El economista y profesor de Comercio Internacional Marcel Vaillant señaló que, frente a un nuevo mandato de Donald Trump en Estados Unidos, Uruguay debe seguir mirando hacia Asia como su gran mercado.
¿Qué significa el triunfo de Donald Trump? ¿Causó sorpresa o era previsible?
Con el diario del lunes empiezan las racionalizaciones de que era algo esperado. Pero las encuestas hablaban de paridad, que no fue lo que efectivamente ocurrió. Entonces, en ese sentido, es un poco sorprendente, no solo la victoria, sino su magnitud.
¿La actual situación económica de Estados Unidos pudo haber incidido para un triunfo tan contundente?
Creo que no. Los indicadores, tal como los vemos en la economía, parecen mostrar otra cosa. Recordando la frase de Clinton “Es la economía, estúpido”, uno podría exactamente negarla y decir: “No es la economía, estúpido”. Me parece que hay otros motivos más estructurales que tienen que ver con exclusión, cierto resentimiento, miedo y un conjunto de emociones que se movilizaron. No tienen tanto que ver con la ventana de tiempo del último gobierno, sino que son situaciones de más larga data o estructurales. Esto no ocurre solo en Estados Unidos, que pone el dedo acusador sobre el tema del comercio y la mal llamada hiperglobalización como responsables de esa situación. Ese es un equívoco muy grande.
Trump plantea hacer de Estados Unidos una potencia en el comercio internacional y volver al proteccionismo. ¿Eso es posible en el mundo actual?
Dijo algo en su pregunta que es un poco contradictorio: convertir a Estados Unidos en una potencia mundial en el comercio y al mismo tiempo utilizar una estrategia proteccionista para conseguirlo. Parecería que las dos cosas no tienen mucho sentido. Estados Unidos ha sido un protagonista fundamental en la construcción de las reglas y el desarrollo del comercio internacional desde la posguerra para acá. Eso se hizo en una continuidad de política comercial que es bastante evidente, desde el inicio de los 90 hasta el segundo gobierno de Barack Obama o quizás un poco antes. A principios de los años 70, Bush padre, el presidente que intensificó esa política, fue el embajador de Estados Unidos en China, cuando Henry Kissinger era secretario de Estado. De alguna manera le dio un golpe de timón a las relaciones entre China y Estados Unidos y en particular en el campo comercial. Eso es un hito. Esa continuidad, básicamente, ha sido liderada por el Partido Republicano. Los demócratas fueron seguidores de esa política y no la revirtieron. Eso fue así hasta el segundo gobierno de Obama.
En el primer gobierno de Trump, Estados Unidos se retiró del acuerdo transpacífico, un acuerdo de construcción propia de Estados Unidos con países de las Américas y muchos del Pacífico. Trump también hizo una reversión en términos de política comercial orientada en principio a China, pero que no se restringió a esa nación. Eso fue justificado por prácticas desleales de comercio de China y por temas vinculados con el progreso tecnológico y la propiedad intelectuales, o lo que se denomina “guerra tecnológica”. Eso que hizo Trump tampoco lo revirtió el gobierno de Joe Biden. Así que los demócratas, aunque quizás con buenos modales, no generaron grandes cambios de ese golpe de timón que dio Estados Unidos en el segundo lustro de los años 80.
Ahora lo que se viene es: “Si no querés sopa, dos platos”. Trump anunció más proteccionismo, aumento de los aranceles para los productos no agrícolas e incrementos todavía mucho mayores y bilaterales con China. Creo que es un mal diagnóstico de cuál es la causa de la situación que tienen grandes sectores de la población de Estados Unidos. Una economía gigante y continental como la de ese país, que tiene niveles de apertura comercial a productos de valor relativamente bajos, como todas las economías grandes, es una desmesura. En los gobiernos de este estilo echarle la culpa al otro es un atajo repetido.
¿Se puede pensar que esta posición de Trump fue para conformar a sus votantes y que finalmente no la llevará adelante?
Es muy probable que haya sido eso, pero la otra vez lo anunció y lo hizo. Entonces, la verdad es que no lo sé. Parte del estilo y de la modalidad política de este tipo de liderazgos tiene que ver con anuncios drásticos, muchos de los cuales no se pueden cumplir, ya que entre otras cosas hay un conjunto de instituciones y de mecanismos que deben satisfacerse para llevarse adelante. Por ejemplo, en términos de política monetaria, ya ha habido un encontronazo con el presidente de la Reserva Federal. También está el anuncio de que va a gobernar como quiera, a pesar de las instituciones y de las reglas generales. Eso me parece relativamente difícil que ocurra en un país como Estados Unidos. Pero es una época de incertidumbre, confusa. En referencia a los aranceles, es posible que sea mucho más moderada la reversión. No obstante, este status quo de Estados Unidos es muy anticomercial y lesionador de las reglas multilaterales de comercio.
