Ricardo Pascale era doctor en Sociedad de la Información y del Conocimiento por la Universidad Abierta de Cataluña (2007), aprobando su tesis doctoral con la calificación de Sobresaliente Cum Laude. En 1976 recibió el Diploma de Estudios Posdoctorales en Finanzas de la Universidad de California, Los Ángeles. En 1969 estudió en el Instituto de Desarrollo Económico del Banco Mundial, Washington DC, siendo fellow de él. En 1966, se había recibido de Contador Público en la Universidad de la República, donde fue profesor.
El 15 de abril de 1985 es designado presidente del Banco Central del Uruguay bajo el gobierno de Julio María Sanguinetti, cargo que ocuparía hasta el 9 de abril de 1990.
En 1987, es encargado de realizar una gira para renegociar la deuda externa uruguaya y conseguir nuevos organismos internacionales de crédito. Menuda tarea, Uruguay retomaba la democracia con bancos fundidos, hiperinflación y un déficit fiscal heredado de más del 5% del PBI.
En esa gira Pascale visita Finlandia. Queda fascinado con el modelo educativo de ese país y se sumerge en la economía del conocimiento, de esto hemos hablado en una columna anterior en este medio: “Educación: ¿qué tan lejos está Finlandia?”. Recomiendo leer sus libros Del freno al impulso y El Uruguay que nos debemos. Convergencia y sociedad del conocimiento, donde Pascale no solo hace un diagnóstico de los problemas culturales y estructurales que hacen que nuestro país se aleje cada vez más de los países desarrollados, sino que también da soluciones a esos problemas. Toma lo mejor de lo que se aplica en los países nórdicos, asiáticos y Nueva Zelanda entre otros.
En el segundo gobierno de Sanguinetti vuelve a ocupar la titularidad del BCU, esta vez por un año, abril de 1995 hasta abril de 1996. Su segundo mandato lo encuentra más maduro en otros aspectos, como diría un querido amigo en común, el Dr. Heber Scarone, “Ricardo era un renacentista, una especie de Leonardo da Vinci de nuestra era”. Esto se debía que aparte del amor por las finanzas y la matemática, Pascale había estudiado arte y se había desarrollado a tal punto que en 1995 se lo conocía en el mundo también como artista plástico.
Viajaba frecuentemente a Italia, donde estaban sus raíces. Crea la fundación de la nueva Cámara Mercantil Uruguay-Italia, que presidió hasta 2021.
Generoso con su tiempo, tenía el celular cerca, aunque a veces lo perdía en una charla y había que llamarlo para ver en qué mesa había quedado. Siempre se lo podía consultar. Recuerdo llamarlo por un tema puntual y terminar hablando de cosas que yo estaba haciendo para una fundación en Washington. Se interesaba por todo y siempre aportaba y empujaba a que todos siguiéramos nuestros proyectos. Le fascinaba la juventud, esa que no tiene edad, que tiene iniciativa y curiosidad. Era muy riguroso, modesto y generoso. Con un carácter increíble y un trato de igual a igual. Hablaba del talento de un niño “que pinta a la tía con un ojo torcido y los brazos distintos” y cómo la educación formal desaprovecha eso y lo obligaba a dibujar de una forma estructurada que a veces no trasmitía nada.
Comenzó a estudiar dibujo y pintura desde niño. En 1989 ingresó al Centro de Expresión Artística (CEA), donde trabajó durante cuatro años el dibujo, el collage, el óleo, técnicas mixtas y acrílicos. Finalmente fue derivando hacia relieves en maderas duras, para continuar su camino hacia la escultura, donde finalmente centró su actividad artística.
En 1995 Nelson Ramos lo impulsa a que realice su primera muestra individual en la Alianza Cultural Uruguay-Estados Unidos. Ese año presenta una muestra individual en Buenos Aires, Argentina, las primeras de una serie de exposiciones nacionales e internacionales que seguirán en Uruguay, Argentina Brasil, Perú, Chile, México, Ecuador, Estado s Unidos, España, Italia.
Su destacada actuación como escultor lo llevó a representar a Uruguay en la Bienal de Venecia en 1999, así como en la Bienal de Cuenca (2018), donde acudió como artista invitado por los organizadores.
Sus obras artísticas están presentes a nivel internacional, en Chicago (Estados Unidos), Lima (Perú), Bonn (Alemania) y Alejandría (Egipto). En Uruguay se pueden encontrar sus obras en Montevideo, Colonia del Sacramento, Fray Bentos y Florida.
En el año 2015 Rodrigo Arim, hoy designado director de la OPP para el futuro gobierno, definió a Pascale como “el padre de las Finanzas en el Uruguay y uno de los mayores especialistas internacionales en el área”, esto fue al otorgarle el título de Profesor Emérito de la Universidad de la República.
Por sus contribuciones en el campo de las ciencias y de las artes, el gobierno de Italia le otorgó, en 2005, la Orden al Mérito de la República Italiana en el grado de Cavaliere. Ese mismo año recibió el Premio Morosoli, que entrega la Fundación Lolita Rubial en la categoría de escultor.
La última vez que lo vi, habíamos organizado un evento donde presentábamos su libro Del freno al impulso con el empresario IT Matías Michelis, el diputado Conrado Rodríguez, Heber Scarone, Juan Berchesi y varios amigos más. Quedamos en tomarnos un café Matías, Pascale y yo. El vivía en Punta del Este, sus nanas demoraron el café, pero no las charlas por teléfono. “Felipe, ¿dónde estás, en Uruguay o en Washington? Contame bien que estás haciendo, ¿te puedo ayudar? ¿Y cómo vamos con el proyecto de la ley de promoción de apoyo a emprendedores? Conrado [Rodríguez] sigue en eso, ¿no?, avísale que tengo el texto de la de Noruega para pasársela como modelo”.
El próximo 26 de enero se va a cumplir un año de su fallecimiento. Se fue un matemático, contador, doctor en finanzas, escultor, pintor, investigador, una persona obsesionada en el desarrollo y el conocimiento. Se fue un gran uruguayo, país al que le dio todo lo que tenía, su enorme inteligencia, su trabajo, su tiempo, experiencia y la búsqueda de puertas que hicieran de este un país de vanguardia. En el mundo la academia le ha hecho varios homenajes post mortem, estamos en falta aquí.
TE PUEDE INTERESAR: