En los últimos días ha ido ganando fuerza la idea que el proceso de desinflación en los EE.UU. no necesariamente implicará un “aterrizaje forzoso”, para emplear la frase comúnmente utilizada al referirse a la inevitabilidad de una fuerte recesión económica. De ser así, sin duda la Reserva Federal (el banco central) se llevará todos los aplausos, luego de haber sido duramente criticada a lo largo de esta etapa aun inconclusa de normalización de la política monetaria.
El hecho es –como lo demuestran las gráficas– que el gradual aumento de la tasa de interés en los últimos 16 meses (de 0.25% hasta 5.25%) coincide con la caída de la inflación interanual (en los últimos 12 meses) desde un pico de 9.1% a la actual cifra de 3% en junio. Ello no es casual: la suba de tasas le ha quitado dinamismo a la economía, lo cual ha disminuido notoriamente el ritmo de aumento de los precios. Muchos temían que la política monetaria podría llevar a un escenario recesivo; otros pensaban que el alza de tasas podría resultar insuficiente. Pero –por el momento al menos– la FED parece haber dado en el clavo.
Si miramos el comportamiento de la economía real, vemos que a pesar del enlentecimiento del nivel de actividad (y unas ligeras caídas en el primer semestre del 2022), por el momento la economía se mantiene en terreno positivo. El gran sostén de este comportamiento ha estado en el constante ingreso de nuevos trabajadores al mercado de empleo desde el final de la pandemia, con un nivel –contra todo pronóstico– superior a los 200.000 trabajadores mensuales.
No cantar victoria
Claro que no está dicha la última palabra. La cifra de 3% refiere a la llamada inflación de titulares (o sea la que reportan los periódicos), que incluye dos componentes del IPC que son volátiles en precio y no siempre responden a la política monetaria: la energía y la alimentación. Excluyendo a estos sectores, la llamada inflación subyacente (“core inflation” en inglés) solo ha caído hasta el 5%. Por ello mismo la FED piensa implementar un nuevo aumento de 25 puntos básicos en la tasa de política monetaria (la tasa de fondos federales) esta semana, y seguirá insistiendo con nuevas alzas en caso que la inflación subyacente permanezca en su actual nivel.
Los recientes tropezones de los mercados financieros parecen haber quedado atrás, y las cotizaciones accionarias en bolsa vuelven a recuperar terreno luego de los fuertes ajustes a la baja en 2022. Los bonos siguen en baja a la vez que sus rendimientos suben a la par de la tasas de interés. Por el momento predomina la calma y algún entusiasmo, aunque se mantiene cierta preocupación en cuanto al impacto del QT (“quantitative tightening” o ajuste cuantitativo) en los mercados, a medida que la FED reduzca sus tenencias de activos mediante ventas que puedan alterar la liquidez en los mercados.
Los socios
La situación en Europa es similar, aunque rezagada con relación a los EE.UU. Entre las principales economías de la eurozona, a junio España presentaba la tasa interanual de inflación más baja (1.9%) mientras que las mayores se registraban en Alemania e Italia (6.4%). Francia se ubicaba entremedio con 4.5%.
Los países de la eurozona y el Reino Unido (inflación 7.3%) están aplicando políticas monetarias antinflacionarias similares a la de la FED, lo cual es lógico ya que sus inflaciones tuvieron un mismo origen en las fuertes expansiones monetarias posteriores a la crisis financiera del 2007/08 y la pandemia. Japón (inflación 3.3%) también sigue el mismo camino.
Dentro de este mesurado optimismo con relación a la estabilización eventual de los precios en niveles cercanos al 2%, no debe perderse de vista el hecho que la situación en cuanto al nivel de actividad dista de ser alentadora. Si bien la economía de los EE.UU. parece adelantarse a las demás, no resulta claro que pueda –ni le interese– volver a ejercer el rol de locomotora global. Los coletazos de la pandemia y las tensiones de la guerra en Europa sugieren un comercio internacional en retracción, en la medida que los países busquen asegurar su “autonomía estratégica”.
China
En términos de crecimiento económico, China ya no es el país que asombraba al mundo hace dos o tres décadas con ritmos de dos dígitos en PBI y comercio. Su meta de crecimiento para el año en curso es un “modesto” 5%, un pálido reflejo de aquellas épocas. Claro que algo se debe al efecto base, ya que hoy compite con los EE.UU. para ocupar el primer lugar en materia de producto.
Pero China enfrenta desafíos de diversa naturaleza que conforman un lastre comparado con su pasado reciente. Frente a una demanda global incierta por sus exportaciones, la demanda interna no parece capaz de llenar el hueco. La inversión ha caído ante estas expectativas poco halagüeñas, mientras que el consumo interno aún no ha recuperado sus niveles prepandémicos. La crisis del sector inmobiliario también ha contribuido a moderar expectativas.
China eludió en gran parte los costos de la crisis del 2007/08 pero no así los de pandemia. De todas formas, su sistema financiero emergió intacto y el gobierno pudo suministrar estímulos tanto fiscales como monetarios para la recuperación, que fueron un gran apoyo a la economía mundial en aquella ocasión.
No está claro que hoy esté en condiciones de repetir esa conducta en igual escala, lo cual inyecta un elemento de incertidumbre adicional a la economía global. Pero con cero inflación interanual en junio, y tasas de interés rebajadas a 3.55% para empresas y 4.2% para hogares fijadas por el banco central, queda claro al menos que las autoridades están conscientes del problema.
Crecimiento del PBI en USA se enlentece en T1 2023
A pesar de los sombríos pronósticos, el crecimiento económico de los EE.UU. no ha colapsado luego de la pandemia.
Fuente: Yahoo finance. Bureau of Economic Analysis.
Creación mensual de empleos en USA
Enero 2022 hasta junio 2023
Tasa de inflación y tasa de interés mensuales de la Reserva Federal desde enero 2018 hasta febrero 2023
Inflación
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