A pocos días de las PASO, o sea, de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (sistema lanzado por la expresidenta Cristina Fernández en 2011) que se llevarán a cabo el domingo 11 de agosto, los hechos y aristas más destacados son los siguientes.
1) Dada la reiterada ausencia de la vida interna de los partidos políticos (salvo muy acotadas excepciones), y suplantada hace tiempo por la dedocracia del “Jefe” o de la “Jefa”, las PASO servirán únicamente como una gran encuesta nacional.
2) Esta compulsa le costará a la Argentina, atravesada por largos años de crisis económicas y sociales, alrededor de 3.000 millones de pesos. Digamos que, según el Presupuesto Nacional para el 2019, el gasto total para estas elecciones alcanza los 7.821 millones de pesos.
3) La mayoría de las encuestas dan una ventaja en las PASO a la fórmula presidencial de Alberto Fernández-Cristina Fernández sobre la de Macri-Pichetto de entre cuatro y siete puntos, en un universo que suma aproximadamente el 75% de los votos, aunque los encuestadores advierten que el margen de error puede elevar o disminuir dichos sondeos.
4) También nos encontramos con sectores que representan el otro 25% y que incidirán, de una u otra forma, en los resultados del acto eleccionario. Ellos, someramente descriptos, son:
a) los votos de la fórmula Lavagna-Urtubey;
b) los indecisos y los que evitan decir su voto;
c) los jóvenes electores de entre 16 y 18 años;
d) la incógnita de la puja entablada entre el voto abortista y antiabortista;
e) el entrecruzamiento de boletas de una fórmula presidencial de un partido y la fórmula a la gobernación de otro, con eje casi excluyente en la provincia de Buenos Aires (María Eugenia Vidal o Axel Kicillof);
f) los que no van a sufragar por encontrarse exentos de hacerlo y, por último, un sector de la ciudadanía proclive al rechazo de la “clase política” -enquistada en las organizaciones de las dos fórmulas contendientes- por considerarla inoperante, carente de valores, transformista y sin proyecto de país. Si bien estas actitudes electorales son un fenómeno que se repite en todos los comicios (habiendo alcanzado su mayor intensidad en la crisis del 2001), ese grado de volatilidad es de difícil percepción para los encuestadores y analistas.
Todos los factores mencionados, a no dudarlo, incidirán de lleno en estas elecciones.
Pero lo fundamental, a nuestro juicio, sigue siendo el hecho de un país encerrado en su laberinto que, salvo escasos períodos de nuestra historia, ha respondido a un ADN Social que ha impulsado -y continúa haciéndolo- un eterno corsi e recorsi, en donde la constante división de nuestra sociedad fue modelando un país imprevisible, lo que ha ido frustrando las ansias de progreso y postergando los sueños e ilusiones de las sucesivas generaciones de argentinos. Tal situación nos tiene prisioneros -como dijese Raúl Scalabrini Ortiz- de “un mañana que no termina de ser hoy”.
Dichos problemas se han extendido en un tiempo circular, subvirtiendo valores y principios republicanos, lo que ha posibilitado que los gobiernos de turno fuesen remisos a aplicar las leyes, los ciudadanos en general a no cumplirlas y la Justicia oblicua a atrasar el reloj con el fin de establecer plazos procesales que han dejado de ser tales, situación que ha convalidado el statu quo en el que continuamos debatiéndonos.
Pero también es cierto que nuestra resiliencia, esto es, la capacidad para adaptarnos positivamente a situaciones adversas sigue en pie, hecho que ha provocado insistentemente a nuestra inteligencia para que piense y actúe con el objetivo de solucionar, ¡de una vez por todas!, los viejos y graves problemas que nuestra sociedad ha ido creando, casi desde siempre.