Hagamos un poco de historia sobre el instituto que dirige. ¿Cuándo y cómo surgió?
El instituto en sí existe desde la década de 1950 y fue una iniciativa del sector privado, de grandes empresas multinacionales suecas que invertían en América Latina, sobre todo en Brasil como Scania y Volvo. Después el instituto se ha ido academizando, entre otras cosas con una biblioteca que comenzó con una donación de la Biblioteca Nacional de Uruguay de 1200 ejemplares y luego se ha ido enriqueciendo con distintos aportes. Ahora se llama Instituto Nórdico de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo (Suecia) y en la directiva agrupamos a destacados colegas latinoamericanistas de la Universidad de Oslo (Noruega), de Helsinki (Finlandia), de Copenhaguen (Dinamarca) y de Gotemburgo (Suecia).
Buscamos fortalecer el tema de América Latina en los países nórdicos con esta sinergia. La verdad es que se ha debilitado mucho este tema en los últimos 15 años. La prioridad de los países nórdicos ha estado dentro de la dimensión europea, con respecto a EEUU y Asia. América Latina ha quedado bastante relegada, porque antes había un fuerte impulso por el tema de la cooperación y eso casi se terminó.
América Latina es muy amplia, ¿hay interés especial en algunos países?
Eso varía en los países nórdicos. Por ejemplo, Finlandia tiene una enorme apuesta en Uruguay y eso se ve también en la academia con varios proyectos del tema de la celulosa y su impacto en la sociedad civil uruguaya, en el empresariado, en el comercio finlandés y cómo se maneja Finlandia con grandes multinacionales de este tipo. En el caso de Noruega es una potencia mediadora y trabaja mucho el tema Venezuela. Hay un gran interés en temas de medio ambiente y comercialmente, por el tema del petróleo con Brasil. En Suecia han predominado los temas de género en los últimos diez años, los movimientos sociales, perspectivas postcoloniales y el ambientalismo. También el tema de las comunidades indígenas y el impacto del extractivismo. Por ahí ha venido el impulso de investigación.
En su caso se ha volcado a la geopolítica y el desarrollo, procurando hacer dialogar estos campos y disciplinas.
Yo soy medio “raro” (risas) porque realmente somos muy pocos los que hacemos esto. Adentrándome en el pensamiento geopolítico latinoamericano y a partir de los temas de integración regional lo que he hecho en los últimos años es tratar de conectar una parte con la otra. Creo que de aquí puede salir temas muy interesantes para la agenda de investigación y también para el quehacer político.
Prebisch era un economista avanzado que hizo un gigantesco aporte pero no veía los elementos nacionales
Al tener la biblioteca y los cursos tenemos un contacto cercano desde hace décadas con distintos representantes de la vida intelectual latinoamericana, un contacto muy intenso. Por nuestras salas han pasado políticos, pensadores, filósofos, académicos, dirigentes sociales, realmente es muchísimo lo que va por allá. Entonces tenemos una suerte de preservación de un acervo de pensamiento latinoamericano.
Nuestros cursos incluyen siempre historia e historia de las ideas latinoamericanas y tratamos realmente de preservar eso en las distintas vertientes que tiene o ha tenido. En mi caso me he nutrido en el tema geopolítico del uruguayo Methol Ferré y del brasileño Moniz Bandeira, con redes de pensamiento que no son las que salen en las revistas internacionales.
Pero por el lado del desarrollo sí…
Diría que más o menos, porque cuando empecé a tomar el desarrollismo y el estructuralismo con el pensamiento de Prebisch y la CEPAL no era, y ahora mismo tampoco es, un tema muy de moda. En aquel momento era muy fuerte el impacto de la onda neoliberal, había un anti estructuralismo muy marcado. Buena parte del material no estaba en inglés sino solo en español, con autores que se conocían, pero no se citaban. Eran como reliquias de museo.
Yo me inspiré mucho en esos pensamientos porque hay ideas que se pueden usar y de hecho se están usando en otras partes del mundo, como en Asia. Varios de estos planteos, que no son patrimonio latinoamericano por cierto, contienen algunas de las llaves del éxito económico que hemos estado viendo en países asiáticos de la década del ‘90 en adelante. Mientras en América Latina mucho de esto se considera anticuado y estatista, en otros lugares, si se entra a ver cómo se desarrollan las estrategias, se notan claramente muchos de estos pensamientos.
La constelación de fuerzas que se estructura en el nuevo orden multipolar parece ser un rival más poderoso para EEUU de lo que fuera la URSS
¿Al estructuralismo la faltaba incorporar la parte geopolítica?
