El contador y economista vivió de cerca el enfrentamiento contra la crisis del 2002, donde destacó el rol del entonces ministro de Economía, Alejandro Atchugarry, quien “logró aunar consensos” con diversas fuerzas políticas y sociales para sacar al país a flote. En diálogo con La Mañana, rememoró su participación en el consejo de asesores económicos, formado para buscar una salida de la crisis, analizó la situación actual y fue crítico con los planteos de la oposición en el marco de la pandemia.
Usted fue testigo del papel que jugó Atchugarry en el combate al derrumbe financiero y económico del Uruguay en 2002. ¿Qué recuerdos tiene de esa época?
Fue una época llena de dificultades, como todos recordamos. Atchugarry asumió como ministro de Economía, pero en la realidad fue el articulador de una coalición que, por el desgaste del presidente Batlle, no le permitía cumplir ese rol.
Atchugarry logró aunar consensos con el Partido Nacional, que integraba la coalición ocupando cargos ministeriales, y también con el Frente Amplio (FA) que, como principal partido de la oposición, pretendía mostrarse como la alternativa de gobierno para las siguientes elecciones -donde se sentían triunfadores- buscando “no hacer olas” y mantener el barco a flote.
La crisis de 2002 fue de naturaleza distinta a la actual; había que enfrentar una crisis económica y financiera y la bancarrota de los bancos, que destruyó una parte muy elevada del ahorro de los uruguayos.
¿Cómo ve hoy la crisis?
Hoy es de naturaleza diferente. Felizmente no tenemos crisis bancaria, aunque sí una crisis económica y social enorme, en gran medida, heredada del gobierno anterior: enormes cantidades de trabajadores informales, subempleados, desempleo creciente, cierre de empresas y pérdida de puestos de trabajo. Llegó la pandemia y agravó la situación.
Existe una restricción de oferta y de demanda a la vez -el confinamiento y cierre de fronteras impide a las empresas producir y a las familias consumir- y no se vislumbra una alternativa de cómo recuperar la “oferta” y que la gente pueda volver a sus puestos de trabajo. Es difícil que las empresas vuelvan a contratar a todos los trabajadores que están en seguro de paro, y menos a los niveles salariales previos. Tal vez una quita a los salarios podría ayudar.
¿Qué evaluación hace sobre los planteos de la oposición?
Hay sugerencias de la oposición para reactivar la demanda otorgando más subsidios, renta universal y más y más gasto. Planteos irresponsables, pues la calificadora Fitch volvió a advertir que no existe espacio fiscal para aumentar el gasto y que podría rebajar el grado inversor. Hoy a la gente le preocupa más el tema del empleo, y el problema de la “oferta” es cómo reactivar la inversión y la producción. Los subsidios no resuelven el problema de confianza y competitividad de las empresas.
La vacunación gradualmente irá aportando confianza para que de a poco se restablezca la actividad económica, pero la falta de competitividad de las empresas, así como la generación de excedentes de liquidez para invertir, requieren ajustes en los precios relativos, que no parecen fáciles de consensuar.
Uruguay es un país muy caro, los activos en general son caros y no despiertan el interés de los inversores. Los costos de producción impiden a las pymes producir, el cierre de empresas no cesa, y tampoco pueden acceder a los beneficios tributarios como las grandes empresas. Los impuestos son muy altos desde que el FA los elevó en los últimos 15 años para engrosar el tamaño del Estado.
“Atchugarry logró sacar leyes para resolver la crisis y también para evitar el default de la deuda”
¿Cuáles son las dificultades que presenta este escenario?
Con este escenario es virtualmente imposible que inviertan las empresas locales o extranjeras en busca de tasas de retornos atractivos. La pandemia no deja ver el bosque, pero este es un problema central.
El tipo real de cambio -si el Banco Central (BCU) no lo frena vendiendo reservas como lo hizo durante marzo- es probable que aumente por la suba de los rendimientos de los bonos a largo plazo en Estados Unidos. Pero la suba del dólar sin una reducción del gasto estructural -no del covid- generará inestabilidad macroeconómica y aumentará la pobreza.
Por otro lado, los impuestos a la renta de las empresas y los aportes patronales deberían bajar fuertemente para alentar la inversión y dinamizar la producción de las pymes. Las empresas grandes lo logran con proyectos ante la Comap, pero las chicas no pueden. Recordemos que Atchugarry bajó los aportes en su momento.
¿Cómo funcionó el consejo de asesores económicos conformado por Atchugarry para buscar una salida conjunta de la crisis, en el cual usted participó?
