Leopoldo Marechal enseñaba, con tono poético y sabiduría filosófica, que la política es un arte y, como el artista, el político sólo alcanza realmente su obra cuando, tras la batalla que riñen entre sí el principio teórico y la materia real, el principio y la materia concluyen por aceptarse mutuamente sus condiciones y se reconcilian en una paz armoniosa en que no hay vencedores ni vencidos. Enorme desafío tiene el artífice cuando se topa con la realidad.
Mientras algunos pueden darse el lujo de jugar a la conspiración preferida y deseada, los hombres con responsabilidad de gobierno deben gobernar con seriedad y prudencia. Los errores de aquellos -cuando desarrollan delirantes y estrafalarias teorías conspirativas- sólo generan ridículo y/o pérdida de prestigio. Las equivocaciones de los hombres de Estado se pagan con vidas humanas que no se recuperan más.
Al presidente argentino, Alberto Fernández, la pandemia le está presentando la oportunidad de mostrar liderazgo político. Inicialmente le tocó optar por la defensa de las vidas humanas o seguir con la rueda económica y eligió privilegiar la vida por sobre la economía. Gracias a ello logró gran apoyo de la población (sin olvidar el carácter volátil que suele tener la opinión pública, por lo que es preciso no confiar más de la cuenta en este hecho). Por esta posición recibió críticas, ninguna de las cuales podían disimular su afán materialista. Fernández señaló –reiteradamente- que si la economía caía se podía recuperar con el tiempo. En cambio, cada vida humana que se perdiera, no se podría recobrar.
Consideramos esencial que en la etapa que se avecina se debe poner en el centro de la escena a la producción y el trabajo
Resuenan en sus fundamentos las enseñanzas del Papa Francisco quien viene criticando desde hace años, la concepción economicista de la sociedad y la nueva idolatría que pone al dinero en el centro del sistema económico, olvidando a la persona humana y a los parámetros de la justicia social. Al hacerlo, ha obtenido buenos resultados. La contundencia de los números, en cuanto a la baja tasa de de mortalidad -en relación, ya no sólo con los países que fueron principales focos de la enfermedad, sino con los vecinos regionales- está demostrando el rotundo éxito de la medida sanitaria (con porcentaje de fallecidos, en proporción a la población, muy similar al de Uruguay).
Pero si priorizar la vida sobre la economía ha sido lo correcto, se debe evitar caer en una peligrosa actitud antieconómica, en un sanitarismo extremo. La epidemiología no puede reemplazar a la política.
En la actualidad existen peligros serios, especialmente en el área económica. No se puede atribuir al coronavirus la crisis económica argentina. Tampoco al gobierno actual, y ni siquiera al anterior (aunque la desastrosa y calamitosa administración del presidente Mauricio Macri haya tenido responsabilidad importante de su agravamiento).
La crisis no es nueva, tiene larga data, pero la pandemia ha empeorado casi todos los indicadores: Se han reducido los ingresos en la mayoría de los hogares argentinos y han subido el desempleo, la pobreza y el precio de los alimentos de primera necesidad. También ha bajado la actividad industrial y se está desplomando el PBI. Ante esta realidad, la descomunal devaluación del peso argentino (que tanta repercusión ha tenido en Uruguay) ha pasado a ser una preocupación secundaria.
Como respuesta a este dramático escenario, el gobierno nacional tomó una batería de medidas para paliar la grave situación social. Han sido remedios necesarios pero que no pueden dejar de ser coyunturales por no ser sustentables en el tiempo.
“El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias”, expresa el Papa Francisco
Poco a poco se empieza a volver a la normalidad. El Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) inicial fue sufriendo modificaciones a través de las semanas. Al principio, sólo se permitieron actividades esenciales con un criterio muy restrictivo. Luego, se fueron otorgando nuevas autorizaciones.
Un horizonte esperanzador dejó el presidente Fernández en el anuncio formal (ocurrido en la noche del 25 de abril) de la cuarta etapa del ASPO (que empezó a correr el 27 de abril), donde se exceptuó del cumplimiento de las medidas restrictivas a todos los habitantes de las localidades de menos de 500.000 personas. Esto lleva la movilidad al 50 % de la población total de la Argentina (se había iniciado con un 10%, al inicio del aislamiento, el 20 de marzo pasado) y en varias provincias se han permitido nuevas excepciones en diferentes actividades productivas y comerciales.
Asimismo, Fernández colocó particular énfasis en lo que respecta a su preocupación por las cuestiones económicas, durante el anuncio.
Al presidente argentino le gusta citar mucho al Papa Francisco. El Peronismo y la Iglesia siempre han tenido una fuerte vinculación. El Gral. Perón basó su Doctrina en los principios emanados de las encíclicas papales y esta conjunción de Peronismo y Cristianismo ha seguido vigente a lo largo de la historia, a pesar de los hechos luctuosos de 1955. Así que no debe sorprender esta cercanía y mucho menos tratándose de personas nacidas en la misma ciudad (Buenos Aires) y que mantienen cierto vínculo desde hace muchos años.
El Papa Francisco es un enérgico defensor del trabajo humano y el Peronismo siempre ha tenido una vocación en el mismo sentido. Consideramos esencial que en la etapa que se avecina se debe poner en el centro de la escena a la producción y el trabajo. La CGT (Confederación General del Trabajo) ha pedido que se protejan las fuentes de trabajo y la producción, sin poner nunca en duda su contundente apoyo al Gobierno Nacional.
El asistencialismo está siendo necesario en esta urgencia, pero no es aconsejable prolongarlo. En ese sentido, es claro y contundente el magisterio del Papa Francisco, expresado en la encíclica Laudato Si’: “El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo.” Estos preceptos indicados por el Santo Padre marcan una huella que es aconsejable seguir.