Las regulaciones financieras actuales parecen concebidas a menudo para causar el máximo de molestias a los individuos que realizan pequeñas transacciones. Sin embargo, a pesar del número increíble de normativas para las empresas financieras, con frecuencia los grandes acontecimientos parecen pasar desapercibidos para los reguladores. La quiebra del Silicon Valley Bank (SVB), el banco preferido por un gran número de empresas tecnológicas, es sólo lo último que nos ha sorprendido. La verdad, sin embargo, es que este tipo de shocks son intrínsecamente difíciles de predecir. De hecho, resulta más o menos imposible, a menos que el regulador central sea omnisciente. Las pérdidas que causaron la quiebra de SVB, por ejemplo, parecen originarse en complicadas apuestas sobre las tasas de interés que salieron mal. Es fácil explicar lo ocurrido a posteriori, pero muy difícil de preverlo de antemano… Es así que me viene a la mente la máxima de Lenin: es mejor tener unas cuantas mentes brillantes capaces de pensar con imaginación sobre la resistencia de un sistema, que legiones de burócratas tildando casilleros y diseñando una miríada de reglas que supuestamente eliminarían el riesgo.
Paul Ormerod, Unherd
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