El pasado 8 de diciembre, el gobierno sirio colapsó tras una rápida ofensiva rebelde que en solo 10 días alcanzó la capital y puso fin a más de cinco décadas de dominio de la dinastía Assad. En entrevista con La Mañana, el especialista en estrategia militar Gustavo Vila analizó este complejo escenario, aportando elementos para comprender el impacto geopolítico de los acontecimientos recientes y los desafíos que enfrenta Siria en esta nueva etapa.
¿En qué contexto histórico se enmarca el derrocamiento del régimen sirio, perpetuado por más de 50 años en el poder?
Siria es un país multiétnico y multiconfesional, con una mayoría de árabes sunitas, minorías chiíes (incluyendo los alauitas, grupo del que provienen los Assad), drusos, kurdos, cristianos ortodoxos, cristianos asirios, romanos y turcomanos. Desde que obtiene su independencia tras la Segunda Guerra Mundial, el país enfrenta inestabilidad política con golpes militares y gobiernos civiles hasta que, en 1963, se funda el Partido Baaz Árabe Socialista, de orientación nacionalista y laico. En 1970, un golpe interno en el partido lleva a Hafez al-Assad al poder, estableciendo una dinastía que continuó hasta el 8 de diciembre pasado, al mando de su hijo Bashar al-Assad, y caracterizada por elecciones poco transparentes, ausencia de libertades democráticas y represión de la oposición.
Tras la muerte del hijo mayor de Hafez, quien era el natural heredero para relevar el mando del gobierno, su otro hijo, Bashar al-Assad, oftalmólogo de profesión que residía en Londres, tuvo que volver a Siria en 1994 para hacerse cargo del régimen de su padre. Aunque inicialmente buscó apertura política, Bashar se vio condicionado por su partido y la minoría alauita, recurriendo progresivamente al uso de la fuerza para mantenerse en el poder.
En 2011, la Primavera Árabe, un movimiento que sacudió los cimientos de Oriente Medio, tuvo a Siria como uno de sus epicentros. Las protestas pacíficas, inicialmente enfocadas en reformas, se transformaron en masacres. A finales de 2011 y principios de 2012 surgieron los primeros grupos armados contra el gobierno de Bashar al-Assad. Mientras tanto, en Irak, aprovechando el caos, se formó el embrión del Estado Islámico, compuesto principalmente por sunitas. Estos grupos se expandieron hacia Siria, donde los sunitas, reprimidos por el régimen de Assad, comenzaron a construir el califato. Ante la pérdida de territorio, Siria se convirtió prácticamente en un Estado fallido, hasta que en 2015 Rusia intervino para salvar el régimen de Assad, combatiendo al Estado Islámico. Irán, debilitado, creó el Eje de la Resistencia, compuesto por Hamas, Hezbolá, las milicias chiíes proiraníes y los hutíes en Yemen, que apoyó al régimen, ayudando a que recuperara territorio y a neutralizar a la oposición. A partir de ese momento, el conflicto se estancó, aunque el califato nunca desapareció por completo. A pesar de su debilitamiento, un pequeño grupo del Estado Islámico sigue presente en el desierto, pero sin la capacidad de desestabilizar a Irán o a Siria.
¿Qué circunstancias influyeron para que finalmente las milicias rebeldes pudieran poner fin al régimen de Assad tan rápidamente luego de años de guerra civil?
Fue una conjunción de elementos que se dieron, uno de los eventos clave ocurrió el 7 de octubre de 2023, cuando Hamás atacó a Israel, lo que desencadenó una fuerte respuesta israelí contra Gaza. Este conflicto involucró a actores vinculados a la resistencia patrocinada por Irán, de la cual Siria forma parte. Al mismo tiempo, Hezbolá, un pilar clave del apoyo al régimen de Assad, lanzó ataques desde el sur del Líbano contra el norte de Israel, obligando a cerca de 70.000 israelíes a abandonar sus hogares y provocando represalias israelíes. Esto debilitó a Hezbolá, que tuvo que concentrarse en su propia supervivencia, reduciendo su capacidad de apoyo a Siria. Paralelamente, Irán también se debilitó luego de intercambios de ataques con Israel, limitando de igual forma su capacidad de apoyo.
Por su parte, en el norte, Turquía también desempeñó un papel crucial. Bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdogan y su enfoque neo-otomanista, buscó expandir su influencia especialmente entre las comunidades sunitas. La guerra civil siria ha llevado a unos tres millones de sirios sunitas, perseguidos por el régimen de Assad, a refugiarse en Turquía, generando tensiones. Además, Turquía considera a los kurdos sirios una amenaza a su seguridad nacional debido a su apoyo al PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), una organización que entiende peligrosa para su estabilidad. Para contrarrestar esto, Turquía armó y financió a grupos sunitas sirios anti-Assad cerca de la frontera, quienes no solo combatieron al régimen de Damasco, sino también a los kurdos, consolidando una barrera que bloqueaba la colaboración entre kurdos sirios y turcos.
