El reconocido economista nacido en Italia pero que desarrolló su carrera en Canadá, donde reside actualmente, brindó una larga entrevista a La Mañana, en la que analizó la situación económica mundial marcada por la guerra en Ucrania. El especialista advirtió las consecuencias que traerá el mantenimiento de la suba sostenida de tasas de interés que llevan adelante los bancos centrales, en un momento en el que los países todavía no se han recuperado por completo de los efectos de la crisis pandémica.
Hace un año usted concedió una entrevista a La Mañana, cuando todavía estábamos en medio de la pandemia. Ahora hemos superado la mayor parte, pero enfrentamos otros desafíos, principalmente, el aumento de la inflación y los precios de los alimentos. ¿Cuál es su visión sobre la situación actual?
Cuando La Mañana me entrevistó, hace un año, muy pocos actores políticos en el mundo podrían haber anticipado que en 2022 tendríamos esta altísima inflación. Prácticamente todos los bancos centrales predijeron entonces que, con el repunte económico de la crisis inicial del covid-19 después de 2020, las economías se recuperarían lentamente en 2021, lo que hicieron en gran medida. Muchos economistas reconocieron que, debido a las dislocaciones obvias, los problemas persistentes en las cadenas productivas y los desabastos temporales, combinados con cierta demanda reprimida que había sido contenida por los cierres de la pandemia, la tasa de inflación aumentaría un poco durante la recuperación.
Sin embargo, la mayoría de los analistas identificaron el lento repunte de la inflación durante 2021 como un fenómeno temporal que se resolvería tan pronto como estas economías golpeadas por la pandemia retomaran la marcha con “cuatro cilindros”, con la tasa de inflación bajando al objetivo habitual del 2%. Por eso, a lo largo de 2021 y principios de 2022, los banqueros centrales y otros responsables de las políticas no se preocuparon por la inflación y no presionaron para que hubiera tasas de interés más altas, porque sintieron que la situación estaba bajo control. Este fue el caso de la Fed, el Banco de Canadá, el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo, entre otros.
En ese contexto, ¿qué implicancias tuvo la guerra en Ucrania?
La guerra en Ucrania fue lo que realmente cambió el panorama en febrero de 2022, y nadie podría haberla predicho hace un año, salvo quizás el presidente ruso y su séquito muy cercano. A esto se le suman algunos problemas obvios relacionados con la pandemia que han persistido, como el cierre de dos meses de Shanghái en China este año.
Durante los últimos cuatro meses aproximadamente, debido al bloqueo y la paralización de una importante zona de comercio internacional como resultado de la guerra, hemos sido testigos de algunos cortes dramáticos en la oferta de crudo y gas natural de Rusia y el freno casi total de exportaciones de cereales de Ucrania, que han provocado un fuerte aumento de los precios del petróleo, así como del trigo y otros cereales en todo el mundo. Esta falta de abasto no podría compensarse fácilmente con el ascenso de otros productores a nivel internacional debido a la oferta relativamente inelástica de estos productos primarios a escala mundial. El repunte de la inflación finalmente provocó una respuesta de los bancos centrales en forma de alzas en las tasas de interés desde principios de marzo de este año.
¿Qué tan probable es en este escenario que se logre una baja de la inflación?
A menos que se resuelva la guerra en Ucrania, es muy poco probable que la inflación actual disminuya mucho y regrese a los niveles previos a la pandemia. Además, si los bancos centrales persisten en aumentar las tasas de interés, esto conducirá a lo que muchos denominan un “aterrizaje forzoso” para la economía mundial, es decir, otra recesión mundial grave, que llegará justo después de la crisis pandémica de 2020-2021.
¿Cuál es el paquete de políticas económicas que, en su opinión, podría ayudarnos a salir de la situación actual que muchos analistas califican de estanflación?
