¿Qué hay detrás de las polémicas declaraciones respecto a México, Canadá, Panamá o Groenlandia? En este informe repasamos los asuntos que en las últimas semanas ha priorizado Trump en materia de política internacional a pocos días de su asunción como presidente de Estados Unidos.
El próximo 20 de enero, Donald Trump asumirá nuevamente la presidencia de Estados Unidos. A los 78 años de edad, el empresario y líder republicano vuelve a la Casa Blanca tras afrontar una hostil campaña electoral en la que sobrevivió nada menos que a dos intentos de asesinato y cargó con varios procesos legales de diversa índole en su contra. “Regreso histórico” lo consideró la revista Time al otorgarle el reconocimiento como “persona del año” –por segunda vez–.
Apenas cuatro años atrás, en medio de la crisis desatada por la pandemia del Covid-19, por estas fechas de enero se dieron los insólitos episodios en los que una turba asaltó el Capitolio en Washington, dejando en evidencia severas fallas de seguridad, en protesta por un supuesto fraude electoral de los demócratas que se impusieron a las aspiraciones reeleccionistas de Trump. Esto motivó que la red social Twitter, su preferida, le suspendiera la cuenta por el “riesgo de mayor incitación a la violencia”. Recién en agosto en 2024 se volvió a activar la cuenta de Trump en esa red, que ahora se llamaba X y cuyo nuevo dueño era el empresario tecnológico Elon Musk, que la adquirió por 44 mil millones de dólares, y quien se convertiría en uno de los principales activistas de la campaña MAGA (Make America Great Again).
Si bien esta semana el Congreso norteamericano certificó sin problemas la victoria de Trump, el año comenzó con dos atentados suicidas que enrarecieron el clima social y político al ser perpetrados ambos por militares que sirvieron al Ejército de Estados Unidos, identificados como Shamsud Din-Jabbar y Matthew Livelsberger. El primero atropelló a decenas de personas en Nueva Orleans con su camioneta portando la bandera del Estado Islámico, mientras que el segundo hizo estallar un vehículo Tesla (compañía de Elon Musk) en la entrada de una Torre Trump en Las Vegas. Por si fuera poco, la tensión política puede ir en aumento en tanto el próximo 10 de enero está previsto que se dicte sentencia en un juicio contra Trump en Nueva York por presuntos pagos irregulares a una ex actriz porno conocida como Stormy Daniels.
Para esta nueva administración, Trump ha elegido como su compañero de fórmula, quien asumirá como vicepresidente, a un joven senador católico de Ohio, JD Vance, que por su perfil podría ser considerado un proyecto de sucesión del liderazgo de MAGA. Ya en 2020 se había estrenado en Netflix la película Hillbily, una elegía rural, del famoso director Ron Howard, que relata precisamente las peripecias de la vida de Vance durante su infancia y temprana vida adulta en una ciudad que sufre el declive económico y la epidemia de drogas, es decir, en el Estados Unidos profundo que ha respaldado mayoritariamente a Trump.
En esta versión 2.0 de la presidencia de Donald Trump ya el mundo está advertido de algunas de sus características personales y políticas, por ejemplo, que sus expresiones no deben ser interpretadas literalmente. Como hábil negociador suele preparar el terreno de sus acciones a través de una dialéctica agresiva, de manifestaciones provocativas, que luego pueden dar paso a nuevos puntos de partida, más amigables para los intereses que defiende. En las últimas semanas concretamente ha incursionado en algunos asuntos que ya se vislumbran como prioritarios en su agenda: los aranceles, la seguridad fronteriza, los enclaves geopolíticos y la guerra en Ucrania.
Señales económicas
“Los aranceles y solo los aranceles crearon esta enorme riqueza para nuestro país. Luego pasamos al impuesto sobre la renta. Nunca fuimos tan ricos como durante este período. ¡Los aranceles pagarán nuestra deuda y harán que Estados Unidos sea rico otra vez!”, escribió Trump recientemente. Fue a raíz de un comentario a una publicación que hizo un importante empresario del software llamado Marc Andreessen, en la que mostraba un gráfico realizado por el Council of Economics Advisers (organismo asesor de la presidencia de EE. UU.) mostrando el enorme impacto de los aranceles en los ingresos federales totales hasta después de 1910 y luego una enorme caída hasta nuestros días. Fue en 1913, durante la presidencia de Woodrow Wilson, que se aprobaron la ley Underwood de reducción de aranceles aduaneros y también la ley de creación del impuesto federal sobre la renta que implicó la modificación de la enmienda 16.
