proceso de automatización en las economías avanzadas. La ruta tradicional hacia el aumento de los ingresos de los países emergentes y en vías de desarrollo ha sido la exportación de manufacturas intensivas en mano de obra. Aunque estas industrias no requieren grandes inversiones ni mano de obra altamente cualificada, permiten que los trabajadores se familiaricen con la disciplina de una fábrica, que aprendan con la práctica, que las empresas se acostumbren a competir en los mercados mundiales y que generen divisas. El temor es que estas manufacturas sean pronto producidas por robots e impresoras 3D en los mismos países de altos salarios donde se venden. Esta perspectiva refuerza las preocupaciones ya existentes sobre la “desindustrialización prematura” en los mercados emergentes. En forma similar, las cadenas de suministro mundiales, tan importantes para las economías emergentes, sufrieron importantes interrupciones a causa de la pandemia, lo que llevó a las empresas a abastecerse más cerca de sus lugares de origen. Los gobiernos de los países desarrollados han invocado también la escasez y la preocupación por la seguridad económica para justificar incentivos para que las empresas transfieran más producción a sus países de origen. México podría beneficiarse de los esfuerzos de las empresas estadounidenses por acortar sus cadenas de suministro. Las economías de Europa del Este pueden beneficiarse de un deseo análogo por parte de los países de la UE. Pero el sur de Asia, África y América Latina pueden verse excluidos.
Barry Eichengreen, profesor de economía de la Universidad de California, Berkeley. Project Syndicate
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