Las grandes crisis dejan a veces al descubierto las causas fundamentales de los problemas sociales y económicos. La Gran Depresión puso en marcha el New Deal, que creó la base de un nuevo contrato social que se solidificó aún más en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El New Deal estableció redes de seguridad social y sentó las bases para una mejor negociación colectiva, facilitando el crecimiento de la clase media, ampliando las protecciones sociales y legales de los trabajadores y formalizando la seguridad económica para la mayoría de los trabajadores. Sin embargo todas las crisis económicas posteriores a la Gran Depresión han tenido el efecto contrario, abriendo las puertas a que los legisladores destripen los programas de bienestar social existentes, flexibilicen las regulaciones gubernamentales, demonicen a los inmigrantes y saquen de apuros a las grandes corporaciones que a menudo dependen de los trabajadores informales para cubrir el trabajo de menor valor agregado… Pero esto no tiene por qué ser así. Si los estadounidenses quieren reducir al mínimo los efectos más perniciosos de la actual crisis y prepararse mejor para las futuras, deben ampliar la red de seguridad social y extender las protecciones a los trabajadores informales.
Pascale Joassart-Marcelli, director del Departamento de Estudios Urbanos de la Universidad de San Diego, en Foreign Affairs
Asistir a los países más pobres es la única manera de contener la pandemia
La pandemia nunca estará bajo control mientras sigan aumentando las tasas de infección en algunas partes del mundo. Un contagio viral es como un incendio forestal: solo se necesitan unas pocas chispas para desencadenar un resurgimiento de la epidemia. No importa con qué rigurosidad los países ricos traten de evitar que el virus cruce sus fronteras, siempre habrá suficientes fugas para causar un nuevo brote. Así pues, para combatir la pandemia en ausencia de una vacuna disponible universalmente, el virus debe también ser contenido en los países más pobres, lo que implica un enorme esfuerzo fiscal por parte de estos países. Pero muchos países en desarrollo y emergentes ya partían de situaciones fiscales y de endeudamiento muy ajustadas como para arriesgarse a contraer más préstamos externos. Para hacer frente a este problema, el G-20 ha permitido que 76 países congelen los pagos de deuda hasta el final de este año, y ha instado a los acreedores privados a hacer lo mismo. Al mismo tiempo, el FMI ha suspendido por seis meses el pago de obligaciones de 25 países y ha puesto a disposición fondos frescos de rápido desembolso. Medidas similares han sido adoptadas por el Banco Mundial y los bancos regionales de desarrollo. Ayudar a los países más pobres no solo es lo correcto, sino que también es la única forma de contener la pandemia.
Ec. Anne O. Krueger, ex directora ejecutiva del FMI y profesora de las Universidades de Stanford y Johns Hopkins, en columna de Project Syndicate
Para resolver las necesidades de financiación se necesita liderazgo y cooperación
Hoy en día, la capacidad de los posibles acreedores para evaluar la sostenibilidad de la deuda se ve complicada por diversos factores. La capacidad de reembolso de un país depende del tamaño de su economía, pero prever el crecimiento de la misma en medio de una pandemia resulta muy difícil. Los inputs de las proyecciones económicas son también muy inciertos: ¿Dónde estarán los precios de los productos básicos dentro de un año? ¿Cómo afectará la pandemia el comportamiento de los consumidores a mediano plazo? ¿Cuánto tiempo tardará el empleo en recuperarse? Por último, la sostenibilidad de la deuda depende de conocer el nivel actual de endeudamiento, que puede incluir pasivos contingentes que salen a la luz en momentos de estrés. Este punto de partida incierto complica cualquier evaluación de la sostenibilidad. La incertidumbre también hace que sea más difícil, pero más esencial que nunca, encontrar enfoques cooperativos para abordar las necesidades urgentes de financiación: ningún acreedor quiere rescatar a otro, pero si no se aborda la crisis de manera coordinada, se hace más compleja la participación de las instituciones financieras internacionales para dar una respuesta a la crisis. Imaginar un mundo en el que decenas de países de ingresos medios y bajos renegocian por separado sus obligaciones es imaginar una crisis más profunda y prolongada de lo necesario. La alternativa requiere liderazgo y cooperación a los más altos niveles; ambos han sido escasos pero en última instancia, son el único camino.
Stephanie Segal, para el Center for Strategic and International Studies (CSIS) de Washington DC.