En San Francisco, la probabilidad de morir por sobredosis entre consumidores de opioides es del 3,4% anual. Visto en perspectiva, esta tasa de mortalidad es más de 10 veces superior a la de un soldado durante la segunda invasión de Irak por parte de Estados Unidos. San Francisco enfrenta por tanto el equivalente a 10 guerras iraquíes y su política fundada en la tolerancia al consumo de drogas es como arrojar combustible a las llamas, mientras la ciudad se derrumba bajo el peso de cientos de muertes por sobredosis y una tasa de criminalidad entre las más altas del país. Estas políticas de tolerancia a las drogas se basan en la idea de la “reducción del daño”, es decir, en la concepción de que los consumidores de drogas ilegales deben ser protegidos; no se les debe avergonzar ni perseguir por su consumo, y su estilo de vida debe ser aceptado como una parte normal de la vida de quienes deciden consumir.
Lo que San Francisco no está dispuesto a admitir es que su política de tolerancia, que proporciona generosas prestaciones –incluidos US$ 600 mensuales–, y que mira hacia otro lado ante la venta de drogas a los ojos de todo el mundo, ha propiciado el “Costco” (ndr: una importante cadena de supermercados) de los mercados de drogas. En efecto, cada vez más consumidores y vendedores de drogas acuden a la ciudad, donde pueden consumir y vender a su antojo. Menos del 20% de los detenidos por vender drogas son procesados y condenados, y de los condenados, casi ninguno cumple condena en la cárcel, ya que casi todos quedan en libertad condicional. La probabilidad de que una detención dé lugar a una pena de cárcel es de aproximadamente 3%. Solo un 3%. ¿A alguien le sorprende que el tráfico de drogas se haya apoderado de varios barrios de San Francisco? Entre 2017 y 2019 la ciudad gastó US$ 10 mil millones para hacer frente a la crisis de los opioides. Sin embargo, ahora la situación es mucho peor. Mientras que la ciudad no acepte la realidad de que los dólares que gasta no hacen más que echar gasolina a un incendio que ya está fuera de control, los esfuerzos volverán a fracasar. San Francisco necesita una revisión completa de la política de drogas. Es la única opción humana y sensata que queda.
Lee Ohanian, senior fellow del Hoover Institution de la Universidad de Stanford y profesor de la Universidad de California, Los Angeles (UCLA)
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