En un artículo para el diario británico The Telegraph, el economista Julian Jessop comentó que para Trump “la principal preocupación son los aranceles” y aunque “algunos han desestimado esta amenaza como una simple herramienta de negociación (…); su declarado ‘amor’ por los aranceles significa que debemos tomárnoslo en serio”. Jessop analizó las diferentes implicancias que esto podría tener para la economía norteamericana.
“Hay varias formas en que esto podría salir mal. Una es que la transferencia del costo de los aranceles y el aumento de la demanda de productos nacionales se combinarán para aumentar los precios. Es probable que la Reserva Federal de EE. UU. (Fed) mantenga las tasas de interés más altas durante más tiempo, fortaleciendo el dólar. Cualquier beneficio para la balanza comercial de EE. UU. también es probable que se vea socavado por la retaliación de la Unión Europea y China”, indicó Jessop.
“Sin embargo, esta política no está necesariamente condenada a fracasar. La Fed podría estar dispuesta a pasar por alto un aumento temporal en el nivel de precios a medida que la economía se ajuste al mayor costo de las importaciones, siempre que la tasa de inflación no sea permanentemente más alta. Los aranceles adicionales al menos constituirán una nueva fuente de ingresos para el gobierno, aunque cuanto más efectivos sean en reducir las importaciones, menos ingresos generarán”, agregó.
Lo cierto es que Trump anuncia la herramienta de los aranceles como un mecanismo de presión, por ejemplo, contra el foro de los Brics (que amplió sus miembros en 2024). Escribió Trump: “La idea de que los países Brics están tratando de alejarse del dólar mientras nosotros permanecemos de brazos cruzados se ha acabado. Requerimos un compromiso de estos países de que no crearán una nueva moneda Brics ni respaldarán ninguna otra moneda para reemplazar al poderoso dólar estadounidense o enfrentarán aranceles del 100% y deben esperar despedirse de la oportunidad de vender en la maravillosa economía estadounidense. Pueden buscar otro ‘tonto’. No hay ninguna posibilidad de que los Brics reemplacen al dólar estadounidense en el comercio internacional, y cualquier país que lo intente debe decir adiós a Estados Unidos”.
Vale recordar que durante la última cumbre de los Brics celebrada en la ciudad rusa de Kazán, el grupo presentó una plataforma de pagos llamada Brics Pay, un sistema de pago en blockchain, que podría llegar a desafiar al Swift, fundado en 1973 por un grupo de bancos en Bruselas supervisados por un consejo integrado por los bancos centrales de Alemania, Bélgica, Canadá, EE. UU., Francia, Italia, Japón, Países Bajos, Reino Unido, Suecia, Suiza y el Banco Central Europeo.
En las últimas horas Trump difundió que están trabajando “en un poderoso proyecto de ley”. “Debemos asegurar nuestra frontera, liberar la energía estadounidense y renovar los recortes de impuestos”. “Todo se compensará con aranceles y mucho más a países que han sacado ventaja de los EE. UU. durante años”, añadió.
Polvareda en el vecindario
Durante la campaña de su primera presidencia, Trump prometió construir un muro en la frontera sur para frenar la inmigración ilegal e insistió en que México iba a pagar por la construcción. Esto generó una crisis diplomática entre ambos gobiernos en el año 2017 y llevó a una renegociación del Tlcan (Nafta) hacia un nuevo tratado denominado T-MEC. Pero durante la última campaña electoral Trump hizo hincapié en su interés por librar una guerra contra los cárteles, en especial por el tráfico de cocaína y heroína, pero también de fentanilo y no descartó la posibilidad de una operación militar. Entre las principales acciones promete designar a los principales cárteles de la droga como organizaciones terroristas extranjeras y bloquearles el acceso al sistema financiero global.
