Que el papa Francisco es un actor fundamental de la política internacional contemporánea, es algo que no pasa desapercibido para nadie que conozca de estas cuestiones. Por ende, cada uno de sus viajes por el mundo tienen, además del apostólico que es el principal, un contenido político. No es la excepción esta nueva gira por tierras africanas (la cuarta en el continente y la segunda en la llamada “África negra”, ya que las otras dos fueron en la parte “árabe”).
La reconciliación y la unidad nacional son objetivos esenciales y condiciones necesarias para emprender el camino del desarrollo, en una nación en donde abunda la pobreza extrema. Estos principios estuvieron presentes durante los 3 días que duró la visita del papa Francisco en tierras mozambicanas. El Pontífice hizo referencia al asunto en todas sus manifestaciones públicas.
El Santo Padre arribó a Maputo, capital de Mozambique, en la tarde del 4 de septiembre. En el aeropuerto fue recibido por diferentes grupos que le ofrecieron una muestra de las danzas locales. Luego se subió al papamóvil y recorrió varios kilómetros por la ciudad, saludando a la multitud que lo ovacionaba ante su paso; la gente lloraba de emoción y alegría. Juan Pablo II, en 1988, había sido el único Sumo Pontífice en visitar el país, hasta la llegada de Francisco.
Mozambique cuenta con una población estimada de 27 millones de personas, de las cuales se considera que el 28 % profesa el catolicismo.
A la mañana siguiente, el papa Francisco concurrió al palacio presidencial, conocido como Palacio da Ponta Vermelha. Ante las autoridades políticas nacionales y ante el cuerpo diplomático presente en el país, Francisco hizo un contundente llamado en favor del proceso de paz y de reconciliación, durante su primer discurso en tierra mozambiqueña. “La paz no solo es ausencia de guerra, sino el compromiso incansable de reconocer, garantizar y reconstruir la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros”, afirmó.
Al salir del palacio presidencial, el papa Francisco se dirigió a un centro deportivo al que llegó en su papamóvil. Una multitud lo esperaba en la cercana Avenida Lenin (gran cantidad de avenidas de la capital de Mozambique recuerdan a líderes comunistas) y lo saludó jubilosamente. El Papa participó, allí, de un encuentro interreligioso con miles de jóvenes en el estadio del Pabellón de Deportes Maxaquene, ubicado en el centro de Maputo. Pronunció un antológico discurso en lengua portuguesa (al que le agregó, improvisando, algunas frases en castellano y en italiano).
Comenzó indicando que para un Pastor no había nada mejor que estar con sus jóvenes y les remarcó lo importante que eran, no solo para el futuro, sino para el presente. Señaló que a los jóvenes los caracteriza la alegría de vivir y esa alegría “se transforma en el mejor antídoto que desmiente a todos aquellos que quieren dividir, fragmentar o enfrentar. ¡Cuánto les hace falta a algunas regiones del mundo su alegría de vivir!”, exclamó el Papa ante el entusiasmo y la ovación de los miles de jóvenes presentes.
“Reconciliación, reconciliación”, vociferaron los jóvenes desde todos los costados del estadio
En un país que no ha superado del todo el violento y prolongado conflicto entre las fuerzas del FRELIMO (Frente de Liberación de Mozambique) y la RENAMO (Resistencia Nacional de Mozambique), que dividió el país africano desde su independencia de Portugal, a mediados de la década del ‘70, hasta el acuerdo de paz firmado en 1992, el tema de la reconciliación nacional no es parte del pasado, sino que es un asunto de urgente presente.
Sin perjuicio de los acuerdos señalados, no han cesado las hostilidades entre ambos grupos, reconvertidos en partidos políticos.
En este contexto, el papa Francisco animó a los jóvenes a repetir los cantos con los que lo habían recibido: “cuando entré, ustedes cantaban reconciliación. ¿Lo repiten?”, les sugirió el Papa. “Reconciliación, reconciliación”, vociferaron los jóvenes desde todos los costados del estadio.
Alentó a los jóvenes a gritar junto con él (algo que hace habitualmente): “¡no es bueno darse por vencido!” y apeló al ejemplo del gran futbolista Eusebio, quien tenía todo para rendirse (severas dificultades económicas y la muerte de su padre) e incluso así, no lo hizo. Siguió su pasión y cumplió su sueño de ser un gran y exitoso jugador de fútbol.
No terminó ahí la mención a la “pantera negra” (el deportista más famoso de la historia de Mozambique); también lo usó de referencia para hablarles de lo importante que es el juego de equipo, donde “no son todos iguales, ni hacen las mismas cosas o piensan de la misma manera”, pero eso no impide que puedan jugar juntos y puedan encontrarse.
Retomando otro tópico central de su mensaje evangélico, el Papa reivindicó la cultura del encuentro y amonestó a los que generan divisiones:
“Mucho se ha sufrido y se sufre porque algunos se creen con el derecho de determinar quién puede “jugar” y quién tiene que quedar “fuera de la cancha”, y van por la vida dividiendo y enfrentando”.
Exhortó a los jóvenes a permanecer “unidos más allá de lo que les puede diferenciar, buscando siempre la ocasión para realizar los sueños por un país mejor, pero juntos”.
Les recordó que la enemistad social destruye a las familias, a los países y al mundo todo. Por lo tanto, los invitó a trabajar para “crear la amistad social”. Les advirtió que no es algo sencillo: “no es fácil, siempre hay que renunciar a algo, hay que negociar, pero si lo hacemos pensando en el bien de todos podremos alcanzar la magnífica experiencia de dejar de lado las diferencias para luchar juntos por algo común. Si logramos buscar puntos de coincidencia en medio de muchas disidencias, en ese empeño artesanal y a veces costoso de tender puentes, de construir una paz que sea buena para todos, ese es el milagro de la cultura del encuentro”.
Francisco invitó a trabajar para “crear la amistad social”
En la misma línea, recordó el proverbio que dice: «si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado». Instó a los jóvenes a “soñar juntos como lo están haciendo hoy. Sueñen con otros, nunca contra otros; sueñen como han soñado y preparado este encuentro: todos unidos y sin barreras. Eso es parte de la “nueva página de la historia” de Mozambique”.
Los sueños y las esperanzas tienen, advirtió Francisco, enemigos que es preciso combatir: la resignación, que nos lleva por un camino fácil pero de derrota, y la ansiedad, “cuando nos lleva a bajar los brazos porque descubrimos que los resultados no son instantáneos”.
En la parte final de su alocución, se refirió a un tema recurrente en su mensaje apostólico: la importancia de valorar la historia y las raíces propias.
En ese sentido, aconsejó no olvidar a los ancianos y criticó, con dureza, a “las ideologías de distintos colores, que destruyen (o de-construyen) todo lo que sea diferente”, que pregonan ignorar la historia y despreciar el pasado, ya que, de esa manera, promueven personas desarraigadas y vacías, fáciles de ser atrapadas.
Ante las ideologías que promueven el desprecio por la historia, los exhortó a seguir cultivando las raíces que alimentan y sostienen.
Despidió a los jóvenes con un mensaje de esperanza. “Sé que ustedes creen en ese amor que hace posible la reconciliación; porque creen en ese amor estoy seguro que tienen esperanza, y que no dejarán de andar con alegría los caminos de la paz”.
En la última jornada de su histórica visita, el papa Francisco dio Santa Misa ante una multitud y luego emprendió viaje en dirección a la isla de Madagascar, pero su mensaje de esperanza, en favor de la paz y la reconciliación nacional, permanecerán eternamente en el alma del Pueblo de Mozambique.
(*) Columnista invitado, desde Mozambique para La Mañana