Si bien ya no tiene lugar en el podio global, el Reino Unido (RU) sigue prendido al ranking de los “top 5” en tamaño económico y desempeña un importante papel en los mercados financieros internacionales. Por ello causó estupor la semana pasada la conmocionada recepción que tuvo en dichos mercados la propuesta fiscal enviada al Parlamento por el gobierno de la flamante primer ministra Liz Truss.
Todo comienza con la caída de Boris Johnson, obligado a renunciar tras el masivo abandono de integrantes de su gabinete frente los diversos escandaletes que había protagonizado. En la carrera por la sucesión triunfó su canciller, la Sra. Truss, frente a su ministro de Economía, el Sr. Sunak, como resultado de una elección limitada a miembros del partido conservador gobernante (los “tories”). Los periodos de gobierno del RU duran cinco años y si cae antes un primer ministro puede ser remplazado por otra figura de su partido hasta cumplir el mandato. El actual periodo de gobierno vence en diciembre 2024.
La campaña interna fue intensa y pocos de los integrantes del campo adversario fueron invitados a participar del gabinete de la Sra. Truss. Nombró nuevo ministro de Economía a Kwasi Kwarteng, quien había integrado el gabinete de Johnson en cargos vinculados al área económica y de actividad empresarial. Entre sus primeras responsabilidades estaban la preparación y presentación al Parlamento de un “mini presupuesto” solicitando medidas especiales para enfrentar el impacto en los hogares del aumento de precios y para reactivar la economía que se encuentra semiestancada.
El presupuesto de la discordia
La propuesta prometía un regreso al crecimiento, pero su contenido se asemejaba más a una gran apuesta a las bases teóricas de la economía de la oferta (“supply-side economics”) de la era Reagan como ser la curva Laffer que postulaba que una reducción de impuestos estimula la recaudación. El efecto neto de las medidas presagiaba un aumento del déficit fiscal que solo podría financiarse en el corto plazo mediante un fuerte crecimiento en el endeudamiento público.
Si bien el paquete contenía diversas medidas de reducción de impuestos, la concentración de su impacto en los segmentos de altos ingresos demostró una total falta de sensibilidad frente a las penurias enfrentadas por los hogares de menores ingresos frente a la inflación. Las principales medidas fueron:
- para las personas con ingresos que exceden £ 150.000 (unos US$ 171.000).
- Reducción de la tasa menor del impuesto a la renta de 20% a 19% para las personas con ingresos que superen £ 12.571 (unos US$ 14.331).
- Elevación de los mínimos imponibles del impuesto a las trasmisiones patrimoniales (5% a partir de £ 250.000 (unos US$ 285.000).
- Eliminación del aumento en la tasa única del impuesto a la renta corporativa de 25% a 19% programado para abril del 2023.
- Eliminación del aumento de 1,25% en los aportes personales y patronales al sistema nacional de seguridad social.
- Congelación del monto de las facturas por suministro energético a los hogares (garantía de precio de energía).
- Eliminación de los topes a los “bonus” para los banqueros (implementados antes de Brexit).
- Eliminación en 100% de los impuestos que aplican a la inversión de capital en planta y maquinaria por un monto anual de hasta £ 1.000.000 (unos US$ 1,140.000) y con aprobación caso por caso del gobierno.
Si el efecto entre la gente fue de indignación, en los mercados financieros primó la consternación. Lo que más llamó la atención fue la escala en que debía endeudarse el gobierno para financiar las masivas renuncias fiscales (£45b) y el plan de garantizar el costo de energía (£60b). Si bien se esperaba que el endeudamiento público anual se redujera de 5,6% a 1.3% del PBI entre 2022 y 2025, bajo el nuevo presupuesto (aun sin aprobar) habría de esperarse un endeudamiento del orden del 9,3% del PBI en 2022-23, lo cual llevaría el cociente deuda/producto al nivel de 100% para el año 2030.
Efecto en los mercados
La reacción inmediata fue un aumento de 150 puntos básicos (1,5%) hasta 4,3% en la tasa de interés del bono del tesoro del RU (“gilt”) a 10 años, resultante de una masiva venta de bonos en la medida que el impacto del presupuesto afectaba negativamente las expectativas. Como es sabido, cuando baja el precio de un bono aumenta su rendimiento (la tasa de interés). La corriente vendedora fue impulsad por los grandes inversores institucionales (fondos mutuos, de pensiones y de cobertura) que buscaban liquidez para posicionarse ante la naciente minicrisis.
Simultáneamente la libra esterlina cayó de US$ 1,34 en abril a su nivel históricamente más bajo (equivalente a US$ 1,06). El impacto inflacionario de una depreciación brusca, junto al efecto recesivo del alza en la tasa de interés, bien podría atrapar al RU en una estanflación de duración incierta en medio de la actual incertidumbre y volatilidad de los mercados mundiales.
Banco central al rescate
Ante la situación, el Banco de Inglaterra (BOE) intervino rápidamente en el mercado con un programa de compras de bonos por valor de £65bque logró revertir parcialmente tanto la suba de intereses como la baja en la cotización de la libra. A su vez, las relaciones entre el Tesoro y el BOE no quedaron del todo armoniosas, dada la falta de coordinación entre políticas monetaria y fiscal.
Concomitantemente un significativo grupo de miembros parlamentarios del partido conservador hicieron conocer que votarían en contra del presupuesto –junto a laboristas y liberales– en caso de que no hubiese sustanciales cambios. Ante la presión interna del partido, el pasado día lunes Truss y Karteng anunciaron que eliminarían la baja programada en el impuesto a la renta personal de la franja de ingresos más alta, aunque insistieron en seguir adelante con el resto del programa presupuestal.
Continúan sin embargo las rencillas internas del partido, llevando a especulación que quizás Truss no llegue a completar el periodo entero. Los laboristas, mientras tanto, han visto su ventaja en las encuestas ampliarse a 33 puntos (54 a 21) ante la pregunta de cuál partido votaría si las elecciones fueran mañana.
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