¿Qué efectos han tenido esas prácticas?
En estos últimos años hay mucha literatura que nos mostró los efectos. Muchas cadenas de producción que estaban en China se van a Vietnam o México. Pero son las mismas. Y además hay otra literatura que muestra que en los productos seleccionados para la reversión proteccionista lo que está ocurriendo es un incremento del comercio internacional fuera de Estados Unidos y fuera de China. Como que hay una reactivación del comercio de esos productos en otros mercados. Eso en cierta medida tiene que ver con el hecho de que el mundo es mucho menos unipolar que hace 20 o 30 años. Estados Unidos, si bien tiene un liderazgo marcado todavía en ciertos campos tecnológicos (aunque la brecha se acorta), no es el hegemón mundial. Vivimos en un mundo más balanceado desde el punto de vista del poder y más complicado también. Tiene que ver con que Estados Unidos puede dañarse a sí mismo con una reversión proteccionista y, sin embargo, el mundo ir por otro lado.
Frente a este panorama, ¿cómo queda América Latina y en especial Uruguay?
Salvo México y el tema migratorio, considerando que ese país no es Latinoamérica, sino Norteamérica, con el resto, con excepción de Argentina, no veo nada muy importante en el futuro.
En relación con Argentina, su presidente, Javier Milei, piensa que Trump le podría ayudar, en especial con el Fondo Monetario. ¿Estima que esto puede suceder?
No lo sé. Puede influir quizás en el clima de confianza con Argentina, pero no creo que influya demasiado en las decisiones que vaya a tomar el FMI sobre nuevos enormes préstamos para el vecino país.
En el caso de Uruguay, ¿da lo mismo quién gane las elecciones en la segunda vuelta, Delgado u Orsi, ya conociendo que Trump va a gobernar en Estados Unidos?
Ha habido muchos anuncios de este gobierno con respecto a Estados Unidos, pero no ha pasado mucho. Está la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas, que integra Uruguay y creó Biden. Quizás eso se continúe en un plano de más cooperación e intercambio. En los temas tecnológicos, Uruguay ocupa ahora un lugar relevante como hub en esa dirección. En cuestiones de ese orden puede ser que haya algunas oportunidades.
No veo cambios significativos a no ser que Uruguay pudiera integrarse a algún acuerdo de libre comercio de los que tiene Estados Unidos. Se dijo en un momento de ampliar el acuerdo entre México, Estados Unidos y Canadá con algunos países de América Latina, como podrían ser Costa Rica y Uruguay. Eso está supuestamente mencionado en la agenda y hay algunas iniciativas de parlamentarios estadounidenses. Para nuestro país sería algo beneficioso y definitivamente útil. Pero no le veo mucha más verosimilitud con Trump como la que se tenía con Biden.
Respecto a si gana Orsi y Delgado, en este contexto de hacer acuerdos con los amigos, la supuesta cercanía ideológica del gobierno de la Coalición Republicana, en relación con un gobierno del Frente Amplio, debería ser mayor. Sin embargo, si tuviera que poner una apuesta, considero que no es algo de primer orden. Me parece que de primer orden son las estrategias que Uruguay ha desarrollado con los países asiáticos. Es decir, es mucho más importante desde el punto de vista de Uruguay encontrar caminos para la inserción internacional que sean robustos, que los que puedan producir cambios de gobierno. Si se piensa que se va a hacer un acuerdo por tener una relación privilegiada con un determinado país o gobierno, se debe recordar que en los países democráticos los gobiernos cambian. Entonces, lo que hay que hacer son estrategias robustas ante los cambios de gobierno. O sea, que se busquen cosas en que todos los partidos estén alineados en hacer. Así construimos el Mercosur y nos integramos a él. Lo mismo con la ratificación del Acuerdo de Marrakech en 1994 y con la unión a la Organización Mundial de Comercio. Cuando se trata de acuerdos internacionales que van a marcar la inserción internacional del país, lo definitivamente importante es la sustancia del acuerdo y su durabilidad. Uruguay hoy está este aspirando a ingresar al tratado transpacífico. Eso lo inició este gobierno y si gana la Coalición lo mantendrá, pero en el Frente Amplio no ha habido pronunciamientos claros en contra y tampoco a favor. Lo mismo respecto a la relación con China, que es una cosa que el Uruguay viene abonando desde hace muchísimo tiempo.
