A medida que EE.UU. avanza a los tropezones hacia un posible default de su deuda, los riesgos económicos son evidentes. En el peor de los casos, podría desencadenar una convulsión financiera mundial, dado el papel de los bonos del Tesoro estadounidense como ancla libre de riesgo de una vasta red de transacciones financieras globales. Incluso un impago evitado en el último minuto podría dar lugar a una rebaja de la calificación de la deuda estadounidense y a una presión al alza de las tasas de interés en Estados Unidos, tensionando aún más un sistema bancario ya de por sí frágil. Pero una razón adicional, y posiblemente infravalorada, para evitar el impago sería el impacto nocivo que ello tendría en el papel de divisa clave del dólar estadounidense y en la posición de Estados Unidos en el mundo en general y frente a China. Con el continuo desarrollo del euro, el mundo podría encaminarse hacia un sistema en el que varias monedas de importancia sean utilizadas en paralelo, algo parecido a lo que existía antes de la Primera Guerra Mundial. Barry Eichengreen, Arnaud Mehl y Livia Chiţu sostienen que los avances de la tecnología financiera reducirán las ventajas de la incumbencia y facilitarán a los participantes en el mercado moverse entre monedas, manteniendo portafolios diversificados. La pérdida de posición relativa se haría sentir también en otras dimensiones. Se reduciría la influencia de Estados Unidos en instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). La capacidad de Estados Unidos para imponer sanciones financieras con fines de política exterior –como contra Rusia tras la invasión de Ucrania o contra Corea del Norte en respuesta a la proliferación de armas nucleares y la evasión de sanciones por parte de ese país– se vería reducida. Si Estados Unidos vuelve a fallar y se muestra como una hegemonía poco fiable, China no se quedará de brazos cruzados. Aunque se enfrente a limitaciones internas a la hora de asumir un papel más proactivo en las finanzas internacionales –sobre todo, el mantenimiento de controles de capital, el relativo subdesarrollo de sus mercados financieros nacionales y la falta de restricciones al comportamiento de su poder ejecutivo–, cuando se le presente la oportunidad, China se presentará como un líder benigno y fiable.
Marcus Noland, Peterson Institute for International Economics
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