Gobernar una ciudad no es fácil, máxime cuando los recursos son escasos. Pero ante todo hay que asumir las responsabilidades. La solución no es abandonar al vecino y transformarse en un centro de empleo partidario. Ya es hora de cambiar la gestión adoptando métodos más modernos para problemas viejos.
Las intendencias municipales no tienen un patrón común. Según los países, ellas acceden a diferentes fuentes de financiamiento y desempeñan distintas tareas. En Uruguay, por ejemplo, un país de gobierno centralizado si los hay, las responsabilidades del manejo de la educación, la salud y la seguridad están en manos del gobierno nacional, quien recauda por tales conceptos y gasta vía el Poder Ejecutivo.
En cambio, las intendencias se financian primordialmente por impuestos a la propiedad y circulación de vehículos, así como a servicios asociados, como saneamiento, iluminación y mantenimiento de vías públicas, incluyendo alcantarillas y desagües. Se destaca entre los servicios comunales –por su importancia en la higiene y la salud de los moradores– la recolección y disposición de residuos.
Si hay un aspecto del del servicio comunal que inmediatamente refleja el grado de desarrollo económico y cultural de un país, así como la mentalidad de sus habitantes, es el nivel de limpieza que presentan sus calles y lugares de esparcimiento. En este aspecto, lamentablemente, los montevideanos hemos ido perdiendo imagen de forma alarmante en décadas recientes.
Lo padece el vecino cuando amanece cada día con el sórdido espectáculo de los recipientes de residuos y su contenido vertidos en la vereda y la calle, mientras va esquivando el nauseabundo olor de humanos y sus heces. O quien debe eludir pozos y charcos cuando maneja en la vía pública, al tiempo de evitar las maniobras suicidas de las motos que los inspectores ignoran, ya que seguramente rinde más multar a quien inadvertidamente roza el borde de una ciclovía que nadie utiliza. O quien lleva a sus niños a la playa bajo la condición de no ingresar al agua debido a los niveles colifecales. La lista es interminable.
Barranca abajo
La progresiva degradación de la ciudad de Montevideo a lo largo de los últimos 35 años no puede explicarse sin referencia a su conducción en manos del Frente Amplio. Solo aquellos enceguecidos por la identidad partidaria pueden estar conformes con la gestión. Toda persona racional –independientemente de sus simpatías– debe concordar que es a todas luces desastrosa.
En lugar de un centro de planificación y ejecución de obras y servicios destinados a mejorar los niveles de vida de los contribuyentes, la Intendencia Departamental de Montevideo (IDM) se ha transformado en un club político enfocado en proveer empleo remunerado a sus seguidores, así como en instalar una base de indisimulado proselitismo. Sus funciones básicas han sido desatendidas en desmedro de quienes realizan aportes cada vez más onerosos sin recibir servicio adecuado a cambio, mientras que la conducción dedica sus recursos y energías a entretener con pan y circo en busca de votos.
Uno podrá preguntarse en qué difiere esta conducta de la mayoría de las experiencias de gobierno, ya sean a nivel nacional o subnacional. La respuesta es en el grado de desprecio al ciudadano, agudizado por la inmediatez de sus efectos. Jamás un gobierno nacional ha llevado el país al nivel de dejadez y apestosa ruindad que hoy caracteriza a la ciudad de Montevideo.
Falta de profesionalidad e inexistencia de controles internos
No es fácil saber qué pasa dentro de la IMM y mucho menos cuantificarlo en tiempo y forma. A pesar de sus difundidas pretensiones digitales, los últimos resultados financieros disponibles corresponden recién al 2023. Se presentan a continuación.
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Lo primero que llama la atención es el reducido monto de la inversión (14% del gasto total), que debería ser el rubro mayor en función de las necesidades de la ciudad y su gente. Todo lo contrario: se estima que el 66% del gasto (casi 5 veces lo invertido) va para el pago de sueldos (incluye remuneraciones y la mitad de los gastos de funcionamiento).
En el 2020 (última información disponible) la IDM declaraba tener 8271 funcionarios más 853 en pasantías. A su vez, Adeom (sindicato de funcionarios de la IDM) informaba que unos 3 mil funcionarios adicionales figuraban como contratados por las ONG (organismos no gubernamentales) con cargo a la IMM. En total, unos 12 mil funcionarios cuyo promedio de retribución mensual superaría ampliamente los $ 120.000.
El ingreso promedio anual de la IDM creció a una tasa anual del 9% durante el período 2016-23. En igual período el gasto de inversión creció al 4,6% mientras que la masa salarial de la IDM lo hizo al 10%, dejando muy claras las prioridades en su conducción.
A ello debemos agregar la típica generosidad con dineros ajenos, al otorgar US$ 42 millones (en 2023) en exoneraciones de pagos de contribución inmobiliaria y patentes, favoreciendo en parte importante a sus exfuncionarios y aquellos en prejubilación.
Los ricos no van al casino
El gran problema de la IDM es que se mete en temas que no le competen, desviando recursos que deberían ir a lograr sus verdaderos cometidos. ¿Quién necesita otro canal de televisión? ¿Por qué tenemos un casino municipal cuando a todas luces se nota que la gestión privada de los casinos es muy superior? Una funcionaria explicaba que hacía falta un casino para los pobres porque se sentían incómodos codeándose con los ricos. Señora, los ricos no van a los casinos, por eso son ricos.
En fin, con tantas cosas buenas que podría hacer la IDM (su apoyo a la cultura y a los deportes es encomiable, si bien siempre con un sesgo partidario) es una lástima que no logre enderezar sus prioridades y trate de sacar a nuestra ciudad de su ya larga crisis. Nada es para siempre.
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