En realidad, hay muchas señales de presiones estanflacionarias, pero todavía no estamos en un estado real de estanflación, que se asocia con los “males” gemelos de una inflación creciente a la par de un desempleo en aumento. Si bien la inflación parece estar acelerándose, el crecimiento económico también se mantiene significativo en el mundo occidental, ya que estas economías están luchando por recuperarse de la pandemia. El temor a lo que se denomina estanflación proviene principalmente de la forma en que los responsables de las políticas están respondiendo a la aceleración de la tasa de inflación de principios de 2022. Muchos de ellos parecen haber sucumbido al discurso engañoso de que la inflación actual está siendo alimentada por un exceso de gasto público y privado que ha empujado las tasas de desempleo a niveles muy bajos, como por ejemplo en América del Norte, y esto ha llevado la tasa de vacantes de empleo a niveles históricamente muy altos. Pero si realmente fuera un problema de gasto excesivo lo que está impulsando la tasa de inflación, entonces ya habríamos visto subir significativamente los salarios; pero eso no es exactamente lo que está sucediendo.
¿Puede dar un ejemplo?
Por ejemplo, en mayo, en Canadá, los precios al consumidor aumentaron un 7,7% anual, mientras que los salarios promedio aumentaron un 3,9%. Además, si el culpable fuera el gasto deficitario y la política monetaria de tasas de interés muy bajas a través de la flexibilización cuantitativa, ya deberíamos haber visto esta inflación durante 2020 y 2021. Aquí en Canadá, el gasto deficitario se redujo significativamente desde su pico durante 2020, con el déficit público cayendo a lo largo de 2021, y el Banco Central ahora está inmerso en un ajuste cuantitativo y ha comenzado a subir las tasas de interés. Por lo tanto, sabemos que la inflación no está siendo promovida a través de fuertes políticas macroeconómicas del lado de la demanda. Es principalmente una inflación del lado de la oferta, con los dos “elefantes” en la sala que son las dislocaciones en las cadenas productivas y la guerra en Ucrania.
Por lo que dice, considera que mantener un alza sostenida de las tasas de interés no logrará el objetivo esperado. ¿Es así?
Exactamente. La solución no es seguir subiendo las tasas de interés porque eso no resolverá los problemas de abastecimiento en las cadenas productivas ni la guerra en Ucrania.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias de que esa política se sostenga en el tiempo?
Estimo que lo que podrían hacer las tasas de interés más altas sería desencadenar una recesión grave si las elevan demasiado rápido, lo que nadie quiere, pero que probablemente sucederá porque los bancos centrales, que tienen el mandato único de combatir la inflación, están bajo la enorme presión de hacer algo.
Algunos especialistas han sugerido como posible medida temporal un control de precios y salarios. ¿Qué opinión le merece?
Eso se intentó, por ejemplo, en la década de 1970 en los países occidentales, aunque con un éxito limitado. Tal política puede brindar cierta mitigación temporal de la inflación hasta que, con suerte, los problemas subyacentes del lado de la oferta, incluida la guerra, se resuelvan en un futuro cercano. Esto es un problema porque lo que hemos visto desde 2021 es que el margen entre los costos salariales y los precios se ha ampliado mucho. Muchos estudios realizados, especialmente para Estados Unidos, muestran que estos márgenes sobre costos cada vez mayores han llevado a un crecimiento significativo en las ganancias de la mayoría de las industrias.
¿Qué lectura hace al respecto?
Yo pienso que es injusto para la gente cuando uno ve que el poder adquisitivo de los salarios está disminuyendo rápidamente a medida que los precios continúan subiendo más que los salarios, lo que implica un incremento de los márgenes de ganancia. Algunos también pueden decir que la opción de aumentar las tasas de interés resulta inmoral en el contexto actual, ya que se elevan las rentas de los perceptores de ingresos por intereses (o rentistas) para evitar el crecimiento de los ingresos de los trabajadores mediante la desaceleración de la economía y el aumento del desempleo. Personalmente, preferiría que no hubiera más conflictos sociales, sino una solución cooperativa para que ciertos grupos vulnerables no padezcan la carga de lo que se convertirá en un entorno de estanflación.
