Primero de todo, ¿qué son las PASO? Como lo dice su sigla, son elecciones primarias (o internas como les decimos acá), abiertas, simultaneas y obligatorias cuyo fin es determinar las candidaturas únicas de los distintos partidos. Nunca hubo duda que Sergio Massa seria electo por el peronismo ni que Javier Milei fuera el candidato del novel partido “La libertad avanza” creado hace apenas 2 años. Técnicamente, entonces, lo único que decidieron las PASO fue la candidatura de Patricia Bullrich al frente de la coalición opositora más tradicional (Juntos por el Cambio), al vencer ajustadamente a Horacio Rodríguez Larreta.
Concurrieron a las urnas dos tercios de los habilitados. Aunque el voto es obligatorio la multa es irrisoria, por lo cual sus resultados no necesariamente constituyen un reflejo proporcional adelantado de lo que sucederá en la primera (y quizás única) vuelta de las elecciones generales del 22 de octubre.
Además la votación estratégica (es decir, votar a favor de un candidato o en un partido que no sean los de preferencia) o la votación castigo (usar las PASO para mandar un mensaje de disconformidad con el sistema político en su conjunto) son elementos adicionales que aconsejan cautela al momento de interpretar el mensaje de las urnas.
El fenómeno Milei
Tan sorprendente fue la excelente votación de Milei –quien acumuló el 30% de los votos– como decepcionantes fueron los resultados de la opositora Juntos por el Cambio (28%) y la oficialista Unión por la Patria (27%). Pero con estos resultados es difícil pensar que haya un ganador en la primera vuelta.
Milei tendría que llegar al 45% –o al 40% con 10 puntos de ventaja– para ganar sin balotaje. Si bien el triunfalismo de las PASO puede jugar a favor, las dos opciones restantes no han perdido todavía sus esperanzas de llegar al gobierno.
Una interpretación favorable a ellos es que una parte sustancial del voto a Milei fue un voto castigo, tanto a la desastrosa gestión del kirchnerismo como a las poco edificantes rencillas internas de la oposición. Se recuerda que en las PASO de 2019 el macrismo recibió un magro 32% del voto, para luego llegar al 40% en las generales.
Bajo esta hipótesis, parte del caudal de Milei podría migrar hacia los otros dos candidatos. ¿Cuál se vería más beneficiado? En principio, parecería que el lejano y borroso parentesco de familia ideológica entre ambos proyectos sería más afín a Bullrich.
El balotaje
Pero las diferencias que arrojaron las PASO son menores que los márgenes de error estadístico y por tanto resulta temerario pronosticar quienes integrarán la dupla final en el probable caso de un balotaje. Lo que sí parece factible aventurar es que sería poco probable que la opción oficialista (U. por la Patria) –de estar incluida– pueda sobrevivir un balotaje. Los “mileinistas”, ya sean auténticos o de protesta, junto a la oposición tradicional (JxC), tendrán los votos para impedirlo.
Si el balotaje fuera entre Milei y Bullrich, el pronóstico es reservado. Juntos por el Cambio cuenta con experiencia de gobierno y cuadros dirigentes, aunque los resultados de su pasaje por el gobierno sin duda defraudaron las expectativas. Su papel de opositor durante el período que culmina también le habrá de merecer la animosidad de las huestes hoy oficialistas, quienes además verán en el proyecto de Milei mayor fragilidad y por tanto mejor posibilidad de regreso a la Casa Rosada en un futuro.
A grandes males, grandes remedios
Milei es una incógnita. Es sintomático del grado de desesperación al que ha llegado el pueblo argentino que el 30% del electorado haya optado por un salto al vacío. Sus ideas son un refrito de Chicago y Ayn Rand, simples y por ello atractivas, pero difíciles de ejecutar en tiempos normales y mucho más en la actual situación económica. Propone cerrar el banco central y dolarizar la economía, pero sin reservas ni moneda nacional la falta de liquidez tendrá un impacto negativo en el nivel de actividad. Sin embargo, representa la esperanza de cambio.
Estudió economía y se autodefine como libertario, que viene a ser una versión extrema del liberalismo económico que reduce el papel del Estado a una expresión mínima. Como visión idealizada del mundo tiene sus adeptos, pero claramente es inviable a esta altura del progreso de la civilización. En resumen, una fuerte dosis de voluntarismo camino a un baño de realidad obstruccionista, salvo que acuerde un programa más gradualista con respaldo de otro partido (lo que no aparece como probable).
Contexto global
No debe perderse de vista que el país atraviesa una situación económica delicadísima, sin credibilidad en los mercados financieros globales y con una hiperinflación resultante de financiar sus cuentas publicas altamente deficitarias con emisión monetaria. El país está en un pozo del cual primero hay que salir y ello llevará más de una cosecha.
Obviamente se requiere un ajuste titánico en una población agotada, lo cual puede resultar explosivo. El FMI también está agotado, habiendo comprometido fondos por diez veces la cuota del país en el organismo (una proporción sin precedentes) en un monto equivalente al 3% de su PBI.
La recuperación no se trata de apagar una ficha y prender otra. Las transiciones y los ajustes llevan tiempo y requieren del apoyo interno e internacional. Todo indicaría que –en el caso que ganen Milei o Bullrich– la política exterior de Argentina imprimirá un giro perceptible hacia las democracias avanzadas de mercado. El coqueteo con los BRIC perderá intensidad.
En el actual escenario mundial de tensiones geopolíticas y comercio cada vez más condicionado, el retorno de Argentina a un posicionamiento diplomático de mayor equilibrio podría rendirle altos dividendos en términos de apoyo a la gigantesca tarea que enfrenta. Ninguna de las partes debiera perder esta oportunidad.
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