Creo que sí. Hay una diferencia entre el estructuralismo y el desarrollismo. El primero se denominaba al que venía de la CEPAL, en gran medida un pensamiento técnico en lo económico. Prebisch era un economista avanzado que hizo un gigantesco aporte pero no veía los elementos nacionales. Mientras que la teoría de la dependencia sale como una crítica al estructuralismo cepalino pero no contenía un elemento integracionista sino que más bien eran contrarios a la integración regional.
El desarrollismo es un concepto que proviene desde el espacio político, en Argentina durante la presidencia de Arturo Frondizi y en Brasil es característico de los gobiernos de Juscelino Kubitschek y Joao Goulart. Desde aquí toma un carácter de ideología nacional, desde la cual se estructuraban distintos sectores sociales en torno a propuestas de industrialización e integración regional.
Hay quienes todavía ven al nacionalismo latinoamericano o al desarrollismo como algo cercano al fascismo o a tendencias conservadoras, hay muchas vertientes en esas líneas de pensamiento. Profundizar sobre estas cosas es algo que no hay tanta gente que lo haga, lamentablemente. Sin embargo, estamos viendo como muchas fuerzas políticas están retomando todo esto.
¿En Europa la discusión está abierta en un sentido similar?
Hay una suerte de crisis de pensamiento, sobre cómo manejarse ante este nuevo mundo multipolar y mucha gente ha quedado desnorteada. El nacionalismo sigue siendo una mala palabra en sectores importantes del pensamiento europeo, pero al mismo tiempo la Comisión Europea impulsa la creación de una cohesión nacional europea. Se busca una nueva dimensión nacional con una suerte de valores europeos, la Europa humanitaria, la proyección global europea en términos de democracia y derechos humanos. Ahí hay una construcción de una idea nacional de Europa y de un papel de Europa en el mundo. Pero al mismo tiempo no se quiere hablar de nacionalismo, se da entonces una situación un poco ambigua.
Es un debate que no está zanjado. Hay muy poco escrito sobre la propia idea de Europa desde lo histórico y de las raíces del pensamiento europeo, que lo hay, remontándose hasta Roma o Carlomagno. No es un tema que se profundice mucho en universidades ni siquiera en circuitos de integración europea.
No hay ningún estado que haya sido exitoso en la historia de este planeta que no haya proyectado también una idea potente hacia sus poblaciones. La población tiene que creer en esto, si no se va a desfragmentar, que es lo que pasó en la unidad europea con el Brexit. Estamos ante la estructuración de nuevos tipos de nacionalismos o pan nacionalismos, incluso con proyecciones más allá de los límites de los estados actuales. Un ejemplo es la Unión Euroasiática que se ha proyectado mucho más allá de las fronteras de Rusia y se ha canalizado en un elemento económico concreto como es la unión aduanera euroasiática.
¿Europa puede ir hacia un estado federal?
La unidad europea como entidad política y geopolítica está quedando cada vez más marginada en el concierto mundial. Es la entidad comercial más grande del mundo y sin embargo juega un papel secundario o no juega ningún papel central en los conflictos incluso en su terreno más cercano como en Medio Oriente. Esta incoherencia entre ser una plataforma comercial de enorme tamaño y no tener presencia y autoridad geopolítica en el mundo es algo que los está afectando muchísimo. Y que además les quita poder de influenciar agendas del formato que se está creando del nuevo orden global. No obstante, de alguna forma vamos a ir a un grado mayor de cohesión en Europa. Los nuevos partidos de derecha conservadores que antes eran anti-Unión Europea ahora han creado una agenda claramente más proactiva con el tema europeo.
¿La bipolaridad EEUU y China pasó a ser un elemento de análisis indispensable en las relaciones internacionales?
Creo que el predominio de uno y otro se está haciendo enormemente fuerte. No tan fuerte como con el orden bipolar de la URSS y EEUU. Sin embargo, la constelación de fuerzas que se estructura en el nuevo orden multipolar parece ser un rival más poderoso para EEUU de lo que fuera la URSS. Hay actores como ser el caso de la India cuyo crecimiento no debe ser subestimado. Por otro lado está el retorno de Rusia en la agenda política global, que en un nuevo formato de coordinación con China, está teniendo un enorme impacto en las relaciones económicas y políticas globales. No hay duda que estamos yendo hacia un mundo multipolar donde el marco se da entre las relaciones de EEUU y China, cuyo poderío económico y demográfico se complementa con el potencial militar y de recursos naturales que tiene Rusia.