La Academia Nacional de Economía homenajeó al doctor en Sociedad de la Información y del Conocimiento, experto en finanzas y quien fuera dos veces presidente del Banco Central del Uruguay (BCU), en un evento virtual donde destacadas figuras elogiaron su trayectoria. En entrevista con La Mañana, Pascale recordó la compleja situación económica que atravesó el país en la apertura democrática y explicó cuáles son los mayores desafíos a futuro.
Los oradores del homenaje fueron el exministro argentino Ricardo López Murphy, asesor del BCU durante las dos presidencias de Pascale, quien rememoró esas épocas; la contadora y especialista en finanzas, Margarita Roldós, que se refirió a su faceta como docente y académico; el economista Carlos Steneri, que fue representante de Uruguay ante los organismos financieros internacionales y colaboró en la negociación de la deuda que llevó adelante el homenajeado; y el artista Marco Maggi, quien no escatimó en elogios sobre Pascale y lo describió como “un hombre importado del Renacimiento”.
En su exposición, el reconocido catedrático y escultor uruguayo agradeció a su familia, desde sus abuelos hasta sus nietos, que fueron su “sostén”; y a sus maestros “más importantes”, entre ellos, el contador Enrique Iglesias.
En tanto, afirmó que tiene una “deuda” con dos países. En primer lugar, con Estados Unidos, donde continuó sus estudios y aprendió a resolver problemas. Y también, con Italia, país de su “sangre”. En esa línea, destacó algunas facetas que son “frecuentes” en los italianos, quienes “son más posibilistas, en el sentido de que van haciendo las cosas lo mejor posible, en contraposición a los deterministas, que parten de la base de que indefectiblemente la trayectoria va a ser lineal”.
¿Qué significado tuvo para usted haber recibido este reconocimiento a su trayectoria como servidor público y académico?
Es un gran honor que me carga de emociones. Es una distinción que me hizo el Consejo Directivo de la Academia de Economía en un acto de gran generosidad para conmigo. Estoy muy contento y muy agradecido a la institución y a mucha gente.
En el acto, López Murphy recordó los momentos más difíciles que debió afrontar en su primer período como presidente del BCU (1985-1990). ¿Qué recuerdos tiene de esa experiencia?
Ricardo venía los lunes de mañana y se iba los viernes de noche en el último vuelo, así lo hizo durante cinco años. Fueron tiempos difíciles; la inflación estaba desbordada, el salario real había caído, el PIB había disminuido enormemente, teníamos una enorme deuda externa y un gran endeudamiento interno debido a la crisis cambiaria del año 82.
El sistema financiero estaba complicado y las empresas no podían pagar sus deudas. Había tres bancos con problemas que eran los más grandes del sector privado, La Caja Obrera, Comercial y Pan de Azúcar. No se habían arreglado en el gobierno militar porque eso requería espalda política, financiera y credibilidad.
Por tanto, el gobierno democrático ingresó con importantes problemas preexistentes. Todos los lunes nos reuníamos los integrantes del equipo económico: Ricardo Zerbino, ministro de Economía; Ariel Davrieux, director de la OPP; Federico Slinger, presidente del Banco República, y tratábamos de ayudarnos entre nosotros. También asistía el subsecretario de Economía, Luis Mosca, que años más tarde fue ministro.
¿En ese contexto seguían padeciendo los efectos de la crisis del 82?
Sí, la crisis del 82 realmente la tomó el período democrático. En el caso de los bancos, en la dictadura arreglaron los más pequeños, pero no los grandes, ni la deuda externa. La inflación llegaba al 100%, el salario real había caído un 30%, el PIB había caído un 15% y entramos con muy pocas reservas.
Usted tuvo un papel fundamental en la negociación de la deuda con los organismos multilaterales y los bancos privados. ¿Cómo fue transitar ese proceso?
Fueron varias negociaciones. El gobierno militar había hecho una pequeña negociación, pero cuando llegamos tuvimos que empezar a resolver el tema de la deuda e hicimos tres refinanciaciones. Ahí empezamos el Plan Brady, que no pudimos terminarlo por razones de tiempo. Fue una experiencia imponente, porque además quedaron 180 bancos acreedores y teníamos deudas bilaterales con España, con Brasil y con Argentina, que tuvimos que negociarlas concomitantemente. Hubo tres negociaciones, porque íbamos mejorando las condiciones, es decir, más plazo, menos tasas de interés, más períodos de gracia.
Nadie te refinancia por el hecho de que hayas vuelto a la democracia, te refinancian si se demuestra que el país además de eso está enfocando sus políticas económicas hacia un camino de sanidad económica. Uno ve a veces países que piensan que pueden arreglar rápidamente problemas de ese tipo, pero no es así.
Uno de los activos más importantes que tiene el país es la confianza que ha desarrollado a través de generaciones. Uruguay siempre trató de cumplir y de honrar sus compromisos, es un país confiable y eso nos jugó a favor. Los estamentos políticos también apoyaron, más allá de discrepancias que pudieran tener con una cosa o con otra, que son normales. Este es un país con alto grado de madurez cívica y eso es bien valorado por el mundo.
Su segundo período en el BCU (1995-1996), que fue más acotado, transcurrió en un escenario muy diferente. ¿Cuáles eran las mayores prioridades entonces?
El período más complejo, en el que parecía absolutamente imposible salir adelante, fue el primero. Para el segundo yo tenía muchos compromisos asumidos y los pude suspender por un tiempo, pero no pude quedarme los cinco años.
Había dos temas en los que nos teníamos que enfocar. Por un lado, bajar la inflación, y el gobierno que nos precedió había hecho un esfuerzo en ese sentido. Recuerdo que Luis Mosca (entonces ministro de Economía) bajó la inflación a un dígito, y tuvo todo el apoyo del BCU.
Otro tema fue la ley de seguridad social que está vigente actualmente –y está en proceso de reforma dado el tiempo transcurrido–, donde Davrieux jugó un papel muy importante. El BCU se ocupaba del manejo de las AFAP, y me tocó hacer las primeras reglamentaciones.
En referencia a la actualidad, ¿cómo cree que puede salir adelante un país como Uruguay, donde la población tiende a achicarse, luego de haber atravesado la pandemia?
Uruguay se ve enfrentado a tomar una gran decisión que es tener una economía mucho más basada en el conocimiento. Eso no quiere decir despreciar los recursos naturales, sino incorporarle ciencia, tecnología e innovación a lo que hoy tenemos. Esa es la única forma en la cual están creciendo los países, que no crecen por la cantidad de gente que tienen ni por el territorio, sino por la ciencia, el conocimiento y la posibilidad de aplicarlo a la generación de más valor en bienes y servicios que terminan beneficiando a la población, dando más y mejor empleo y un mejor nivel de vida.
De lo contrario, dentro de 15 o 20 años vamos a estar en algo más o menos parecido a lo que tenemos ahora. Vemos que cada vez más uruguayos se van del país, gente joven con mucho conocimiento que no encuentra esperanzas o posibilidades. Tenemos que atacar eso rápidamente y hacer que las personas puedan trabajar acá. Si no lo hacemos, el país va a quedar sin un rumbo claro. Esto afecta a toda América Latina, pero a mí me preocupa mucho el Uruguay.
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