Marcos Soto es magíster en Dirección y Administración de Empresas y decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Católica, donde también se desempeña como director de la Maestría en Dirección de Empresas y profesor del Departamento de Administración y Negocios. Entrevistado por La Mañana, habló del sistema educativo y profundizó sobre la situación económica y las medidas que el gobierno debería tomar, a su entender, para mitigar los efectos que la suba de precios está causando en los sectores más carenciados.
¿Qué puede contarnos sobre su experiencia en la formación de profesionales que luego, en muchos casos, terminan volcando su conocimiento en el Estado o incluso en organismos internacionales?
Nosotros, cuando asumimos la responsabilidad de entrar en un aula, somos conscientes de que con lo que se imparte allí el propósito final no es acumular materias. Por eso siempre hacemos hincapié en que una maestría en Dirección de Empresas o un programa de Desarrollo Directivo, por ejemplo, es mucho más que los títulos. Es decir, pretendemos que ese pasaje por esos cursos sea, primero, una experiencia, segundo, una transformación personal, y que también sirva para probar que uno tiene mucho más potencial y capacidad de lo que creía. Y apostamos a que luego, cuando egresen, eso se transforme en semillas que se dispersen por todas las organizaciones en las cuales les toque actuar, ya sean públicas o privadas, y en mejores prácticas profesionales y humanas.
¿En qué medida se incentiva a los graduados a que continúen su carrera en el exterior? ¿Cuáles son las aspiraciones?
Cuando uno incentiva a los participantes que han cursado con nosotros a seguir sus estudios en una universidad del exterior, lo hace con la aspiración de que vuelvan a Uruguay y que vuelquen sus conocimientos y experiencias en fortalecer y enriquecer las políticas públicas en el país. Cada tanto se da, pero nada nos asegura eso, aunque bien vale la pena correr el riesgo, porque luego, cuando esas personas vuelven con un doctorado –que no abundan en este país personas que lo tengan–, son un recurso muy rico. En esos casos vuelven con prácticas de investigación que muchas veces acá faltan, con una visión de mundo diferente y habiendo absorbido otras prácticas.
¿Qué evaluación hace sobre el sistema educativo uruguayo? ¿Dónde se debería poner el foco?
Lejos de ser un especialista en temas educativos, creo que nos falta muchísimo todavía. Tenemos un sistema muy tradicional en su enfoque y que ha desinvertido a lo largo de muchos años, lo que ha erosionado su calidad.
¿A qué se refiere con que hay un enfoque tradicional?
A que todavía el enfoque es muy lógico-matemático y gramatical. Es verdad que eso es parte de la inteligencia que tiene el ser humano, pero cada vez está más probado que tiene inteligencias múltiples. Sin embargo, tenemos un sistema que no las recoge, no las premia y por tanto no las incentiva.
¿Por ejemplo?
Me refiero a la inteligencia emocional, social, artística. ¿Cómo podemos incentivar a un miembro de la clase cuyo fuerte sea integrar al grupo, que quizás tenga dificultades en las disciplinas clásicas, pero tiene otras inteligencias que son muy relevantes? ¿Cuán importante es entrar a un grupo, como docente, y ver que está cohesionado porque algunos integrantes tienen esa inteligencia social de unirlos? Por el contrario, en un grupo donde son más inteligentes desde la óptica clásica, por lo general, son más fríos y menos cooperantes.
Todavía falta muchísimo camino por recorrer en todo este cambio de visión, pero el sistema educativo debe identificar e incentivar las distintas inteligencias y sacar de cada individuo lo mejor. Cada persona tiene sus talentos, sus virtudes, su vocación, y tiene que haber un sistema que intente impulsar eso, de modo que nadie se sienta frustrado o piense que no encaja en un programa muy estanco.
¿Cuáles son los desafíos en ese sentido?
Tenemos un gran desafío por delante que es seguir trabajando en una adecuación muy humana, pero a la vez de futuro. Tenemos que preparar a los jóvenes para que sean capaces de pensar en el mundo que se viene, que es cambiante. Esto de que uno entra a una empresa y se muere allí, no existe más, entonces, uno tiene que tener la habilidad de reconvertirse, no solo de no resistirse a los cambios, sino de generarlos y de ser agente de cambio. No se te puede caer el mundo encima porque el trabajo para el que te formaste no existe más o se valora menos, tenés que tener la fortaleza de reconvertirte y salir a buscar actividades que te llenen, pero que a la vez te agreguen valor. Esa versatilidad te la da la formación.