Al revés de lo que muchos podían vaticinar, el voto latino crece en favor de Trump. Si bien en números absolutos Kamala Harris tuvo más adhesión de esta comunidad, los números del republicano mejoraron significativamente, logrando el 45% de ese apoyo (10 puntos más que en 2020). Además, logró imponerse en bastiones demócratas como el condado de Miami-Dade.
En otra de sus polémicas declaraciones, Trump dijo que su país estaba “subsidiando a Canadá con más de 100 mil millones de dólares al año y subvencionando a México con casi 300 mil millones. Si vamos a subsidiarlos que se conviertan en un estado de EE. UU.”. En las últimas horas, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, anunció su dimisión presionado por problemas domésticos, pero seguramente también influido por las diferencias conocidas con el próximo mandatario norteamericano. Al respecto, Trump comento: “Muchas personas en Canadá amarían ser el 51º estado. EE. UU. ya no puede soportar los enormes déficits comerciales y subsidios que Canadá necesita para mantenerse a flote. Justin Trudeau lo sabía y renunció. Si Canadá se fusionara con EE. UU., no habría aranceles, los impuestos bajarían significativamente y estarían totalmente seguros de la amenaza de los barcos rusos y chinos que los rodean constantemente. Juntos, ¡qué gran nación sería!”. No hay que olvidar que Canadá pertenece al Commonwealth, la mancomunidad británica de naciones, que tiene como jefe al rey Carlos III del Reino Unido.
Asegurar posiciones estratégicas
No hay dudas de la capacidad de Trump para poner en agenda los temas que le interesan, aunque su propósito muchas veces no sea tan lineal como sus dichos. Antes de asumir la presidencia, ya se encargó de abrir otros dos frentes de discusión: el canal de Panamá y Groenlandia.
Nuevamente utilizó sus redes sociales para afirmar que “el canal de Panamá es considerado un activo nacional vital para los E.E. U.U., debido a su papel crítico para la economía y la seguridad nacional de los EE. UU.”. Luego subrayó que su país es el principal usuario del canal con más del 70% de todos los tránsitos que se dirigen o provienen de puertos estadounidenses. Además, apuntó que “el presidente Jimmy Carter tontamente lo regaló, por un dólar, durante su mandato”, haciendo referencia al acuerdo Torrijos-Carter de 1977 que fue refrendado por el Congreso norteamericano y por un referéndum en Panamá. Casualmente, al cabo de pocos días de este comentario de Trump se dio el fallecimiento del expresidente Carter a los 100 años de edad.
Pero fue más lejos todavía con su mensaje, denunciando la supuesta presencia de militares chinos en el Canal, manifestando que las tarifas que cobra Panamá son “ridículas” y “una estafa”. “¡Jamás permitiremos que caiga en manos equivocadas! No fue otorgado para beneficio de otros, sino simplemente como muestra de cooperación con nosotros y Panamá. Si no se respetan los principios, tanto morales como legales, de este magnánimo gesto de donación, exigiremos que se nos devuelva el Canal de Panamá, en su totalidad y sin cuestionamientos”. Estas declaraciones coinciden, como explica el periodista Ignacio Montes de Oca, luego de que Nicaragua y China mostraran intenciones de reactivar el proyecto para construir un segundo canal bioceánico, dándole el manejo al país asiático por 50 años y otorgándole una ventaja significativa frente a Estados Unidos.
A todo esto, el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, respondió enfáticamente en un discurso a la ciudadanía que “cada metro cuadrado del Canal de Panamá y su zona adyacente es de Panamá y lo seguirá siendo. La soberanía e independencia de nuestro país no son negociables”. Además, Mulino concretó un importante movimiento hace algunas semanas al incorporarse como estado asociado del Mercosur, ocasión en la que aseguró que su país a partir de ahora miraría más hacia el sur.
