Aquellos exhilarantes años de crecimiento del PBI de dos dígitos ya son cosa del pasado y –sin haber caído en el estancamiento de Occidente– el gigante asiático que fue motor de la economía mundial hoy enfrenta vientos de proa que han aminorado sustancialmente su marcha. Por varios motivos que describiremos a continuación, no ha podido evitar unirse al enlentecimiento económico global.
PBI
Pero antes, unas cifras: durante la década anterior el PBI chino creció a un promedio anual del 7%, lo cual implica haber duplicado su valor en el período de referencia. En el primer año de la pandemia, 2020, la tasa de crecimiento se mantuvo positiva, aunque cayendo a 2%. El año siguiente la tasa subió a 8%, pero pasado el efecto “rebote” de 2021 la nueva normalidad se dejaba entrever menos promisoria. A pesar de un pronóstico oficial del 5,5% para el año en curso, el mercado y los organismos financieros internacionales mantienen expectativas en torno al 3%.
Pandemia
El impacto sanitario en la economía posterior al pico de la pandemia ha sido más duro en China que en otros países, donde la combinación de la política gubernamental “cero-COVID” y la alta frecuencia de rebrotes importantes ha llevado a estrictos confinamientos en gran escala. Esta fuerte caída de la movilidad, corroborada por los correspondientes índices, se refleja en bajas en los consumos de la población e inversiones de las empresas, afectando negativamente la producción y ventas.
Geopolítica y comercio
La solidaridad exhibida por China hacia Rusia y sus rispideces con los EE.UU. por el tema de Taiwán no han tenido un efecto directo sobre su economía, aunque evidentemente no se ha podido evitar las alzas en los precios de la energía y los productos primarios, de los cuales es muy dependiente. Tampoco ha escapado a la merma general en la demanda global. Cabe destacar, no obstante, que China sigue acumulando un fuerte superávit en su comercio exterior a pesar del aumento en el proteccionismo mutuo, en particular con los EE.UU.
Merece especial atención, sin embargo, que dada la vulnerabilidad de sus cadenas de suministros los países avanzados de Occidente han comenzado a revertir sus políticas de “offshoring”, volviendo a incentivar la radicación “onshore” especialmente de industrias estratégicas. Hace pocos días se anunció la prohibición por parte del gobierno de los EE.UU. de la exportación a China de chips y circuitos producidos por las empresas Nvidia y AMD con aplicación a software de inteligencia artificial (AI).
Doble rescate inmobiliario y bancario
Mucho del crecimiento logrado por la economía china en décadas recientes fue debido a la fuerte expansión del crédito bancario, concentrado en sectores como el del desarrollo inmobiliario y las pymes. El sistema bancario chino consta de cuatro gigantescas instituciones estatales que responden al gobierno central y operan bajo estricta supervisión, junto a cuatro mil instituciones provinciales pequeñas y medianas. El crédito total del sistema equivale a tres veces el PBI, un cociente muy alto.
El crédito barato y las fallas de supervisión llevaron a situaciones de apremio en la banca provincial, caracterizada por baja capitalización, fondeo caro y cartera riesgosa. Como en los países de Occidente previo a la crisis financiera del 2007, el sector inmobiliario en China se embarcó en una masiva expansión de construcción reminiscente de aquellos pueblos fantasma de apartamentos a estrenar, financiado por crédito bancario y emisión de bonos en mercados locales e internacionales.
En 2021 se produce la quiebra de Evergrande, la mayor de las empresas de desarrollo inmobiliario y con una deuda de US$ 300 billones, dejando a un millón y medio de compradores “en el pozo”. Ante el derrumbe del mercado, los compradores rehusaron seguir pagando sus hipotecas, trasladando así el problema a los bancos. Finalmente intervino el gobierno central para rescatar selectivamente tanto a empresas como bancos en un proceso poco transparente que sigue en curso actualmente.
Fiscal
Si se compara el gasto fiscal de China con el de Occidente durante la pandemia, resulta evidente que fue menor en términos proporcionales al PBI. Si bien el endeudamiento público chino ha crecido, su cociente deuda-producto permanece dentro de un rango moderado (67%) frente a los de algunos países de Occidente (EE.UU. inclusive) que duplican esta cifra. Esto puede deberse en parte al acceso más restringido de China a los mercados financieros, en función de las limitaciones a la liquidez internacional de su moneda.
Pero en la actual situación caracterizada no solo por los nuevos confinamientos sino también el manejo de la inestabilidad financiera, el colapso inmobiliario y los aumentos de precios de la energía, es probable que el gobierno –tanto central como provincial– deba impulsar aún más la demanda agregada en la economía. De hecho, a fines de mayo se anunció un nuevo programa de apoyo conteniendo quitas impositivas a las pymes y los hogares, un grandioso plan de inversión en infraestructura (vía férrea y otros transportes, energía y conservación de aguas), y la exoneración de aportes patronales a la seguridad social hasta fin de año.
Política monetaria
A diferencia del Banco Central Europeo (BCE), el Banco Central Chino (PBC) ha optado por no seguir en el camino de la Reserva Federal de los EE.UU. (FED) de iniciar una serie de aumentos en la tasa de interés. Por el contrario, desde 2019 ha estado estimulando la economía con graduales reducciones tanto en las tasas activas de préstamo (incluyendo la hipotecaria) como en el nivel de encajes bancarios.
Ello contribuye a mantener el nivel de actividad, pero implica exponerse a un camino muy estrecho entre el estímulo y la inestabilidad financiera. Al mismo tiempo, al ensancharse la brecha entre las tasas de las respectivas monedas, puede incentivar la salida de capitales y la depreciación de la moneda. Un yuan debilitado podría favorecer el comercio exterior tan vital para el modelo chino, pero a la vez podría incitar la amenaza inflacionaria que hasta ahora ha permanecido relativamente bajo control.
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