Le cambio de tema… Entrando en lo que es la coyuntura económica actual, ¿cómo analiza el repunte de precios que se está dando en Uruguay y en el mundo? ¿Qué piensa del fenómeno inflacionario?
Uruguay viene con una inercia inflacionaria histórica que nunca ha podido corroer. Muy puntualmente hemos estado ubicados dentro del rango meta. En los últimos 20 años la inflación ha estado por debajo de los dos dígitos, lo que es una buena noticia, pero esa inercia inflacionaria que no hemos podido reducir nos encuentra con un shock muy potente del exterior. Es decir, luego de entrar en la pandemia, la respuesta de los diversos Estados y sobre todo de las economías centrales ha sido dar incentivos, mayor endeudamiento y mayor emisión monetaria, y ya sabíamos que eso, en algún momento, iba a terminar en mayor inflación, porque cuando sobreabunda la moneda, empieza a valer menos. Si bien los incentivos fueron importantes y motorizaron quizás una salida más amortiguada de la crisis en los distintos países a nivel mundial, eso generó inflación. En febrero ya teníamos en Estados Unidos una inflación del 7,9%, la más alta de los últimos 40 años, y este fenómeno se repite en todas las economías centrales.
¿Cómo impacta en este escenario la guerra en Ucrania?
Aparte del drama humano y todo lo que ello significa, la guerra agravó en profundidad los efectos inflacionarios. Por eso decía que Uruguay está recibiendo un shock externo negativo muy grande. Si bien Rusia no es un actor relevante desde el punto de vista económico a nivel mundial y Ucrania menos, sí son proveedores estratégicos de determinados productos, sobre todo vinculados a la energía y los alimentos. En Europa está pegando fuerte el tema en materia de energía y se están incrementando los niveles de inflación, y el asunto de los alimentos repercute a nivel mundial, inclusive en Uruguay.
Esta inflación en productos muy básicos afecta mucho más a sectores más vulnerables, con menores ingresos, que al resto de la sociedad. Por eso decimos que la inflación en general es una mala noticia, porque erosiona los salarios y, dentro de los grupos más afectados, están aquellos que perciben menos ingresos. Es importante tomar esto en cuenta para luego pensar o diseñar posibles políticas de amortiguación.
Justamente, el gobierno estableció la quita de IVA en algunos productos de primera necesidad. ¿Qué opinión le merece esa medida?
Las reducciones generalizadas de IVA en productos de primera necesidad son medidas poco eficientes y su efectividad está hipotecada. El Estado tiene recursos limitados y, si va a renunciar a recaudación para favorecer a determinados sectores, tendría que estar muy seguro de que está beneficiando a los sectores correctos. Pero cuando uno hace una reducción genérica se benefician todos, tanto aquellos que lo necesitan, como otros que ni siquiera perciben el beneficio, o que les da lo mismo gastar 100 pesos en un producto que 120, y el Estado se pierde de recaudar allí o de reencauzar esa renuncia fiscal en los sectores que más lo precisan.
¿Qué quiere decir con que la efectividad de esta medida está hipotecada?
Hablamos de que una medida es efectiva si realmente a quien quiero beneficiar termina siendo beneficiado, pero en este caso no sabemos a ciencia cierta si el 100% de la reducción de IVA termina en la góndola o en la cadena hay pequeñas alteraciones que terminan por no impactar de forma directa en esa disminución. Por ahí también puede estar cuestionada la efectividad. Por eso, si bien las medidas de este tipo están bien orientadas, porque se trata de productos de primera necesidad, quizás tendrían que haberse trabajado un poco más para lograr los objetivos buscados.
Sobre esto, desde hace un tiempo usted viene planteando la posibilidad de personalizar el IVA. ¿Cuáles son los objetivos y de qué forma se implementaría?
El Estado, a diferencia de lo que pasaba hace 20-30 años, tiene formas o herramientas tecnológicas para poder identificar fácilmente a personas, a sectores que la están pasando mal y que tienen mayor vulnerabilidad. Este es un camino que ya ha recorrido el Uruguay a través de las tarjetas del Ministerio de Desarrollo Social y el Banco de Previsión Social, y que ha reconocido el propio Banco Interamericano de Desarrollo en sus trabajos acerca del IVA personalizado.
