Luego de su primera Presidencia (1903 a 1907), José Batlle y Ordoñez viaja a Europa y se quedó junto a su familia por cuatro años. En La Haya, Batlle encabezó la delegación uruguaya en la segunda Conferencia de Paz. Su secretario sería un joven seguidor llamado Pedro Manini Ríos, quien estaba en Europa de luna de miel. Batlle vivió en París la mayor parte del tiempo, pero sería Suiza la inspiración para crear un “país modelo” en Sudamérica. Desde Europa se escribía con frecuencia con Domingo Arena y Pedro Manini, a quienes les adelantaba las reformas que pensaba hacer en su segunda presidencia al volver de Europa.
Efectivamente, Batlle vuelve a la Presidencia (1911-1915), realiza una serie de reformas y propone otras que se plasmarían luego de su segunda Presidencia, como la separación definitiva entre la Iglesia y el Estado, y la creación del sistema colegiado de gobierno. Este último era similar al que existía en Suiza. Esto sumado a un alto nivel de vida, el más alto índice de desarrollo humano de Sudamérica y una democracia consolidada, hicieron que al Uruguay se lo conociera como la Suiza de América. Uruguay recibía inmigración de toda Europa y sus profesionales eran requeridos en el viejo continente. La cultura cívica y la educación del pueblo uruguayo estaban a la vanguardia de América Latina y no tenían nada que envidiarle a la mayoría de los países desarrollados de la época.
Como hemos visto en columnas anteriores, el Uruguay dejó de crecer a tasas europeas y se alejó de esos países en todos los índices de crecimiento y riqueza. El PBI per cápita de Suiza hoy es de US$ 93.260, mientras que el de Uruguay es US$ 20.795. De la Suiza de América solo quedan la nostalgia de un pasado que fue mejor y la utilización de los referéndums y plebiscitos (democracia directa).
De lo primero, Juan Dubra e Ignacio Munyo escribirían en 2008: “Nosotros no vivimos en la época de las vacas gordas. A diferencia de nuestros padres, no nacimos cuando Uruguay era tan rico como Bélgica o cuando se nos conocía como la Suiza de América”.
De lo segundo, tanto Suiza como Uruguay utilizan a menudo la democracia directa para sellar reformas de todo tipo. En Suiza el voto no es obligatorio y en Uruguay sí. Desde 1917 hasta octubre de este año, habrán ocurrido 32 consultas populares en nuestro país. Las dos últimas son la de la habilitación de los allanamientos nocturnos, que según las encuestas se va a aprobar. Y la reforma del Pit-Cnt, Partido Comunista y Partido Socialista, que plantea bajar la edad de jubilación y subir su valor. ¿Quién no quiere cobrar más por trabajar menos? Es más: ¿quién no querría cobrar sin trabajar? Hoy las encuestas dicen que los uruguayos, otrora suizos de América, estarían dispuestos a votar para que esto sucediera. Y las encuestas también dicen que no tienen mucha idea de cómo se financiaría ni les interesa.
El 5 de junio del año 2016 se presentó en Suiza un referéndum que buscaba crear un ingreso mensual incondicional y universal de 2500 francos suizos al mes por adulto y 625 francos para los niños. Una reforma que aseguraba a todos los habitantes del país, nacionales y extranjeros con más de cinco años de residencia, una renta vitalicia independientemente de su condición laboral. Los promotores de la iniciativa argumentaban que esta medida permitiría “combatir la pobreza y la desigualdad en el país”. Los opositores a la reforma consideraban que esta podía desestimular a los ciudadanos a trabajar, que la solidaridad no pasaba por sacarle impuestos al que trabaja más para financiar al que trabaja menos.
De acuerdo con los resultados finales, votó el 45% de la población y la propuesta fue rechazada por 76,9% de los votantes.
Mientras los uruguayos buscan jubilarse a los 60 años igualando la mínima jubilación al sueldo mínimo sin saber cómo se va a financiar, los suizos le dicen que no a una consulta que les ofrecía una renta vitalicia sin trabajar.
Evidentemente la riqueza de los países no está en el suelo, ni en otros recursos naturales. La riqueza está en la educación de sus ciudadanos, en la inteligencia. El día que la mayoría de los uruguayos pensemos como los finlandeses, suizos o surcoreanos, será el día que volvamos a ser la Suiza de América.
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