¿El triunfo de Trump puede hacer que China intente acercarse más hacia la región?
Más bien diría que no va a interrumpir lo que ya está haciendo. La agenda de China es muy grande. Su integración tiene que ver mucho más con sus vecinos, como Japón, Corea del Sur o la propia Taiwán. Las relaciones económicas entre China y Taiwán son muy intensas, a pesar de todo el relato político. También con el sudeste asiático y los países de Oceanía. Luego entran algunas otras áreas del mundo como África. En América Latina, estos países del Mercosur no están en el primer interés de China. Hay que admitir que quizá podrían estarlo, pero se debe considerar las resistencias que tiene Brasil en su relación con China.
¿Cuál es el acercamiento más grande que tiene China en la región?
Tiene tratados con casi todos los países del Pacífico. Siempre con una orientación hacia recursos naturales. Lo que tiene con los países que miran hacia el Atlántico es que acá están los alimentos y ciertas ubicaciones estratégicas en conectividad. No hay que olvidarse del tema de los puertos y la conectividad global. El Mercosur tiene que seguir el camino de hacer algún acuerdo marco efectivo con China, que permita avanzar a distintas velocidades, porque obviamente los países tienen preferencias distintas. Uruguay está en condiciones de hacerlo. Ya lleva dos o tres años madurando este bilateralismo y podría avanzar un poco más rápido. Creo que ese es un poco el camino y es hacia donde habría que abonar en términos generales, y lo digo para todos los partidos, cualquiera que sea el que gane las elecciones.
¿Cuáles son las perspectivas del comercio mundial para el año próximo, visto este cambio político en Estados Unidos?
Eran buenas hasta antes del 5 de noviembre, día de las elecciones en Estados Unidos. El año pasado no fue un muy buen año, y este 2024 viene un poco mejor. Las perspectivas eran que esa mejoría se iba a mantener en 2025. Pero hay que ver un poco cómo se despliegan las acciones en materia de política comercial por parte de Estados Unidos. También si Trump lleva adelante la reversión proteccionista, o simplemente fue un anuncio de campaña con el objetivo de conquistar a la opinión pública.
Si Estados Unidos aplica una política proteccionista, ¿cómo se vería afectado el comercio mundial?
Lo que ha habido es cierta resistencia de la economía mundial, como le ocurrió durante la covid también, y cierta resiliencia del comercio mundial a no desabarrancarse. Incluso a que haya efectos de equilibrios generales, donde una menor demanda de Estados Unidos se sustituye por otra en cualquier otro lugar del mundo. Hay más comercio por fuera de bilateralismo con Estados Unidos. Puede venir para Estados Unidos un escenario de reducción de impuestos, mayor déficit, aumento de la inflación. Es un escenario posible junto al debilitamiento del dólar. Lo cierto es que Trump le puso una ficha más al momento de incertidumbre de la económica global.
Uruguay y su camino
“Es muy difícil hacer una predicción de la economía uruguaya para el año que viene en este nuevo contexto”, explicó Marcel Vaillant. “No nos iba a cambiar mucho tampoco si ganaba Kamala Harris”, agregó.
“Los efectos más importantes que puede tener Trump sobre Uruguay no son directos, son indirectos. Por eso son más difíciles de identificar, ya que se trata del equilibrio de la economía mundial”, adelantó el especialista. “En el plano comercial y en el plano económico, esos efectos indirectos van a demorar en llegar”. De todos modos, Vaillant entiende que Uruguay tiene una agenda propia en la que concentrase. “El ser una economía pequeña en cierta medida es una defensa. Las soluciones que necesitamos no son demasiado grandes y el mercado mundial es infinito para nosotros. Entonces, siempre hay resquicios en donde meterse y Uruguay definitivamente lo ha encontrado, logrando resiliencia y fortaleza, como en la carne o en el complejo forestal”, aunque advierte que todavía “hay dificultades en algunos sectores importantísimos, como el lácteo, justamente por no haber buscado esa fortaleza mundial”.
“La mirada que debemos tener en agroalimentos definitivamente es hacia Asia. Es simple. Es un tema de densidad de población y recursos por persona, es mirar y comparar. Existe una perspectiva de crecimiento en la población y, por lo tanto, la necesidad de todos esos productos que nosotros vendemos. Por eso tenemos que consolidar esos accesos al mercado, con comercio y con inversión y obviamente acompañarlos de sofisticación productiva en otros campos donde Uruguay también tiene potencial, como es el tema de los servicios globales”, concluyó el entrevistado.
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