Entre los grupos opositores al gobierno sirio, destaca Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que ganó relevancia en este contexto. Turquía los apoyó para garantizar un equilibrio geopolítico favorable, contribuyendo indirectamente a la debilitación del régimen de Assad, en medio de un entorno regional cada vez más fragmentado. En este contexto, el régimen de Assad perdió tanto su apoyo externo –con un Hezbolá debilitado, milicias iraníes mermadas y una Rusia menos comprometida– como interno, donde la burocracia y los funcionarios representan una minoría étnica. A esto se suma que las fuerzas rebeldes llevaban años preparándose con el apoyo de Turquía, Ucrania y posiblemente otros actores como Israel. Estos factores, combinados, hicieron posible el derrumbe del régimen sirio.
¿Cuál fue el impacto de la intervención de Estados Unidos y Rusia en el desarrollo y desenlace del conflicto en Siria?
La posición de Estados Unidos en el conflicto sirio ha sido pragmática y enfocada en intereses estratégicos. Aunque no confrontó directamente al régimen de Assad, ha armado, entrenado y establecido bases en el Kurdistán sirio. Apoya a la Fuerza Democrática Siria (FDS), integrada mayoritariamente por kurdos, pero también por árabes y turcomanos. Los kurdos sirios mantuvieron un modus vivendi con el régimen de Damasco debido a su enemigo común, el Estado Islámico, y a la relativa autonomía que el gobierno de Assad les permitió, incluyendo el uso de su idioma y prácticas culturales, algo que no ocurre en Turquía. Esta coexistencia, aunque tensa, evitó conflictos directos entre los kurdos y Damasco. El problema se torna aún más complejo al considerar que Estados Unidos y Turquía, siendo aliados en la OTAN, patrocinan facciones rebeldes distintas. Turquía apoya a grupos sunitas anti-Assad, como el HTS, para proteger sus intereses en la frontera, especialmente contra los kurdos. Estados Unidos apoya a los kurdos de la FDS.
Por otro lado, Rusia, principal respaldo del régimen sirio, se vio debilitada debido a la guerra en Ucrania, lo que la obligó a redirigir tropas y recursos desde Siria hacia Europa del Este. Ucrania, por su parte, parece haber contribuido indirectamente a la erosión del régimen sirio mediante el suministro de tecnología, como drones, a grupos rebeldes anti-Assad, con el objetivo de desgastar a Rusia en el frente sirio.
¿Quiénes son los grupos rebeldes que se unieron para avanzar hacia la capital y derrocar al gobierno sirio?
Las facciones que tomaron la delantera en la ofensiva contra el régimen de Assad fueron principalmente las del norte de Siria. Allí, los kurdos, apoyados y entrenados por Estados Unidos, controlaban el este del río Éufrates, un tercio del territorio sirio. Aunque mantenían una relación funcional con Assad, compartían el control del Estado Islámico y Al Qaeda. Al oeste, tres organizaciones sunitas, financiadas por Turquía, Emiratos Árabes y Arabia Saudí, formaban el Ejército Nacional Sirio, una extensión del ejército turco. El grupo más destacado fue el HTS, que contaba con una escuela militar, drones, fuerzas especiales y una estructura de inteligencia centralizada. Con el apoyo de Turquía, el HTS formó un gobierno en la provincia de Idlib, cuyo alcalde, Mohamad Al Bashir, se convirtió en el actual primer ministro del gobierno de transición en Damasco. A finales de noviembre, el HTS se unió al Frente Nacional de Liberación para atacar el sur, amenazando las bases rusas en Tartus y Latakia. Otros pequeños grupos del sur también se unieron, y en pocos días lograron derrocar al régimen de Assad.
¿Cómo es la situación actual? ¿Tiene el HTS la capacidad de legitimar su poder?
El nuevo gobierno ha manejado con eficacia las relaciones públicas, asegurando que no tomará represalias ni buscará un ajuste de cuentas. Se presenta como un régimen pragmático, distanciándose de grupos como Al Qaeda o el Estado Islámico, y ha expresado su compromiso de entablar negociaciones. A diferencia de lo que hizo en su momento Irak, Siria no expulsó a todos los funcionarios del gobierno. El nuevo primer ministro ha reemplazado al de Assad, y varios jefes militares entregaron sus unidades a los insurgentes pacíficamente. De todas formas, hasta ahora todos los miembros del gobierno de transición son sunitas del HTS, lo cual es problemático. Sería bueno que incluyeran a representantes de otras etnias y grupos, como drusos y kurdos, pero aún es incierto.