En un artículo que se publicó semanas atrás en la página web del INET (Institute for New Economic Thinking), usted y Guillermo Matamoros comentan un trabajo reciente de dos economistas de la Fed (David Ratner y Jae Sim), donde estudian la idoneidad de las políticas antiinflacionarias de la década de 1980 a la situación actual. ¿Qué tan similar o diferente es la realidad de hoy en comparación con la de hace 40 años? ¿Funcionó la fuerte subida de tasas de los bancos centrales entonces, o las economías se recuperaron por diversos motivos?
La situación de fines de la década de 1970 y principios de la de 1980 es similar a la actual solo en el sentido de que las presiones inflacionarias son similares, es decir, que el aumento de la inflación en ese momento fue causado por choques de oferta relacionados principalmente con el alza de los precios del petróleo. Pero el estado de la economía es bastante diferente hoy: los hogares entonces tenían altas tasas de ahorro, mientras que, en la actualidad, al menos en el contexto norteamericano, estos están muy endeudados con un alto riesgo de insolvencia si las tasas de interés suben.
Además, la realidad del mercado laboral de esa época era muy distinta. Por ejemplo, en Estados Unidos, Reino Unido e incluso en Canadá, los sindicatos eran mucho más fuertes que hoy si se comparan las tasas de sindicalización. Debido a las políticas aplicadas durante la década de 1980 por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, junto con el desempleo masivo que provocó entonces la política de tasas de interés elevadas, los sindicatos quedaron paralizados y se debilitaron mucho. Esto significa que el débil crecimiento de los salarios de hoy no agravará la inflación como lo hizo hace 40 años.
El estudio realizado por Ratner y Sim en la Fed corroboraba todo esto sobre el estado debilitado y más frágil de los mercados laborales tanto en Estados Unidos como en Reino Unido.
En este sentido, ¿cuál es la conclusión a la que arribaron en el artículo en lo que concierne al alza de las tasas de interés por parte de los bancos centrales, como ocurrió hace más de cuatro décadas?
Para Guillermo Matamoros y para mí, no es necesaria una política deliberada por parte de los bancos centrales de subir las tasas de interés para impedir que el incremento de los salarios alcance al aumento de los precios. No hay necesidad de subir las tasas de interés para crear un desempleo masivo como ocurrió hace más de 40 años con el fin de debilitar las demandas salariales. De hecho, si los bancos centrales deciden hacerlo, lo que argumentamos en nuestro artículo de INET es que ellos tomarán partido en contra de los trabajadores mientras que protegerán los mayores márgenes de ganancia de las empresas. Eso es política y moralmente inaceptable y, especialmente después de más de dos años de terrible afectación, lo último que necesitamos es otra recesión.
¿Qué podría pasar si la Fed aplica los frenos como lo hizo Volcker en ese entonces? ¿Cuáles podrían ser las consecuencias sobre el empleo?
Como decía, el peligro es que, si la Fed continúa subiendo su tasa de interés, esto provocará una recesión con un salto significativo en la tasa de desempleo. La mayoría de los analistas económicos en América del Norte ya están incorporando estos aumentos previsibles de las tasas de interés en sus estimaciones de las perspectivas de crecimiento y predicen una recesión moderada o de corta duración en 2023. Esto es lo que ahora llaman el escenario de “aterrizaje suave”. Pero, en el contexto actual de una economía muy vulnerable y frágil que aún lucha por salir de la pandemia, el “aterrizaje” podría resultar algo “forzoso”, como vimos hace más de 40 años con el famoso “Volcker shock” que había causado una grave recesión en 1981-1982. ¡Sus lectores deben saber que una recesión grave es mala para todos, no solo para los trabajadores desempleados!
Tanto el FMI como usted hablan de los efectos del “conflicto de clases”, un término que parecía estar fuera de moda en las últimas décadas. ¿A qué se refiere exactamente con eso? ¿Cómo logró esto el objetivo de bajar la inflación?
Tal como dije anteriormente, los responsables de las políticas en las últimas décadas se posicionaron en contra de los trabajadores ya que, como es sabido, las condiciones en el mercado laboral durante los últimos 40 años, en el mejor de los casos, permitieron que los salarios apenas alcanzaran a los precios, lo que significa que todos los frutos del incremento de la productividad fueron apropiados principalmente por los perceptores de ganancias e intereses. La situación es aún peor hoy, pues los salarios aumentan incluso menos rápidamente que los precios y, si hay un alza de la productividad, todo va a parar a los propietarios del capital con márgenes de ganancia crecientes.