Por otro lado, Trump volvió a poner la mira en el vasto territorio de Groenlandia, una isla de más de 2 millones de km2 que se ubica entre el Océano Atlántico y el Océano Ártico, y que pertenece al Reino de Dinamarca. “Por motivos de seguridad nacional y libertad en todo el mundo, Estados Unidos considera que la propiedad y el control de Groenlandia es una necesidad absoluta”, escribió Trump. “Groenlandia es un lugar increíble y su gente se beneficiará enormemente si se convierte en parte de nuestra nación. La protegeremos y la cuidaremos de un mundo exterior muy cruel”, agregó. En las últimas horas, su hijo mayor, Donald Trump Jr., llegó a la isla como “turista”, aunque las respuestas no se hicieron esperar. Dinamarca reforzó la defensa en Groenlandia y hasta modificó su escudo de armas para resaltar las figuras del oso polar y el carnero que simbolizan a Groenlandia e Islas Feroe, respectivamente.
No es la primera vez que EE. UU. manifiesta su interés por dominar Groenlandia. La primera vez fue en 1860 y luego en 1946 los norteamericanos ofrecieron 100 millones de dólares, pero Dinamarca rechazó la oferta. El propio Trump ya lo había sugerido en su primera administración. Estados Unidos tiene actualmente una base militar en Groenlandia, la base aérea de Thule, que forma parte de la red de la OTAN. En declaraciones a la BBC, Steen Kjaergaard, de la Academia de Defensa danesa, señaló que la intención de Trump podría deberse a la “necesidad de control aéreo y marítimo alrededor de Groenlandia y a los acontecimientos internos en Groenlandia, donde algunos están expresando su voluntad de mirar hacia Estados Unidos”. “Creo que Trump es inteligente: consigue que Dinamarca priorice sus capacidades militares en el Ártico alzando su voz, sin tener que costear un sistema de bienestar muy poco estadounidense”, agregó.
El dilema ucraniano
El año comenzó con la noticia de que Ucrania bloqueó el paso del gas natural ruso por su territorio hacia Europa, situación que ni siquiera durante estos casi tres años de guerra se había consumado. Esto significa una pérdida importante de recursos para Rusia y sobre todo el alejamiento del mercado europeo, que mira hacia Estados Unidos y hacia Turquía como alternativas, aunque significa pagar un precio mucho más alto que afecta a la industria europea.
Trump ha sido particularmente crítico de los miles de millones de dólares que el gobierno de EE. UU. ha destinado a sostener a Ucrania, que ha perdido el control de grandes partes del territorio y está en una posición desventajosa si quiere negociar la paz con Moscú. Trump prometió que era capaz de terminar con la guerra “en 24 horas”. Cuando el presidente ucraniano Zelensky dijo que su país era “independiente” y que EE. UU. no podía forzarles a “sentarse y escuchar” en una mesa de negociaciones, Elon Musk comentó con sarcasmo “su sentido del humor es asombroso”. Esta semana Zelenski indicó que el primer paso hacia la paz sería para él un encuentro con Trump después de que haya sido investido presidente de EE. UU., asegurando que Europa apoyará la posición que se tome y luego discutir con el gobierno ruso.
No es novedad que Trump no cuenta con ninguna simpatía de parte de un sector del establishment norteamericano que interviene en Ucrania. Hace menos de un año que renunció la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de EE. UU., Victoria Nuland, una de las funcionarias que alentó la revuelta de Maidán en 2013 en Ucrania, que había dejado el Departamento de Estado durante la primera administración de Trump y regresó en 2021 con Joe Biden. Nuland está casada con el académico Robert Kagan, quien a fines de 2023 escribió un duro artículo en el Washington Post llamando a hacer todo lo posible para evitar el regreso de Trump, a quien consideró un “dictador”.
La postura de Trump respecto a Ucrania seguramente contemplará cuál es su plan para la OTAN, a cuyos miembros les exige un esfuerzo presupuestal mucho mayor, así como de otras variables económicas como los intereses del sector energético en suministrar el gas a Europa. También de las expectativas que tenga en restablecer un mayor diálogo con Vladimir Putin, quien producto de las sanciones y la postura de los países occidentales se ha volcado hacia China. Pero también aparece el escenario de Siria, donde recientemente fue derrocado Al Assad y se discute cuál será la nueva organización, ante el inminente ascenso de grupos islámicos que formaron parte de Al Qaeda y el Estado Islámico.
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