Atchugarry y el entonces presidente del BCU, Julio de Brun, establecieron un mecanismo de intercambio de opiniones, con un reducido grupo de economistas donde se comentaban las medidas que se estaban pensando adoptar, pero mayormente sobre la política monetaria, el tipo de cambio, las tasas de interés, que en aquel momento eran los temas más álgidos.
En realidad, quien asesoraba con más peso al gobierno era el FMI, que aportó los recursos financieros y logró detener la corrida bancaria. Nuestro rol, creo yo, que no fue demasiado importante, más allá de compartir criterios y apoyar al equipo económico.
“Los costos de producción impiden a las pymes producir, el cierre de empresas no cesa, y tampoco pueden acceder a los beneficios tributarios como las grandes empresas”
En ese entonces se buscó contar con la opinión de todos los sectores políticos, sindicales y empresariales, aunando esfuerzos para proponer medidas que permitieran superar las dificultades. ¿Cuál fue la importancia de escuchar a todas las voces en ese contexto?
Atchugarry convocó a los partidos de la coalición, a la oposición de izquierda y a la Asociación de Bancarios del Uruguay (AEBU) a conformar un comité técnico para analizar y proponer soluciones para fortalecer el sistema bancario. Tenía buena llegada con empresarios, sindicalistas y políticos. Claro que en aquel momento fue más fácil incorporar a AEBU porque los bancos estaban tambaleándose -hoy sería mucho más difícil lograr su apoyo-.
Atchugarry logró sacar leyes para resolver la crisis y también para evitar el default de la deuda. Pero fue muy importante para que la economía zafara de la crisis, el ajuste de precios relativos que tuvo lugar con la devaluación de junio de 2002, que, si bien elevó la pobreza a niveles desconocidos hasta ese momento, aumentó el tipo real de cambio y bajó los costos salariales en dólares, mejorando sensiblemente la competitividad de la producción nacional.
A esto se le sumó el inicio de una incipiente recuperación de los precios de los commodities, que dio un fuerte impulso a la economía. Sin esos ajustes, por más diálogo que se hubiera mantenido con los sectores sociales, habría sido virtualmente imposible zafar de la crisis, ya con Isaac Alfie como ministro en sustitución de Atchugarry.
¿Qué opinión le merece la propuesta de Cabildo Abierto de conformar un Consejo de Economía Nacional, previsto en la Constitución, a fin de establecer un gran diálogo nacional para consensuar diversas políticas y soluciones en esta coyuntura tan compleja?
Creo que el instrumento en sí es bueno, entre otras cosas, ya que permitiría limitar la acción de los lobbies, lo cual es positivo. Todos tendrán que ir a sentarse a una misma mesa. No estoy seguro de que en ese ámbito se puedan acordar las estrategias nacionales para enfrentar los desafíos que tiene el país.
¿Por qué?
En particular, veo difícil que los sindicatos y el Estado, a través del atraso cambiario, de tarifas y regulaciones varias y de excesivos impuestos que inciden en la estructura de costos de las empresas, vayan a cambiar. A los dirigentes del PIT-CNT no les importa la pérdida de empleos de sus afiliados, sino solo mantener sus sueldos y privilegios. Exigirán más y más ajustes salariales, considerando al capital como su enemigo, lo que reducirá aún más la demanda de trabajadores.
Los sindicatos hoy dominan la escena económica por un desmedido poder que les otorgó el FA en los últimos 15 años y que no están dispuestos a ceder. Son los principales enemigos del gobierno, mienten a la gente para que firmen la derogación de artículos de la LUC que ni siquiera saben cuáles son, aunque probablemente no lograrán las firmas. Veo poco probable que en un Consejo Nacional estén dispuestos a cambiar su actitud e ir por un camino constructivo.
“Felizmente no tenemos crisis bancaria, aunque sí una crisis económica y social enorme, en gran medida, heredada del gobierno anterior”
¿Y la oposición?
La oposición es el otro oponente. El episodio de Michelini es vergonzoso, pero demuestra el antagonismo con el gobierno de algunos sectores del FA. Creo que fue un error importante haber dejado sin efecto las auditorías, que hubiera sido el instrumento eficaz y demoledor para desprestigiar la gestión de 15 años de abusos en los gobiernos del FA.
Hoy se percibe, igual que en 2002, una perspectiva triunfalista del FA para las próximas elecciones ante el riesgo de fracaso del gobierno en la lucha contra la pandemia. El gobierno por suerte está más fuerte, con más apoyo de la opinión pública que nunca, pero debe demostrar su capacidad para que la economía encienda de nuevo los motores. Veo difícil que en un Consejo de Economía pueda alcanzarlo.
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