En la medida en que cualquier individuo que sea beneficiario de esas tarjetas –que por algo son intransferibles– vaya al almacén o al supermercado y le devuelvan el IVA, a esa persona se la está exonerando de este impuesto de forma directa, eficiente y efectiva. De ese modo, el Estado puede estar seguro de que la inmensa mayoría de los sectores a los cuales quiere beneficiar, están utilizando los recursos que tiene para destinar como gasto tributario, y de manera efectiva, porque la cadena no tiene cómo quedarse con la reducción del IVA, pues los precios en la góndola no se alteran –lo que cambia es que aquel que paga con esa tarjeta queda exonerado del IVA y se le devuelve o directamente no se le cobra–.
¿Es viable desarrollar este sistema en las condiciones actuales?
Este es un mecanismo que creo que se podría llevar adelante rápidamente, aunque no es una solución de fondo, no estamos planteando eso, pero sí es un gran mitigador de la situación compleja actual que indudablemente afecta más a ciertos sectores. Es por esto que todos los esfuerzos deberían estar volcados a intentar atender a aquellos a los que realmente esto les pega más, y ahí nos tenemos que valer de la tecnología, de los datos, y no simplemente tomar medidas de carácter genérico. No solo tenemos los datos, sino que también existe la tecnología a través de los medios de cobro electrónicos, lo que ha facilitado muchísimo para implementar estos beneficios persiguiendo esos dos objetivos claros de eficiencia y efectividad.
Otra decisión del gobierno para contener el alza de los precios fue mantener los combustibles por debajo del Precio de Paridad de Importación. ¿Qué lectura hace al respecto?
Ahí tenemos un gran problema desde el punto de vista fiscal, dado que la reducción del combustible o el no incremento según lo recomendado, se va a terminar pagando con mayor déficit fiscal, el cual muchas veces termina retroalimentando el proceso inflacionario.
Hay estudios que indican que el no aumento del combustible en momentos en que se debería subir, es una medida regresiva. ¿Qué quiere decir esto? Que los que más utilizan el combustible, en general, son aquellos sectores que tienen su auto, que tienen otras posibilidades, y por supuesto el sector productivo, que tiene algún otro amortiguador vinculado a lo que es el gasoil y las devoluciones. El transporte, por su parte, tiene su subsidio, entonces, a veces no es tan claro el pasaje del incremento de costos de combustible a lo que es, por ejemplo, la inflación del transporte.
¿En este contexto pesa la volatilidad del petróleo a nivel mundial?
Uruguay ya venía con una tradición de intentar ir amortiguando los shocks internacionales, porque es verdad que el petróleo está muy volátil, y una cosa es un escenario de guerra como el que tenemos hoy y otra cosa es tener un contexto de paz. Si bien algunas medidas de sanción sobre Rusia van a permanecer, quizás se le quite presión al precio, entonces, el petróleo va a bajar y ahí seguramente el combustible no baje todo lo que debería, para compensar esta situación deficitaria actual. Por lo tanto, es una medida discrecional del gobierno para intentar evitar la volatilidad que está presentando el comercio internacional del commodity petróleo, pero tiene su costo fiscal.
Cabildo ya había planteado el IVA personalizado el año pasado
En junio del año pasado, Cabildo Abierto presentó al Poder Ejecutivo una propuesta de modificación tributaria.
En dicha oportunidad el Ec. Eduardo Ache expresó que “la principal prioridad debería ser bajar la carga al trabajo.” Según el asesor de Cabildo Abierto, “Uruguay debe ser el país con el impuesto al trabajo más alto”. Pero en esa instancia, Cabildo también presentó propuestas acerca de cómo obtener mayores recursos para bajar la carga al trabajo. En ese sentido llamó la atención sobre el “costo fiscal”, concepto que se refiere al impacto fiscal de los múltiples mecanismos de exenciones fiscales. Concretamente, Cabildo planteó la aplicación del IVA personalizado, que ayudaría a focalizar los incentivos fiscales hacia esas personas que más lo necesitan, algo que hoy día es viable con las tecnologías existentes.
“Hay bienes de la canasta básica que mucha gente puede pagar, lo que generaría un margen para bajar el IVA”, dijo Ache en aquella oportunidad. “Esta propuesta la planteamos para que ‘la analicen’ y se pregunten: ‘¿tiene sentido que subsidien los bienes de la canasta básica a quien hace compras en Arocena’ del barrio Carrasco? No, no tiene sentido, y hoy está la tecnología” para mejorarlo, aseguró.
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