Celebrada en Glasgow, Escocia, el 26º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (COP26) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ha reunido a representantes de más de 200 países.
La meta de esta cumbre es lograr nuevos acuerdos y compromisos de los países y las industrias para reducir las emisiones de distintos gases contaminantes para el planeta. Desde el 31 de octubre hasta el viernes 5 de noviembre, se realizaron distintas declaraciones en temas sobre agricultura, transición a energías limpias, además de conservación de bosques y uso de tierras.
Además, se presentaron iniciativas de financiación destinadas a países subdesarrollados para que sigan una transición energética hacia fuentes menos contaminantes. Tal es el caso de Sudáfrica, que será parte de un programa de la Unión Europea, Estados Unidos y Reino Unido destinado a acelerar el abandono de carbón como fuente de energía y pasar a otras fuentes más verdes, según indica la agencia de noticias Reuters. El 80% de la energía de ese país se genera con carbón, según el Ministerio de Energía y Recursos Minerales sudafricano.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, llamó a los países desarrollados a que abandonen el carbón para el año 2030 mientras que pidió a los países subdesarrollados que cumplan la misma meta para el año 2040.
Varios jefes de Estado hablaron pidiendo mayores esfuerzos en la lucha contra el cambio climático. Este fue el caso de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, quien dijo: “Esta es una década decisiva en la que tenemos la oportunidad de demostrar nuestra valía”.
“Aquellos de nosotros que somos responsables de gran parte de la deforestación y de todos los problemas que tenemos hasta ahora tenemos una obligación abrumadora para con las naciones que, de hecho, no estuvieron allí, no lo han hecho. Y tenemos que ayudar mucho más de lo que hemos hecho hasta ahora”, expresó Biden.
Por su parte, el primer ministro de Noruega, Jonas Gahr Støre, afirmó que su país “está listo para duplicar su financiación climática a más de US$ 1600 millones para 2026, contribuyendo así a alcanzar de manera significativa el objetivo de US$ 100 mil millones establecido en París”. Además, agregó que su país apoyará “inversiones que pueden ayudar a eliminar el carbón y otras fuentes fósiles”, mientras que continuarán sus “esfuerzos para preservar los bosques tropicales”.
No obstante, a mediados de este año el país nórdico abrió una licitación que abarca distintos lugares del Mar del Norte, Mar de Noruega y Mar de Barents para prospección y extracción de petróleo y gas acorde al Directorio Noruego del Petróleo. Además, en una entrevista con el Financial Times a fines del mes de octubre, Gahr defendió el sector del petróleo y gas nacional y criticó la sugerencia de la Comisión Europea de prohibir toda la actividad de petróleo y gas en el Ártico. “Noruega es un Estado costero de norte a sur, tenemos nuestros derechos y obligaciones de cuidar nuestra zona económica y las actividades en esa zona”, afirmó. Mientras tanto, el país aumentó su exportación de gas a Europa hasta fines de 2022 debido a la escasez que están padeciendo.
¿Colonialismo verde?
La cuestión ambiental puede llegar a ser un factor de tensiones entre Estados. Se puede citar como ejemplo lo ocurrido en 2019 entre Francia y Brasil por los incendios en la Amazonia, que llevó a reuniones entre los miembros del G7 e incluso a intercambios verbales entre el presidente francés, Emmanuel Macron, quien afirmó que lo de Brasil era un “ecocidio” y su par brasilero, Jair Bolsonaro, quien acusó al francés de tener “mentalidad colonial”.
La revista de relaciones internacionales y de política exterior estadounidense Foreign Affairs publicó a principios de este mes un artículo titulado: “El orden internacional no está preparado para la crisis climática: El caso de una nueva política planetaria”, cuyo autor es Stewart Patrick, director del Programa de Instituciones Internacionales y Gobernanza Global en el Council of Foreign Relations. Este think thank está compuesto por académicos, exdiplomáticos, exjefes de distintos servicios de seguridad e inteligencia estadounidenses, además de representantes de entidades como Carlyle Group, BlackRock, Morgan Stanley, medios de comunicación y otras empresas.
En el artículo, Patrick afirma que “el planeta está en emergencia ambiental” y para solucionarlo es necesario tomar medidas para superar el actual sistema internacional multipolar compuesto por Estados y la solución para combatir la “emergencia climática” está en un cambio de enfoque en las relaciones internacionales que vaya hacia un “realismo ecológico” ya que “el mundo natural no obedece fronteras soberanas”, negando así las fronteras de los Estados.
El autor pone como prioridad la mejora del planeta mediante la cooperación mundial, bajo el nombre de “Política Planetaria”, teoría que incluye la noción de “bienes comunes globales”, categoría que aplica a los recursos naturales de cada país, pero los lleva a un nivel internacional de protección.
A su vez propone que este sistema de protección ambiental global esté liderado por Estados Unidos, país que “debería comenzar a trabajar con los demás países para remodelar los conceptos tradicionales de soberanía” al respaldar y difundir la idea de que los países tienen la responsabilidad de proteger la tierra, “obligándolos a abstenerse de cualquier actividad que pueda alterar o dañar fundamentalmente los sistemas ambientales”. Sobre este tema Patrick no profundiza si se refiere a actividades económicas y qué diferencias tendría respecto a países desarrollados o subdesarrollados, o qué organismos internacionales serán los posibles jueces a la hora de dirimir conflictos entre Estados, algo más factible en un sistema multipolar.
Para ejemplificar esta idea de “Política Planetaria” menciona precisamente el choque entre Macron y Bolsonaro por la Amazonia y afirma que ahí aparecen dos concepciones distintas de soberanía: una nacional (Brasil) y una internacional (Francia). El autor respalda la posición de Macron, quien se basa en que “toda la humanidad tiene un interés en la supervivencia de la selva tropical”.
Patrick respalda la pregunta de Richard Haass, diplomático estadounidense, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores y exasesor de Colin Powell, respecto a si “Brasil debe ser considerado el ‘dueño’ de la selva tropical o simplemente su custodio”. A la cual responde afirmando: “Más líderes y sociedades deben aceptar el punto de vista de Macron y rechazar el de Bolsonaro. La soberanía territorial no debe constituir un cheque en blanco para saquear los recursos colectivos”.
Patrick parece sugerir así el viejo sistema de tutela de los centros de poder con la periferia bajo el nuevo ideal de protección al medio ambiente, una especie de colonialismo verde al solo proponer transferencias económicas para que los países puedan cuidar recursos naturales o en el caso de fallar dicha tarea poder ser sujeto de sanciones, pero jamás detalla una cooperación que implique una transferencia de tecnología desde los países desarrollados hacia los subdesarrollados para que estos mejoren sus métodos de producción y sus industrias, evitando así mayor contaminación del medio ambiente.
También cuando habla de “recursos naturales” y la guía de Biden con Estados Unidos a la cabeza en este sistema de “Política Planetaria”, no menciona las declaraciones de abril de este año de la vicepresidente estadounidense, Kemala Harris, quien según el diario norteamericano The Hill, afirmó que “por años y generaciones, las guerras se han peleado por petróleo. En poco tiempo, se pelearán por agua”.
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