Asimismo, han establecido que su mandato de transición durará hasta el 1º de marzo de 2025, con la promesa de convocar elecciones, aunque no es claro si cumplirán. Un desafío adicional son los kurdos, que buscan crear un Estado propio a expensas de los territorios de Siria, Turquía e Irán y si Estados Unidos cumple con la promesa de retirada hecha por Trump, los kurdos perderán su apoyo, lo que plantea la pregunta de si el nuevo régimen de Damasco les otorgará autonomía, que no es lo mismo que independencia. Otra interrogante es si el nuevo régimen permitirá la participación de la oposición o instaurará un Estado teocrático similar al de los talibanes. Aunque Siria es un país laico, con mujeres libres de velo, con acceso a educación y trabajo, todo puede suceder, parece que serán moderados, pero aún no se sabe.
¿Se puede esperar que el Estado Islámico aproveche esta situación para atacar a los kurdos?
Sí, definitivamente existe la posibilidad. Los principales actores que combatían al Estado Islámico eran Rusia, Hezbolá, el régimen de Assad, los kurdos y Estados Unidos. Con la retirada de Estados Unidos, ¿serán los kurdos capaces de seguir luchando contra el Estado Islámico por sí solos? Además, si el gobierno de Damasco los ataca, la situación se complica aún más. En el Kurdistán sirio, hay enormes prisiones que albergan a las familias y combatientes del Estado Islámico. Muchos expertos temen que, sin el apoyo norteamericano, los kurdos no puedan defenderse adecuadamente ni mantener a los prisioneros bajo control. El remanente del Estado Islámico, aún no completamente erradicado, podría intentar liberar a estos detenidos, lo que agravaría la situación.
¿Es posible que Bashar al-Assad intente regresar a Siria tras su asilo en Rusia?
No, eso es impensable. Estoy convencido de que, en algún momento, será requerido por la Corte Internacional de Justicia. Sin embargo, Rusia no lo entregará, ya que hacerlo enviaría un mensaje negativo al mundo, mostrando una traición hacia un aliado estratégico.
¿Cuál es el rol de Israel en el conflicto sirio y cómo jugará sus cartas ahora?
Israel mantenía un modus vivendi con el régimen de Assad, interviniendo en todo el territorio sirio, pero enfocándose especialmente en atacar a Hezbolá, la Guardia Revolucionaria Iraní y las milicias iraníes, evitando en lo posible enfrentarse con los chiíes. Ahora, con el vacío de poder tras la caída de Assad, Israel ha destruido la marina siria, los aviones, los depósitos de armas y químicos, porque tiene temor de quién pueda hacerse con ese material y ha ocupado el Monte Hermón y la zona desmilitarizada de los Altos del Golán. Esto plantea las siguientes preguntas: ¿Israel se retirará luego del Monte Hermón y los Altos del Golán?, ¿aceptará el gobierno sirio la ocupación israelí?
¿Quiénes son los ganadores y perdedores de este cambio de gobierno en Siria?
En cuanto a los perdedores, Rusia ha sufrido un importante golpe en términos de prestigio, ya que la caída de Siria pone en riesgo el control de sus bases estratégicas en Tartus y Latakia, lo que podría alterar su presencia militar en el Mediterráneo. Irán, por su parte, también se ha visto debilitado. La caída del régimen sirio ha destruido un puente terrestre muy importante para Hezbolá, que le permitía recibir apoyo logístico y transportar cargamentos desde Siria.
Por otro lado, los ganadores son varios. Turquía ha aumentado su poder de influencia en la región, priorizando su interés nacional. Para esta nación es un tema existencial tener la frontera sur segura. Israel también se posiciona como uno de los beneficiarios, ya que el debilitamiento de Irán le ha permitido reducir a uno de sus principales rivales, además de expandir su control en los Altos del Golán. En el ámbito económico, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos son grandes ganadores. En la medida que la reconstrucción de Siria se vuelve una necesidad urgente, ambos países se perfilan como los principales inversores, con miles de millones de dólares destinados a restaurar un país devastado por 13 años de guerra civil.
Finalmente, Estados Unidos parece estar reconfigurando su estrategia en Medio Oriente. Si bien seguirá presente a través de su aliado Israel, delegando en él el rol de “gendarme” regional, es probable que bajo la administración de Trump se repliegue de Irak y redirija su enfoque hacia el área Asia-Pacífico, priorizando otros intereses.
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