La política de “objetivos de inflación” que se hizo popular en las últimas tres décadas anunciaba un objetivo del 2% y trataba de hacer que los salarios crecieran también de acuerdo con la tasa de inflación objetivo. Si bien esto intentaba garantizar un poder adquisitivo constante de los salarios, en realidad aseguró una disminución a largo plazo en la participación del trabajo en el ingreso nacional. Esta política logró una tasa de inflación baja y estable durante décadas, pero a costa de un desempleo a largo plazo más alto en promedio y con salarios reales ajustados a la inflación aumentando menos rápidamente que el crecimiento promedio de la productividad laboral.
¿A qué atribuye que este tema del conflicto de clases esté resurgiendo?
Lo atribuyo a que, con la lenta recuperación, el foco de conflicto social sobre las políticas se ha centrado en las cuestiones del crecimiento de los salarios y la distribución del ingreso. De hecho, hemos visto este año un gran salto en el número de huelgas tanto en América del Norte como en Europa que no habíamos visto desde la década de 1970. Lo que dijimos en nuestro artículo de INET fue que los bancos centrales no deberían tomar partido en estos conflictos atacando a los trabajadores a través del aumento del desempleo solo para evitar que los salarios alcancen niveles más altos. Esto me parece muy obvio y también muy peligroso para una representación democrática y una cohesión social a largo plazo.
¿Es la espiral precio-salario un concepto del pasado, dado el distinto poder de negociación de trabajadores y empresas? ¿Cuál ha sido el papel del gobierno para llegar a esta situación?
Ciertamente, una espiral de precios y salarios no es un proceso pasado de moda ya que, sabiendo que no pueden controlar la inflación del lado de la oferta a nivel internacional, el objetivo implícito de los bancos centrales es desacelerar la economía lo suficiente como para evitar una potencial espiral de este tipo, es decir, impidiendo que los salarios alcancen a los precios. Lo que sugiere el estudio de la Fed realizado por Ratner y Sim es que el aumento de las tasas de interés es innecesario, al menos en Estados Unidos y en Reino Unido. Esto se debe a que el estado de estos mercados laborales sugiere debilidades estructurales de los sindicatos en los últimos 40 años, que evitarán que este tipo de espiral inflacionaria se salga de control, por lo que no será necesaria otra recesión al estilo Volcker.
Lo que Ratner y Sim concluyen es que tal espiral de salarios y precios puede no aparecer y, según la evidencia de los países industriales durante la primera mitad de 2022, los salarios y los precios no están aumentando tanto como lo habían hecho hace más de 40 años. Hoy el crecimiento de los salarios continúa significativamente por detrás de la inflación de precios y no es el principal impulsor de la inflación actual. Se podría optar por una forma más consensuada y complaciente de controles temporales de salarios y precios, en vez de un mayor desempleo mediante aumentos de las tasas de interés para hacer frente a la crisis inflacionaria.
Hablaba de la presión de los bancos centrales por hacer algo.
Exacto. Los gobiernos y, más específicamente, los bancos centrales, están en apuros, porque están bajo una tremenda presión para hacer algo para combatir la inflación; pero la realidad es que todo lo que pueden hacer es diseñar una recesión que puede ser suave o dura para evitar una espiral que quizás ni siquiera se materialice. Esta es una situación poco envidiable porque, sin importar lo que hagan, los bancos centrales sufrirán críticas y posiblemente serán desacreditados.
Para finalizar, ¿qué propone usted?
Nuestro consejo es que es mejor no diseñar otra recesión que creará más dificultades para las personas trabajadoras que ya han sido enormemente afectadas. Mejor eso que pretender luchar contra una inflación que no se puede manejar con justicia subiendo las tasas de interés. Es por ello que he defendido una solución cooperativa que sería más equitativa que una política que toma partido en el conflicto de clases mediante una solución confrontativa de aumentos drásticos de las tasas de interés, como sucedió hace 40 años con el shock de Volcker.
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